Sobre las guerras nunca hay nada bueno que contar. Solo se trata de destrucción y muerte de inocentes de ambos bandos, generalmente. Acaso lo único bueno que se puede rescatar de un conflicto armado es cuando este llega a su fin y la paz se restaura.
Por hay algunos casos en que, aunque la batalla parezca haber llegado a su fin, las heridas no quedan totalmente cerradas y nuevos conflictos pueden nacer en un futuro.
En esta fecha se conmemora un aniversario más del primer tratado de paz que firmó el Perú como país independiente en 1829. En la otra parte firmante estaban los representantes de lo que todavía era la Gran Colombia. Pero, ¿por qué ambas naciones que no tenían mucho tiempo de haberse liberado querían enfrentarse entre sí?
Las razones
Al ser países que recién estaban aprendiendo a ser independientes, el tema territorial se convirtió en un objeto del deseo para ambos. Pues mientras más grande el país, mayor control se podría tener sobre las demás naciones. Al menos esa era la idea en aquellos tiempos.
Es así que ambos decidieron pedirle al otro que le devolviera territorios que consideraba como suyo.
En ese sentido, la Gran Colombia quería de ‘regreso’ Tumbes, Jaén (hoy Cajamarca) y Maynas (Loreto y Amazonas). Lo curioso era que su entonces gobernante, nadie más que Simón Bolívar, cuando había sido dictador del Perú durante los años 1823 y 1826, no se le pasó por la cabeza devolver esos territorios aun cuando tenía la potestad de hacerlo. Es más, hasta actuó sobre esas provincias nombrando a sus gobernadores.
Una de las pruebas que nos traen los libros de historia es la carta que le envió Francisco de Paula Santander (presidente de Colombia en ese entonces) en agosto de 1822, en la que se desprende que Bolívar reconocía a Jaén y Maynas como territorio peruano. Por su parte, el Perú quería de regreso a Guayaquil. La posición nacional era que este territorio grancolombiano había sido arrebatado por Bolívar de manera injusta.
Esta situación se dio luego de la famosa reunión que sostuvieron Simón Bolívar y el argentino Don José de San Martín en dicha ciudad. Uno de los puntos principales de dicha cita fue el destino de Guayaquil para que permanezca dentro de los límites de la Real Audiencia de Quito.
Otra teoría que es conocida, trata de las intenciones del presidente peruano José de la Mar, quien creía que era buena idea tomar Cuenca (hoy Ecuador) para nuestro país. Aunque la razón no sonaba demasiado lógica, pues su intención era parar las habladurías que lo señalaban como ‘extranjero’. Sobre todo de sus enemigos políticos.
Bolívar contra el Perú
Al no llegar a un acuerdo por la vía diplomática, el exlibertador del Perú ahora le declaraba la guerra. Entonces, el presidente peruano La Mar ordenó la movilización de la marina para bloquear la salida a la costa del Océano Pacífico de la Gran Colombia. Desde agosto de 1828 hasta enero de 1829 se libraron las batallas de Malpelo y Las Cruces. Luego asedió y doblegó las fuerzas enemigas de Guayaquil.
Producto de las batallas, murió el almirante Martín Guise al explotar una granada cerca de la torre de mando de la fragata Presidente, que comandaba. A pesar de eso, el triunfo peruano en el mar no tuvo discusión.
La campaña terrestre tuvo otro cariz. Ocurre que la idea principal era tomar Cuenca, tal cual era el deseo de La Mar. Para eso el propio La Mar, que era presidente en funciones del Perú, fue a la lucha y primero tomó Loja (Ecuador). A su encuentro fue, con su propia división de hombres, el mariscal Agustín Gamarra y cumplir la misión.
Pero ambos no pudieron contra la astucia de Antonio José de Sucre y Juan José Flores, para defender la zona sur de la Gran Colombia. Simón Bolívar no pudo ir al campo de batalla porque también tenía que enfrentar una rebelión en Colombia.
La madrugada del 13 de febrero de 1829, Sucre sorprendió a la artillería peruana en el pueblo de Saraguro y destruyó todo lo que encontró a su paso.
Todo llegó a su fin
La batalla que lo decidiría todo se dio el 27 de febrero, en Portete de Tarqui, cerca de Cuenca. En un primer momento, el triunfo le sonreía a la escuadra colombiana pues derrotó a la avanzada peruana. Sin embargo, la retaguardia todavía estaba intacta y tras rearmarse, lograron remontar la situación. Así acabó el primer día de batalla.
Ambas escuadras esperaron al día siguiente para definir todo. Pero esto ya no pudo ser, pues La Mar llegó a un acuerdo con el rival de turno. Entonces se firmó el Convenio de Girón.
Aquí comenzaría otro capítulo en la batalla, pues en un principio Bolívar no lo quiso firmar si es que primero el ejército peruano no se retiraba de Loja y Guayaquil.
La Mar sí firmó, pero no retiró las tropas peruanas, y consideró una ofensa la placa conmemorativa que Sucre había ordenado colocar en el lugar de la batalla.
“El ejército peruano de ocho mil soldados que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia el veinte y siete de febrero de mil ochocientos veinte y nueve”, reza el adorno que aun todavía se puede ver.
Tras esto La Mar se quejó mediante una carta ante Bolívar que solo atinó a calificar esta misiva como “quejas de vieja”, por lo que el presidente peruano se mostró a favor de continuar la guerra.
Pero esta llegó a su fin de manera intempestiva, tras el golpe de estado de Agustín Gamarra contra La Mar, que fue desterrado a Costa Rica.
La paz, al fin
Con el fin de las hostilidades, se tuvieron hasta seis reuniones para llegar a un acuerdo que satisfacer a todos. Finalmente, el 22 de setiembre de 1829 se firmó de paz y amistad, conocido también como el tratado de Guayaquil o Tratada Larrea-Gual.
Con los limites sería otro tema, pues en un principio tanto Perú como la Gran Colombia mantendrían los mismos territorios que poseían los virreinatos de Nueva Granada y Perú. Pero para la demarcación definitiva, se podrían hacer pequeñas concesiones de territorio para facilitar la labor.
Pero nada de esto se pudo hacer, pues la Gran Colombia se desintegró y así se detuvo el proceso de la demarcación de límites.
Luego de esta situación, llega la independencia de Ecuador (en 1930) y en un principio no hubo reclamo alguno sobre los territorios en disputa al principio.
Recién sería en 1841 que la joven nación decidió reclamar Jaén y Maynas para sus tierras. Por lo que argumentaron que, a pesar de la disolución de la Gran Colombia, ellos eran los herederos de sus antiguas tierras. El nuevo conflicto con los ecuatorianos no se resolvería hasta finales del siglo XX.
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