Durante el primer intento de transformación urbana de Lima en la era republicana se vivió un escenario interesante a causa de la migración de europeos a lo que hoy conocemos como la capital del Perú. Este contexto también coincidió con la conmemoración del cincuentenario de la Independencia, identificándose un entorno para la formación de distritos y áreas que iban a ser destinadas al comercio y viviendas.
Sin dejar pasar el tiempo, los Queirolo tomaron la iniciativa de forjar un nuevo futuro en suelo peruano, apartándose de su natal Génova, ciudad de Italia. Don Santiago fue el responsable de dirigir a su familia a este nuevo sendero, eligiendo a Magdalena Vieja como su hogar. Con el trascurso del tiempo, este antiguo distrito cambió de nombre para ser bautizado como Pueblo Libre por el General Don José de San Martín, rebautizándolo oficialmente en 1821.
Los italianos se plantaron en la zona con una pulpería, un local en el que se podía encontrar diversos artículos, desde alimentos hasta herramientas. Estos locales eran típicos en la época, por lo que decidieron empezar con ese negocio. Su ubicación céntrica ocasionaba que reciba clientela de diversos lugares, quienes los eligieron como sus proveedores de abarrotes, vinos y más.
Una herencia europea que conquistó a los peruanos
A mediados de la década de 1870 se construyó la casa que aún permanece como el local central de la taberna. Pieza clave de su legado ha sido la conservación de los espacios y la decoración, misión que asumió la descendencia.
Los visitantes pueden hallar en su interior un fonógrafo y lo que sería una antigua caja registradora que son resguardados por sus trabajadores y herederos.
El fin de una era
La historia de la Antigua Taberna Queirolo sostiene uno de los capítulos que sirvieron para su trascendencia en la historia de los nacionales y de la misma familia que comenzó a manejar sus instalaciones.
En sus primeros años, el público que recibían era exclusivamente masculino, por lo que era poco probable ver la presencia femenina merodear por su local. Estos clientes fieles acudían en carretas o caletas para degustar de su reserva de vinos y piscos.
La popularidad e interés de los vecinos por ingresar y disfrutar de la atención causó que dirigieran su misión hacia otro camino. Lo que fue un local de saco y corbata, se transformó, abriendo la puerta a todos aquellos que desearan vivir una experiencia única, de atención, gastronómica y en la degustación de bebidas tradicionales.
Este enfoque modificó por completo su propósito en el distrito, convirtiéndose en un punto de encuentro para las familias, sin importar el género o la edad, todos eran bienvenidos. Esa pensamiento aún se mantiene vigente.
La implementación de un tranvía en la avenida Brasil se acopló perfectamente a su misión, ya que era más fácil que los visitaran una clientela diversas de distintas zonas de la Ciudad de los Reyes.
Descentralizando la tradición de los Queirolo
Cuando ya su nombre retumbaba, en 1963 se pensó en el futuro y la proyección de lo que sería el negocio familia. Esto inició un nuevo cambio, mudando los viñedos de la bodega a la provincia de Cañete. Las hectáreas se aumentaron y también llegaron a cubrir Ica con una planta de elaboración y envasado en Pachacamac.
La Antigua Taberna Queirolo se supo adaptar a los cambios de la ciudad y sus distritos, pero sin perder su esencia y el legado familiar que se ve reflejado en el local ubicado en la avenida General Vivanco. Sus paredes aún conservan las fotos de los fundadores, sus herederos y visitantes célebres que la consideraban su refugio.
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