El 11 de setiembre es una fecha que va a quedar en la memoria de muchos ciudadanos del mundo por muchas razones. Por ejemplo, un día como hoy en Chile se dio el golpe de Estado que instaló al dictador Augusto Pinochet en el gobierno del país del sur.
Dentro de nuestras fronteras, el 11 de setiembre será recordado por ser el último día con vida del genocida y líder de la agrupación terrorista Abimael Guzmán.
Y como si este día estuviera signado por la fatalidad, un 11 de setiembre, pero del 2001 el mundo entero se vio cara a cara con el odio más insano que cualquier ser humano puede sentir hacia sus semejantes.
Dos aviones comerciales fueron secuestrados por miembros de la organización terrorista Al Qaeda y los estrellaron contra uno de los máximos símbolos del capitalismo no solo en los Estados Unidos sino en todo el mundo occidental: las Torres Gemelas, ubicadas en el barrio financiero de Manhattan.
El acto barbárico se cobró la vida 2977 personas entre los pasajeros y personas que se encontraban en algunas de las dos torres del World Trade Center.
A pesar que a todos nos duele la manera en la que tantos inocentes dejaron de existir de un momento a otro, particularmente a todos los peruanos nos toca el hecho que también lo hicieron cinco compatriotas que estaban en el país de las barras y las estrellas buscando un mejor futuro parar ellos y sus familiares.
Ellos fueron identificados como Robert Martínez Escanel, Iván Luis Carpio Bautista, Julio Fernández Ramírez, Luis Clodoaldo Revilla Meier y Kenneth Lira-Arévalo. Todos estaban en una de las dos torres trabajando cuando la muerte los encontró.
El único que se despidió
De todos ellos, el que sí llegó a avisar a su familia sobre lo que estaba sucediendo Iván Luis Carpio Bautista, quien sin saberlo se despedía justo el mismo día que cumplía 24 años. La vida y sus raros caprichos.
Eran las 8:46 de mañana de un martes cualquiera en Nueva York, cuando el vuelo 11 de la American Airlines se estrella en la torre norte del Centro Mundial del Comercio.
Poco antes, Iván Luis había llamado con insistencia a su tía Rita para avisarle que en el edificio había un incendio y que había mucho humo, pero que no había nada de qué preocuparse pues ya los estaban evacuando. “Te quiero mucho. No te preocupes”, fue lo último que le dijo el joven peruano a la hermana de su madre para que no se angustie. Él trabajada en el restaurante ‘Windows of the world’, ubicado en el piso 107. Ella ya estaba al tanto de lo que estaba pasando por las noticias.
Rita Bautista relató luego que intentó comunicarse con el resto de sus familiares para informales la situación de su sobrino. Pero fue imposible. Las líneas estaban saturadas.
Mientras insistía en la comunicación, vio con espanto como la torre norte, donde estaba atrapado el joven, se desplomaba con pasmosa facilidad. No había palabra en el idioma castellano para describir lo que sintió en ese momento. Era el final, por más que se aferraba a la ocurrencia de un milagro.
“En ese momento se me partió el corazón. Se me fue la vida”, dijo la mujer, recordando la terrible escena como si hubiese ocurrido ayer y no hace ya 21 años. No habrá tiempo en esta vida para cerrar la herida que le quedó desde ese día. Lamentablemente su cuerpo nunca fue encontrado y su familia tampoco pudo hallar consuelo de enterrar su cuerpo. Solo quedará el recuerdo de un sobrino alegre, siempre con actitud positiva y con ganas de conquistar el mundo.
Dolor de madre
Kenneth Lira-Arévalo, de 28 años trabajaba como ingeniero de sistemas en la empresa Genuity Working, ubicada en el piso 107 de la torre sur cuando el infierno se desató. Si bien su familia pudo recuperar sus restos, tuvo que esperar ocho largos y tortuosos meses para que las autoridades norteamericanas logren su reconocimiento.
Con el paso del tiempo, y en su honor, un parque y un jardín fueron inaugurados de la escuela secundaria número 25, ubicada en la avenida Trenton, en New Jersey. También en tierras norteamericanas existe una fundación con su nombre.
De igual forma, a manera de tenerlo siempre cerca, se colocó un pedestal de mármol en la casa que solía habitar con sus padres José y Marina Arévalo, y su hermano Michael. El sitio está ubicado en la avenida Búfalo, en Paterson.
“Tengo una herida abierta y sangrante que me traga entera, que me devora y me devora cada vez que llega el 11 de setiembre”, señaló Marina a El Comercio hace unos años con el dolor que solo una madre puede sentir en un caso como este.
Se ganaban la vida
Los demás compatriotas que también murieron ese infausto día eran parte de inmensa comunidad de latinos que llegaron al norte de América, como lo hacen miles por estos días, para intentar labrarse un futuro mejor lejos de casa. En la tierra de las oportunidades.
Por ejemplo, Roberto Martínez Escanel se desempeñaba en la empresa Semming Security, ubicada en el piso 1 de la torre sur.
De igual manera, Julio Fernández Ramírez laboraba en la compañía de pinturas industriales Hudson Shatz, cuyas oficinas estaban instaladas en el piso 92 de la torre norte.
Por último, Luis Clodoaldo Revilla Meier, trabajaba en la empresa Gibbs & Hills Engineers, ubicada en el piso 91 de la torre sur.
También Giovanna Porras, quien junto a ellos,y todas las víctimas de aquel cobarde ataque terrorista todavía tienen historias que contar, pues a pesar del tiempo, su memoria siempre seguirá viva en el corazón de todos los peruanos.
¿Qué pasó con Al Qaeda?
Tras la muerte de Osama Bin Laden el 2 de mayo de 2011, la agrupación terrorista que lideraba quedó debilitada, sin embargo, ha continuado con una estrategia de resurgimiento bastante discreta y formación de alianzas con grupos regionales. Hasta el 2019, la Organización de las Naciones Unidas informó que Al Qaeda “parece estar volviéndose más ambiciosa... continúa siendo resistente y activa en muchas regiones y mantiene su pretensión de conseguir mayor proyección internacional”
Lo cierto es que el líder que sucedió a Bin Laden, Ayman al-Zawahiri, también fue asesinado en un ataque aéreo y luego de él vino Saif al-Adel, de quien no se conoce lo suficiente a la fecha.