Y no podrán matarla. María Elena Moyano es recordada en el Perú como el último escollo que la agrupación terrorista Sendero Luminoso intentó vulnerar para apoderarse de Lima. Pero no pudo. Y en venganza, asesinaron de la manera más vil y cobarde a la única persona que se atrevía a decirles las cosas en la cara por los medios de comunicación.
¿Miedo? Si acaso lo tuvo, nunca lo demostró. La valiente mujer demostró desde muy niña ser una mujer aguerrida y muy pocas cosas la amilanaban.
Nacida un 23 de noviembre de 1958, con tan solo 14 años ya era dirigente de su manzana en Villa El Salvador. También era una destacada voleibolista, pero su instinto de ayudar al desprotegido pudo más.
Para 1978 era una de principales impulsoras de la Comisión Nacional de Comedores Populares. Al año siguiente se casó con el carpintero Gustavo Pineky, pero esto no fue impedimento para continuar con su labor social.
En 1984 se puso al frente del programa Vaso de Leche. Desde 1985 hasta 1990 fue la presidente de la Federación de Mujeres. En 1989 fue elegida como teniente alcaldesa de Villa El Salvador por el partido Izquierda Unida. Por algunos años estudió sociología en la universidad Garcilaso de la Vega, pero no llegó a culminar la carrera.
Guerra declarada
Para finales de la década de los 80 y principios de los 90, Moyano ya era una figura reconocida en la sociedad peruana como la principal barrera del sanguinario grupo maoísta, pues no tenía reparos en criticarlos abiertamente.
En la misma época, la lucha armada de Sendero Luminoso no tenía ya sentido en provincias. Habían encontrado en las rondas campesinas una seria oposición para sus intereses. Y desde la cúpula, al mando de Abimael Guzmán, tomaron la decisión que el siguiente gran paso debería ser tomar Lima.
Para eso, SL comenzó un programa de reclutamiento de jóvenes en los conos de la capital. Se tenía la idea que la última gran batalla por el poder sería en la capital.
Lo que no contaban los terroristas era que la población juvenil ya estaba advertida de esta infiltración de las huestes senderistas en su zona y se resistió a caer en sus garras.
Una de las gotas antes que el vaso de la paciencia de los mercenarios se rebalsara fue cuando en un discurso, María Elena criticó con dureza al grupo terrorista por atacar a las organizaciones populares y que con estas acciones ‘lo único que lograba era acrecentar la miseria’. “Sendero se aleja cada vez más del pueblo”, sentenció.
Ella era la voz que los pobres siempre escuchaban y decía las cosas que las autoridades y políticos de la época no se atrevían por temor.
Izquierda (des) unida
A pesar del nombre del partido por el que se hizo teniente alcaldesa, la izquierda en el Perú nunca ha estado unida. Ni ahora, en pleno siglo XXI, ni en aquellos tiempos.
Dentro del movimiento, estaban los que condenaban el accionar demencial del líder Abimael Guzmán, y otros lo pasaban por agua tibia. Mientras que un minúsculo grupo prefería un cómplice silencio.
Otro que brillaba por su inoperancia era el gobierno del recién llegado Alberto Fujimori. Y es que a pesar de saber que SL se dedicaba a matar a dirigentes sindicales no fue capaz de prever que Moyano era una víctima potencial. ¿Qué hicieron? Solo le asignaron dos efectivos policiales para su custodia. Muy poco.
Pudo huir
Aunque no era su naturaleza, la madre ‘Coraje’ tuvo la oportunidad de escapar del Perú y salvar su vida. Cuando ya era amenazada de muerte más de una vez por los esbirros senderistas, fue invitada a España para recibir en nombre del pueblo de Villa El Salvador el premio Príncipe de Asturias de la Concordia de la Libertad de manos del mismo rey Juan Carlos.
Pero regresó al país. Sabía que sin ella Villa El Salvador sería más fácil de conquistar por ls sanguinarios.
