A comienzos de la década de los ochenta, en muchas casas del Perú, sobre todo en Lima y Callao, se puso de moda adornar las casas con diversos tipos de cuadros en los que se podía ver diversos tipos de arte.
Por ejemplo, quien bordea las cuatro décadas debe recordar los cuadros de La última cena (réplica de la obras más conocida de Leonardo Da Vinci) o la de un grupo de perros jugando al póker alrededor de una mesa.
Sin embargo, también había otro tipo de cuadros que llamaban la atención. Ocurre que estas obras eran muy famosas, pues ahí se podía ver a un niño con traje marrón, cabellos rubios, ojos azules, una cara que denotaba tristeza mientras unas lágrimas caían por su rostro. Era el famoso niño llorón.
Pacto con el diablo
Del autor de esta peculiar obra se puede decir que se trata del pintor italiano Bruno Amadio. Nació en 1911 y murió en 1981. Durante su etapa como artista también fue conocido como Giovanni Bragolin.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se mudó a España en dónde impulsó su carrera como pintor.
Cuenta la leyenda que debido a su nula fama decidió recurrir a métodos un poco más extremos para que esta llegue lo más pronto posible a su vida. Entonces no tuvo mejor idea qué hacer un pacto con el mismo Satanás. Como suele ocurrir en estos casos, el precio a pagar era su alma.
Así actuaba
Un día una madre soltera que vivía en una humilde casa cerca de la plaza Comandante Fanning (lo que se conoce como el Obelisco, en el Callao), salió al mercado, como usualmente hacía, para realizar sus compras.
Y cuando estaba comprando las provisiones de la semana, se le acercó un viejo vendedor de cuadros a ofrecer uno de sus productos.
El principio, la mujer estaba interesada en una imagen marina, pero la insistencia de este vendedor fue tanta que rebajó el precio hasta prácticamente regalárselo. Sin más opciones, la chalaca se lo llevó a casa y lo puso en la cocina.
No pasó mucho tiempo hasta que la fémina halló trabajo en una conocida agencia de aduanas y se vio en la obligación de contratar a una niñera para que la ayude con el cuidado de su menor que ya tenía un año y medio.
Pero una noche se dio cuenta que el bebé estaba actuando demasiado raro, pues no dejaba de llorar durante las noches. Tenía sobresaltos cuando dormía, como si tuviese pesadillas. La cosa empeoraba cuando lo llevaban a la cocina para comer. Justamente en ese lugar estaba el cuadro del niño llorón.
Otro día, mientras cambiaba a su bebé, se dio cuenta que este tenía algunos moretones en su cuerpo. Lo primero que pensó fue que la niñera abusaba de él. A pesar que ella lo negó en todos los idiomas, todo terminó con su despido. Desde entonces ella se dedicaría al cuidado de su hijo.
Lo golpeó
Una tarde, como se hizo usual en ella, llevó a su bebé a la cocina para darle de comer. Los llantos no cesaban pero aun así se las ingeniaba para alimentarlo. De repente sonó la puerta, ella se paró rauda para ver quién era. Justo aquí el llanto se intensificó más, pero la fémina no hizo caso.
Tan solo fue una cuestión de minutos en los que salió a recibir un paquete que le había llegado. Al regresar se dio con la terrible sorpresa que su hijo estaba inconsciente y con la marca de un golpe en la cara.
Asustada lo cargó y ella también se puso a llorar, y cuando alzó la mirada vio el cuadro del niño llorón que sonreía. Entonces dejó el cuarto y llamó a unos familiares.
Los mismos que escucharon la historia pero no dieron crédito lo que la mujer decía. Sin embargo, para su tranquilidad, decidieron deshacerse del cuadro en año nuevo, que ya no faltaban muchos días.
Cómo es tradición en el Callao, y en otros lugares del Perú, el último día del año se suele quemar todo lo viejo, entonces sus familiares aprovecharon para deshacerse del cuadro.
Aunque grande fue su sorpresa al ver que luego de tirar el cuadro al fuego, este no se quemaba. Fue luego de un largo rato que recién el cuadro empezó a quemarse. Y cuándo empezó a hacerlo sobrevino un apagón todo el primer puerto. Lo cierto es que los llantos y las pesadillas terminaron para tranquilidad del nene y su atribulada madre.
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