Mario Poggi: las razones detrás de su éxito con el público a pesar de que estranguló a su paciente

El recordado psicólogo logró ganarse un lugar en el corazón de muchos peruanos a través de los años, pero ¿por qué?

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(YouTube / Pasó en Lima)

¿Qué será lo que tienen algunos asesinos que a pesar de haber cometido el más execrable de los crímenes logran conseguir seguidores, fanáticas? Followers dirían los jóvenes en estos tiempos.

Esta situación ya la hemos vivido en el Perú, por ejemplo, el siglo pasado con Genaro Ortiz, el autor del famoso crimen del hotel Comercio, en el centro de Lima. Este ciudadano español, luego de matar a su compatriota Marcelino Domínguez, huyó a Panamá con la intención de perderse en el anonimato y comenzar una vida nueva. Pero las autoridades lo llegaron a ubicar en el país centroamericano y lo trajeron para que pague condena por su horrendo crimen.

Lo que las autoridades no contemplaron fue que, a su llegada al puerto del Callao, cientos de mujeres lo esperaban y al verlo bajar de la embarcación pedían clemencia por él.

Situación parecida le pasó al famoso asesino norteamericano Ted Bundy, quien luego de ser atrapado y condenado a muerte, solía recibir cientos de cartas de mujeres declarándole su amor.

“Tiene que ver un tema de valores y de identificación. Eso se puede medir desde niños, por ejemplo, y ver que tipos de héroes siguen. Puede que sean más adeptos a los villanos. Uno cuando se hace fan de alguien es porque lo admira y se identifica. O por lo que anhelaría ser. Pero sin dudas, para hacerse hincha de alguien así algo malo debe haber en ellos mismos”, señaló la Magíster en psicología Paola Llosa Vargas-Machuca para Infobae.

Estoy verde

(Arco Madrid 2016)
(Arco Madrid 2016)

Volviendo al ejemplo local, uno de los personajes que se volvió muy querido, a pesar de haber matado a un paciente, fue Mario Augusto Poggi Estremadoyro.

Todo en su vida parecía ir normal. Había estudiado psicología en la universidad Ricardo Palma y se había graduado en criminología en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. De vuelta al país, halló trabajo en su rubro en la ahora extinta Policía de Investigaciones del Perú (PIP) en los años 80.

A mediados de 1986, Lima parecía una ciudad fantasma. Por un lado, el miedo a la avanzada terrorista del grupo Sendero Luminoso en el interior del país, hacía temer que solo era cuestión de tiempo para que lleguen a la capital.

Por el otro, en basurales de varios distritos de Lima se comenzaron a encontrar bolsas negras con piernas, troncos y cabezas de mujeres. Un descuartizador acechaba la ciudad y nadie parecía estar a salvo.

Hasta que el jueves 6 de febrero de 1986, la policía logró capturar a Ángel Díaz Balbín y de inmediato se convirtió en el principal sospechoso de los asesinatos en serie.

Como parte de las pericias psicológicas, el acusado fue derivado donde el doctor Poggi para ver si podía sacarle una confesión. Pero lo que le sacó fue la vida y lo estranguló.

La noche previa de su crimen, había dado una sesión exclusiva para la revista ‘Caretas’ que salió publicada en la edición del ocho de febrero.

Para el domingo nueve, el especialista se apareció en la oficina de Homicidios gritando: “¡Salvé a la humanidad! ¡Acabé con el monstruo!”.

En ese sentido, “el anhelo de justicia y su desequilibrio fueron una muy mala combinación”, apuntó la especialista.

Condenado a ser famoso

La portada de la revista Caretas que salió 48 horas antes del crimen de Mario Poggi. (Caretas)
La portada de la revista Caretas que salió 48 horas antes del crimen de Mario Poggi. (Caretas)

Tras comprobarse su culpabilidad, Mario Poggi fue condenado a 12 años de prisión. Pero solo pasó cuatro años y ocho meses en el penal de San Jorge.

Ya en libertad, se pintó el pelo de verde y se dedicó a vivir como todo una celebrity durante el resto de su vida. Publicó su autobiografía “Yo sólo sé que soy un imbécil”, protagonizó una de las peores películas que se haya hecho en el cine peruano “Mi crimen al desnudo” y en los últimos años de su vida se dedicó a la venta ambulatoria de sus libros en el parque Kennedy, en Miraflores.

Eso así, a pesar de lo que hizo y lo que siempre llamó la atención, fue que el cariño del público no le faltó. La pregunta es ¿por qué, en una sociedad tan prejuiciosa como la peruana, prácticamente le abrían los brazos a un criminal asesino?

Para intentar dar una explicación lo más científica posible, la magister en psicología apunta que “la admiración y ‘cariño’ de la gente se basa en el deseo de justicia que ellos también tenían (por el caso del Descuartizador de Lima). Eso está relacionado con el sentimiento de ira, la impotencia que crece de la frustración de no encontrar la justicia que ellos desean”.

En ese sentido, recuerda, que todos los seres humanos nos vemos, en muchas oportunidades, en situaciones limites es las que debemos discernir cuál es la mejor opción a tomar para salvar esa hipotética situación.

“Ahí se mezclan los componentes de lo que uno se atrevería a hacer, pero no haces. Hay que reunir ciertas características psicopáticas para cruzar esa delgada línea y Mario Poggi los cruzó”, dijo la psicóloga.

Por último, Llosa Vargas-Machuca consideró que “tenía, evidentemente, ciertos problemas psicológicos y ante un detonante, como el verse al frente de Díaz Balbín, perdió el control de su realidad. Pero él ya venía desequilibrado de antes”.

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