Paro armado
Al ver que sus planes de reclutamiento no daban resultados y harto de la injerencia de la joven lideresa, Sendero Luminoso decretó que el 14 de febrero de 1992 habría un ‘paro armado’ en todo Villa El Salvador.
Cómo sería la desesperación del ‘presidente Gonzalo’ que según unos volantes repartidos por esa época amenazaban con matar a todo aquel que saliera a trabajar ese día.
Pero lo que no esperó nunca el líder asesino es que la población entera saliera a hacer su vida como un día más. Sin temor, sin angustias se unieron a su teniente alcaldesa en la que fue conocida como la Marcha por la Paz. “Pese a sus amenazas, el paro ha fracasado. La población ha ido a trabajar”, dijo Moyano en horas de la noche. A la vez que se solidarizaba con el exalcalde de Villa El Salvador, Michel Azcueta, quien en horas de la mañana los terroristas habían puesto artefactos explosivos en la puerta de su casa.
Ataque final
Aquella última declaración de Moyano a los medios de prensa seguramente encolerizó a Guzmán de tal forma que ordenó su asesinato de manera inmediata y de la manera más brutal posible.
El sábado 15 de febrero de 1992, parecía ser un día más para la dirigente. Primero coordinó la entrega de alimentos para varios comedores populares y luego, como se lo había prometido a su hijo, fueron a pasar la tarde en la playa de Pucusana.
Al promediar las siete de la noche, llegó al local comunal del Grupo 23 del sector 1 de Villa El Salvador. En sus manos llevaba un equipo de sonido que le habían pedido para amenizar una pollada que organizaba el comité del Vaso de Leche.
Tan solo media hora más tarde, cuando la música sonaba alto, algunas parejas bailaban y otras degustaban la pollada, comenzó el final.
María Elena había asistido con su hijo Gustavo, su sobrino Jorge y uno de sus custodios suboficial PNP Róger Bocanegra.
Fue el efectivo precisamente el primero en recibir el balazo inicial de la noche. Con el afán de asegurarlo, una mujer le dispara en el abdomen. Pero Bocanegra soporta e intenta repeler el ataque a punta de balazos.
Mientras esto sucedía afuera del local, en el interior, otros cuatros asesinos acribillaban a Moyano.
Algunos dirigentes del Grupo 23 se apuraron en socorrerla, pero fueron disuadidos por los subversivos que sin un ápice de humanidad regresaron para seguir disparando contra su cuerpo que yacía tendido en el piso y lleno de sangre. En el colmo de la insanía, uno de ellos le colocó dos kilos de dinamita (algunos hablan de hasta cinco). Lo concreto es que el mensaje que querían enviar era claro: nadie se mete con Sendero y vive para contarlo.
Ocho personas más también resultaron heridos del cobarde ataque, entre ellos el pequeño Gustavo.
El asesinato de la dirigente sindical y autoridad municipal conmocionó al Perú y al mundo entero. Y en lugar de fortalecer a sus autores, lo único que hizo fue que se les repudiase aún más a ese grupo de bárbaros que solo entendían las cosas con violencia. Además, fue el punto de partida para darle la estocada final al grupo terrorista.
“El asesinato de María Elena despertó un gran rechazo a nivel popular, a nivel nacional e internacional y desenmascaró más a Sendero Luminoso que decía ser un movimiento que defendía pueblo”, dijo años después Michel Azcueta, exalcalde de Villa El Salvador en Radio Programas del Perú.
Y a pesar que Sendero Luminoso todavía ejecutó más ataques cobardes en la capital, como los perpetrados a Frecuencia 2 (actual Latina Televisión) y el de la Calle Tarata en junio y julio del mismo 1992, respectivamente, su suerte estaba echada. Solo sería cuestión de tiempo para que su cabecilla caiga y con él toda la locura y barbarie que desataron por más de una década en el Perú.
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