Más de 30 países se dieron cita en Lima para la quincuagésimo segunda Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) con el desafío de hallar compromisos para contener y revertir la profundización de las brechas sociales en el continente.
Bajo la consigna “Juntos contra la desigualdad y la discriminación”, la capital peruana fue sede de la principal reunión anual de la OEA, que cerró el último viernes en medio de señalamientos al secretario general del bloque regional, Luis Almagro, por su presunta violación del código de ética.
En estos tres días, los jefes de las delegaciones participaron de sesiones plenarias en las que se abordaron las cuestiones más urgentes que marcan la agenda regional, como la seguridad alimentaria, las consecuencias de la pandemia y la protección a los derechos humanos.
En rigor, la OEA se comprometió a atender las crisis en Nicaragua y Haití, invocó a la liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos de Venezuela, instó al régimen de Nicolás Maduro a convocar a elecciones libres en 2024 y ratificó su apoyo los a derechos de Argentina sobre las Malvinas.
También condenó la invasión rusa, generó el inicio del fortalecimiento de las relaciones entre Perú y EE. UU. y, a nivel local, desató una masiva marcha convocada por un lobby conservador en contra de “agenda progresista” que, bajo su mirada, el organismo pretende imponer en la región.
“Esto último ha hecho pasar al Perú una vergüenza grande. [Los manifestantes] han acusado a la OEA de atea, lo cual demuestra una profunda ignorancia, pues no puede imponer nada a nadie, menos a un país una política de género o abortista”, anota Norberto Barreto, historiador y especialista de la PUCP.
“La derecha acusa a Castillo de haber hecho el ridículo de varias ocasiones, pero con esto ha hecho el ridículo de una forma escandalosa”.
La postura es compartida por el internacionalista Ramiro Escobar: “No recuerdo una reunión que haya desatado marchas de este tipo. Claramente, es un asunto político. El derecho a la protesta es legítimo, pero lo cuestionable es que se pretende dañar la imagen de un organismo por parte de un cóctel que, creo, tiene el propósito de abrir otro frente político”, matiza.
Perú, que ha sido anfitrión de la cumbre por tercera vez tras las ediciones de 1997 y 2010, propuso dar prioridad a la lucha contra la desigualdad y la discriminación, e insistió en la toma de decisiones a favor de la salud y la gobernabilidad democrática. Sin embargo, para Barreto es una agenda “desconectada de muchas realidades”.
“[La situación de la región] no va a cambiar nada después de la Asamblea. Esta es otra reunión más que no tiene trascendencia real. No tengo una opinión positiva, me parece que sirve solo para tomar café, y deja muy poco concreto o para poner en práctica. Al final, los representantes se van a casa y los problemas siguen ahí”, opina Barreto.
“Se ha actuado en base a la problemática actual de la región. La mayoría de países rechazó la invasión rusa, por ejemplo. Pero lo han hecho dentro de su propia clave, pues hasta ahora nadie ha roto relaciones [con Moscú]. Sí han condenado o tomado distancia”, dice, por su parte, Escobar.
Y apunta un pendiente: “La migración se ha tratado, pero sigue siendo un problema. De pronto, se pudo haber sido más explicito en la crisis climática y la defensa de líderes ambientales”.
Sobre todo cuando la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha advertido que el cambio climático se ensañará con América Latina, donde se batirán récord de huracanes, sequías e incendios forestales; y en una región que concentra más de tres cuartas partes de los asesinatos de ambientalistas, según el informe anual de Global Witness.
Una vista con mensaje
Más de 500 dignatarios de 33 países arribaron a la capital peruana. Estados Unidos envió al secretario de Estado, Antony Blinken, quien eligió a Castillo para su último encuentro de su gira latinoamericana. Previamente lo hizo con Gustavo Petro y Gabriel Boric en su paso por Colombia y Chile, respectivamente.
Blinken desayunó en un mercado frente al mar gris de Lima para escenificar el apoyo de Washington a los productores locales y, de paso, denunciar la pesca ilegal por parte de embarcaciones de otros países, en una velada referencia a China.
Abordó la crisis de los fertilizantes que azota la agricultura peruana, acusó a Rusia de haber “exacerbado” el problema del desabastecimiento con la invasión de Ucrania y reivindicó la atención del Gobierno estadounidense a la crisis migratoria de la región.
Ambos internacionalistas consultados por Infobae coinciden en que la llegada del líder de la diplomacia estadounidense fue crucial y la más significativa del cónclave. “Esa reunión con las autoridades peruanas refleja una forma de marcar territorio por parte de Estados Unidos en la región”, comenta Barreto.
“Más allá de las enormes turbulencias internas, [la llegada de Blinklen demuestra que] EE. UU. nunca ha tenido una mala relación con el actual gobierno. Ha llegado para fortalecer relación, pero justo allí [durante su visita], él bloquea el viaje a Europa [al presidente Castillo]”, anota Escobar, que califica esa decisión como un desacierto.
Cierre de la OEA
La asamblea culminó con la Declaración de Lima, un documento que condena cualquier medio de discriminación, pero al que Paraguay, El Salvador y Guatemala expresaron reparos. También desplegó una polémica que envuelve a Almagro, secretario del organismo, por la presunta violación de las normas éticas.
Según la investigación, transferida a la oficina del inspector general, Almagro mantuvo una relación personal vinculada al ámbito laboral. Sin embargo, el secretario aseguró estar “tranquilo”.
“Nunca fui supervisor de ninguna persona con quien tuviera una relación, nunca la promoví, ni nunca aumenté su salario”, concluyó.
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