La procesión del Señor de los Milagros es una tradición en el Perú. El pasado 8 de octubre se realizó el primer recorrido y miles de fervientes seguidores, que luego de dos años pudieron seguir al ‘Cristo Moreno’ por las calles, lo acompañaron con sus oraciones, plegarias y alabanzas. Sin embargo, se sabe poco el por qué se realiza este recorrido, desde cuándo se hace y quién fue el impulsor.
En 1650, un grupo de africanos procedentes de Angola se unieron en cofradía en el barrio limeño de Pachacamilla, y pintaron la imagen de Cristo Crucificado sobre una de las paredes. Años más tarde se contrató a un pintor, José de la Parra, para que mejorase la pintura. De pronto, un 13 de noviembre de 1655, un violento terremoto sacudió los cimientos de la ciudad y muchos de los edificios se vinieron abajo, también las casas vecinas, todo cayó menos el muro donde se veneraba al Cristo.
Fue hasta 1670 que el limeño Antonio de León, quien es curado milagrosamente de un tumo maligno, de sentir la inclinación de cuidar la imagen y levantar un altar. La noticia de otros hechos milagrosos atribuidos a la imagen del mural atrajo el interés del público y la imagen comenzó a ser conocida como el “Señor de los Milagros”.
El virrey Conde de Lemos se acercó al lugar y ordenó que se le construyera una ermita. Su inauguración fue durante la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz del año 1671, y en esos mismos días la autoridad arzobispal, a fin de dar continuidad y decencia al culto religioso, nombró cuatro mayordomos: Juan de Quevedo y Zárate, Juan Gonzalo de Montoya, Juan López de Saavedra el tercero y, el más destacado, Sebastián de Antuñano.
El mayordomo
Sebastián Sebastián de Antuñano y Rivas nació en Vizcaya, España. Fue un capitán de navío y negociante, que conjuntamente con Antonia Lucía del Espíritu Santo fueron los grandes impulsores de la devoción al Señor de los Milagros de Lima. Como la mayoría de españoles que cruzaba el Atlántico, venía hacia América para labrarse un mejor porvenir, se embarcó rumbo al Perú en 1667,
Él se dirigió a la ermita en 1684 y al contemplar la imagen, sintió una voz interior que -según cuenta el propio benefactor- le susurraba: “Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto”. Desde allí y arrodillado ante las palabras que escuchó, le ofreció un servicio incondicional hasta su muerte al Señor de los Milagros.
El 20 de octubre de 1687, a las 4:45 a. m., un violento terremoto de aproximadamente 15 minutos arrasó Lima junto al Callao derribando la ermita edificada en honor al Cristo. Ante la sorpresa general, la pared de la imagen del crucificado quedó nuevamente en pie, por lo que se ordenó la confección de una copia al óleo y que por primera vez saliera en andas por las calles de Pachacamilla. La idea fue de Sebastián de Antuñano .Aquella réplica es la misma que hoy en día se sigue acompañando en los meses de octubre en su multitudinario recorrido por la gran Lima.
Fue así que se inició la primera procesión de las tradicionales procesiones de octubre del Señor de los Milagros de las Nazarenas. En su primer recorrido llegó hasta la Plaza Mayor y al cabildo limeño, donde recibió muestras de fervor por parte de los fieles y vecinos de ambos lugares.
Sebastián Antuñano falleció a los 64 años de edad el 21 de diciembre en Lima, tras siete años de la primera procesión y tras estar al servicio del ‘Cristo Moreno’ por 33 años. Sus restos reposan en el Templo de Las Nazarenas.
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