Justicia que demora no es justicia, reza un refrán, y es que ha pasado más de tres décadas del asesinato de Melissa Alfaro, una periodista de talentos innatos y ese olfato único que la caracterizaba para contar las historias noticiosas más fuertes que se vivía en el régimen de Alberto Fujimori.
Desde su “trinchera”, entre máquinas de escribir, papeles, libretas, grabadoras, se desempeñó Melissa como jefa de informaciones del semanario ‘Cambio’, entrando a ejercer en 1989. Al inicio se encargó de reportar temas vinculados a los problemas de transporte público, tráfico de terrenos, desabastecimiento de medicinas, entre otros. No importaba cuánto tenía que caminar, si hacía calor, si tenía que ir por los cerros, su pasión por su carrera podían más que los rayos del sol y ese afán por conseguir lo suyo, la hacía diferente a los demás.
Luego de un año entre casos sociales y conociendo de frente la cruda realidad que azotaba la pobreza en la capital, pasó a la sección política (1990), llegando a entrevistar al segundo vicepresidente del primero gobierno de Fujimori, Carlos García; el senador Rolando Ames, el diputado Genaro López, el periodista y escritor Mirko Lauer, entre otros.
En contra del gobierno de Fujimori
Como muchos peruanos que tenemos grabados en las pupilas y en la mente, recordamos aquellos atentados que azotaron no solo la sierra de nuestro país, sino que las fuerzas subversivas de Sendero Luminoso y el MRTA que estaban muy activos en Lima. Fue entonces que el semanario ‘Cambio’ se opuso directamente al régimen de Alberto Fujimori por la forma tan violenta de responder a dichos terroristas, en donde decenas de personas inocentes murieron.
Una respuesta a ello fue aquel titular impreso del semanario ‘Cambio’ con el que apareció la edición en donde dejan claramente la línea del medio de comunicación, en donde Melissa participaba y era muy activa. “Más de 15 millones de peruanos que habitan en las zonas de emergencia están a merced de cualquier abuso de las fuerzas armadas o policiales”.
Un beso y un adiós
Gracias a las recopilaciones que se han hecho sobre este acto tan inhumano contra la periodista Melissa Alfaro, se conoció cómo fue aquel trágico 10 de octubre de 1991 cuando no solo arrebataron una vida, sino que intentaron callar la voz de la prensa.
Era muy temprano y Melissa, como todos los días, llegaba muy apresurada al semanario para iniciar sus labores como jefa de informaciones. Organizó a sus colegas y cada una tenía ya previsto qué comisión salir a cubrir. A Alfaro ese día tenía que indagar sobre una acusación por enriquecimiento ilícito a Alan García, es por eso que se dirigió hasta el Congreso.
Cerca al mediodía un sujeto con porte atlético dejó un periódico francés para la recepción, el cual, al retorno, la periodista lo tomó para leerlo, subió hasta su oficina y lo dejó; estaba a punto de ir al comedor para almorzar cuando abrió el diario y una onda expansiva automáticamente llenó de humo todo el lugar.
Lunas rotas, papeles esparcidos, olor a pólvora por todo el lugar, dejaban en evidencia que se trataba de un “sobre bomba”, un cobarde ataque para amedrentar a la prensa, y ahí, tendido sobre el piso de la oficina el cuerpo sin vida de Melissa.
La muerte de Melissa
La noticia empezó a compartirse por todos los medios. Fue allí que su madre, al oír sobre este atentado, corrió hasta las oficinas del semanario para saber sobre el estado de su hija, pero la policía le negó el acceso. Muy acongojada solo espero en los exteriores del lugar mientras venía cómo una sábana blanca envolvían los restos de su Melissa.
Minutos después del atentado y de manera veloz llegó la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDEX), que luego de revisar la zona concluyó que “la explosión ha sido causada por dinamita”. A su turno también se apersonó el juez del Tercer Juzgado de Instrucción, Luis Molero Miranda, y determinó que la policía había interferido en la escena, lo que informa que la UDEX se había llevado las evidencias relevantes del caso.
Luego unos días y gracias a la labor de la prensa, se conoció que lo que el periódico que fue usado para el ataque tenía ambo-gelatina, un tipo de explosivo fabricado en Estados Unidos, el cual en ese tiempo era usado por la Marina de Guerra del Perú.
“Espero vivir hasta el día que sentencien a Fujimori por mi hijita”
Para la familia Alfaro, este episodio los marcó de por vida y algo que han pedido desde hace 31 años es justicia por la muerte de Melissa, ya que al conocer los resultados de los explosivos, el modus operandi y otros indicios, se descartó un ataque subversivo y en ese momento los ojos pudieron en la mira al gobierno de Alberto Fujimori.
De acuerdo con muchas investigaciones judiciales y periodísticas, se conoció que esto formaba parte de una estrategia recurrente usada por la dictadura de la década de los 90 para silenciar a periodistas y defensores de los derechos humanos que denunciaban casos de corrupción y crímenes de lesa humanidad.
En aquel entonces, Fernando Alfaro, padre de Melissa, en su calidad de vicepresidente del gobierno regional de Pucallpa, presionó para que el Congreso tome en cuenta el caso de su hija y sea incluido en la Comisión de Derechos Humanos, donde se investigaban otros atentados y asesinatos con sobrebombas. Sin embargo, el 5 de abril, con el autogolpe de Estado, todo quedó en nada.
“Espero vivir hasta el día que sentencien a Fujimori por mi hijita”, dijo la madre de Melissa en una entrevista para Wayka.
Según la carpeta fiscal, se reconoce a cinco implicados en el asesinato de Melissa Alfaro: Víctor Penas Sandoval, fabricante de los llamados “sobres bomba”; el expresidente Alberto Fujimori; su exasesor Vladimiro Montesinos; el exjefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Julio Salazar Monroe; y el excomandante general de las Fuerzas Armadas, Pedro Villanueva.
SEGUIR LEYENDO