José Ignacio Chopitea, el hacendado que hizo un pacto con el diablo por amor

Este político de principios del siglo XX se enamoró tanto de una mujer que aseguran que entregó su alma al mismo Lucifer.

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(Facebook: Laredo Colonial, de la ciudad de Trujillo del Perú)
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¿Qué tan lejos irías por hallar el amor y la fortuna? Hay muchas personas en este mundo que, con tal de alcanzar sus más preciados anhelos, son capaces de hacer hasta lo inimaginable.

Si bien la mayoría de seres humanos hacen lo que la lógica dicta. Es decir, estudiar, conseguir un trabajo y ahorrar todo lo posible para lograr el crecimiento e independencia que uno siempre busca en la vida.

Pero hay otros que, como diría Jaimito el cartero de la ‘Vecindad del Chavo’, se quieren evitar la fatiga y optan por recorrer caminos menos complicados para llegar más rápido a sus metas.

En ese sentido, los más avezados eligen la delincuencia como modo de vivir. Obviamente por esta ruta no van a llegar lejos y lo más seguro es que terminen encerrados en una cárcel.

Sin embargo, los menos, prefieren caminos no tan santos. Más exactamente todo lo contrario y buscan ayuda con el mismo príncipe de la oscuridad: Satanás. Ese sería el caso del hacendado José Ignacio Chopitea.

¿Quién eres tú?

(Facebook: Laredo Colonial, de la ciudad de Trujillo del Perú)
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Este hacendado trujillano nació el 12 de febrero de 1858, hijo de don Manuel Antonio Chopitea y doña Dolores Luna Victoria.

Luego de estudiar y graduarse en ingeniería agronomía en los Estados Unidos de Norteamérica, regresó a su tierra natal. Para 1881, se ve en la obligación de hacerse cargo de la hacienda Laredo tras la muerte de su padre, convirtiéndose en su único dueño.

Una de las cosas por la que José Ignacio Chopitea pasó a la posteridad en el buen recuerdo de la gente de la provincia Trujillana de Laredo es porque desde que asumió el poder en la famosa hacienda comenzó un radical cambio social y económico en la zona. Por ejemplo, se moderniza la agricultura, se intensifica el monocultivo de caña de azúcar, se mejora la infraestructura y la administración.

También tiene tiempo para incursionar en el periodismo ya que funda, junto a Enrique Cox y Agustín Ganoza, el diario ‘El Independiente’. Es más, el socio Ganoza llegaría a ser más adelante dueño de ‘La Industria’ de Trujillo.

De igual manera, José Ignacio se convirtió en el gestor y benefactor de algunas obras públicas como la iglesia católica “Jesús y María” ubicado frente a la Plaza de Armas de Laredo. Otra fue el Jardín de la Infancia Estatal.

Fue uno de los fundadores del Club Central de Trujillo junto a otros grandes hacendados de la zona como Agustín Ganoza (el mismo del periódico) y Alfredo Gildemeister.

(Flirck)
(Flirck)

Durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, el mencionado club fue uno de los principales bastiones del Partido Civil.

Para 1905 recibe, en su casa de Lima, al general argentino Roque Sáenz Peña quien había llegado al Perú para la inauguración de un monumento en honor a Francisco Bolognesi. Ambos habían peleado juntos en la histórica batalla de Arica.

Pero su espíritu siempre juguetón buscaba nuevos retos en la vida, así que decidió incursionar ven la política. En este campo llegó a ser senador de la República representando a La Libertad durante los gobiernos de Guillermo Billinghurst, Oscar R. Benavides y el segundo gobierno de José Pardo.

Finalmente la muerte lo sorprende en la ciudad de Baltimore (Estados Unidos) un 21 de mayo de 1923. Sus restos fueron traídos de vuelta al Perú y enterrados en su Trujillo natal. Actualmente descansa en el Cementerio General de Miraflores.

No le pidas más al diablo

Pero cuenta la leyenda que tanta bonanza y éxito económico no le cayó del cielo precisamente no se debía a la herencia que su padre le había dejado tras su muerte. Esta tenía un origen más bien oscuro.

Se cuenta que durante su juventud conoció a la bella hija de otro hacendado mucho más rico que él.

Pero el padre de la muchacha creía que José Ignacio no era suficiente para la jovencita y no aceptó de ninguna manera que corteje a la bebe de a casa.

Desesperado de amor, recordó que entre los trabajadores de la hacienda de su padre había escuchado alguna vez que el mismísimo Lucifer solía aparecer a los desposeídos en un cerro del caserío de Santo Domingo.

Los pobladores del lugar señalan que una buena noche se armó de valor y subió a la parte más alta del cerro. No tuvo que esperar mucho tiempo para que Satán aparezca ante sí y comenzó la inusual conversación. En la misma, el joven enamorado le contó sus problemas y el maligno le dijo que le ayudaría.

La tumba de Chopitea (Facebook: Ozono Televisión)
La tumba de Chopitea (Facebook: Ozono Televisión)

El trato era que Chopitea recibiría grandes cantidades de oro. A cambio, y como era lógico, este le entregaría varias almas.

Cerrado el terrorífico trato, en los días siguientes regresó donde el circunspecto sueño y se presentó como una persona acaudalada. Entonces el gran señor ya no tuvo inconvenientes en entregar la mano de su hija al nuevo millonario galán.

La pareja se casó, tuvieron varios hijos y una vida próspera en la hacienda heredada.

Pero como diría el gran Héctor Lavoe “Todo tiene su final”, entonces el representante de la maldad en la tierra regresó para cobrarse el trato hecho años atrás.

Así como poco a poco fue llevando las almas, como Caronte en el reino de Hades, de cada uno de los que rodeaban a Chopitea. Primero fueron sus empleados, le siguieron sus hijos y hasta la de su propia esposa. Al no tener más que dar, José Ignacio terminó ofreciendo la suya para terminar de cancelar la macabra deuda.

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