Entre los suelos áridos de Ica se encuentra un místico lugar que fue habitado por hechiceras que practicaban las artes oscuras. En la actualidad, es la cuna de brujos, chamanes o curanderos que son instruídos para curar toda clase de males o daños.
Los habitantes del pueblo de Cachiche han equilibrado las tradiciones y aquellas actividades que atraen a cientos de turistas, entre creyentes y escépticos, quienes acuden a los expertos para realizar “trabajos” que les ofrezca algún tipo de beneficio.
El pueblo de las brujas en Perú
Santa Rosa de Cachiche se simplificó solo a Cachiche, siendo el nombre que recibió un caserío que se convirtió en el pueblo de la hechicería. Durante la época virreinal, mujeres provenientes de Europa encontraron en el Perú un refugio tras escapar de la Santa Inquisición, la cual había ordenado quemarlas vivas al considerar que estaban profanando lo que ellos consideraban sagrado.
Apartándose de la capital llegaron al sur peruano. Estas figuras traían consigo poderosos conocimientos -poco ortodoxos- para curar enfermedades o embrujar personas, sobre todo cuando el amor no era correspondido, incluso, para hacer daño. En aquella época, una de las más solicitadas por los visitantes era la famosa bruja Julia Herández Pecho, viuda de Díaz. Ella logró convertir ese pueblo iqueño en un fascinante epicentro del ocultismo.
Uno de los relatos del populismo oral indica que esta dama se encargó de la curación del tartamudeo de un niño de nombre Fernando León Vivero. A él le auguró un gran futuro. Años más tarde se convertiría en un congresista.
La ‘bruja mayor’ dedicó su vida a este tipo de actividades, siendo de gran ayuda para aquellos que no tenían los recursos económicos para recibir atención médica o adquirir medicinas. Ella falleció a la edad de 106 años, dejando una aterradora profecía antes de morir.
La leyenda de la palmera de las siete cabezas
Este es uno de los atractivos turísticos más populares de Ica. En este espacio árido creció una palmera, de gran tamaño, que poseía siete cabezas. La leyenda peruana, que se extiende a través de las generaciones, narra que las brujas de Cachiche tenían el deseo de conocer más, de abrir nuevos portales que les permitiera ver el futuro. Para alcanzar este objetivo, tenían que entregar a una de ellas para realizar un sacrificio.
Al enterarse que fue elegida para ser asesinada por el culto, Hernández huyó y se escondió en lo más alto de la palmera. Una de sus similares la descubrió y le lanzó un hechizo que agotó su vida hasta el fallecimiento. Durante la agonía, lanzó una maldición, manifestando que cuando creciera una séptima cabeza a la palmera ocurriría una desgracia que acabaría con el pueblo.
En el corazón del pueblo, los turistas que visitan el circuito de Cachiche pueden ver de cerca una majestuosa estatua de bronce en homenaje a la ‘bruja mayor’. Algunos creen que las aves que se posan sobre ella son antiguas brujas reencarnadas en animales.
Todos fueron testigos del gran poder que tuvo cuando se registró una inundación en Ica en el año 1998, sufriendo consecuencias tras quedar totalmente inundada. Algunos locales la señalaron como culpable de lo que sucedió, despertando un temor entre ellos.
Los habitantes han mantenido su promesa de proteger el pueblo, por lo que están atentos al crecimiento de una nueva cabeza. Cuando ven la formación inicial, ellos mismos se encargan de talarla, quizás con la intención de que no se vuelva a repetir una desgracia como en los noventas.
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