Como país ancestral, Perú está lleno de cultura, gastronomía y una serie de misterios todavía por resolver por todo su vasto y ancho territorio. En ese rubro, entran las supersticiones o aquellos relatos mágicos que se transmiten desde hace varias generaciones.
Las supersticiones son esas ideas o pensamientos que la gente suele tener con relación a determinado tema. Algunas son para tener buena suerte y otras para evitar la mala.
Hay una que es muy conocida en la zona de Lucanas, Ayacucho. La misma dice que si te encuentras con una gran fiesta llena de gente y con mucha comida en medio de las pampas, ni se te ocurra acercarte. Ya verás por qué.
Espíritus solitarios
En esta zona de los Andes peruanos suelen abundar los consejos para no hacer determinadas cosas. Por ejemplo, no pasar por determinado lugar, no mires tal cosa en determinada hora. Y así, muchas otras.
Esta vez, se trataba de dos niños que eran primos, María y Fernando eran sus nombres.
Un día cualquiera los menores se encontraban jugando cerca de una montaña. La habían estado pasando tan bien, que no se habían dado cuenta que ya estaban bien adentro de la colina. De repente, Fernando le preguntó a María sí escuchaba ese particular sonido que oía a lo lejos.
“Se oye a voces de varias personas. Vamos a ver”, le dijo el niño a su compañera.
Pero ella se negó, intuyendo algo tal vez, y le pidió regresar a casa. Sin embargo, seguía embobado por el bullicio que cada vez se oía con más claridad dentro del bosque.
Asustada y sin saber qué hacer, a María no le quedó más que seguir a su primo. Así avanzaron por dos colinas más y a lo lejos pudieron ver a casi 20 personas que bailaban y se reían. Era una gran fiesta y la que también pudieron divisar una gran mesa llena de diversos tipos de comida.
Era una gente muy amable con ellos y llamaba a ambos por sus nombres sin siquiera habérselo dicho antes.
El más curioso de ellos, Fernando, se iba acercando poco a poco, mientras que una, cada vez más, desesperada María lo llamaba para salir de ese lugar lo más rápido posible.
Hasta nunca
Pero Fernando ya estaba encandilado con lo que estaba viendo, por lo que no hizo caso y siguió acercándose cada vez más y más al exótico paraje. En donde ya lo esperaba una bella señora qué le extendía la mano, como invitándolo a pasar para que pruebe toda la deliciosa comida que la fiesta ofrecía.
La que ya no avanzó más fue María, que desde lejos miraba horrorizada como su primo seguía avanzando como si estuviera hipnotizado, sin hacerle caso a nadie.
Aquel horror se convirtió en desesperación cuándo vio lo que pasó apenas Fernando tocó la mano de aquella misteriosa mujer. Y es que todo desapareció en un instante: la gente, las mesas, la música, la comida, absolutamente todo. Hasta el mismo Fernando.
Evidentemente asustada, María volvió a casa lo más rápido que pudo para contarles lo que había pasado a sus padres. Los mismos que de inmediato, junto a otros familiares, salieron en búsqueda del pequeño. Pero al llegar al lugar indicado por María solo encontraron una pequeña piedra y nada más.
Nunca jamás se volvió a saber de él. Solo de María, quién creció, tuvo familia en Ayacucho pero, lamentablemente ella no volvió a ver a su primo.
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