Santa Rosa de Lima: La verdadera razón de la muerte de la ‘Patrona de América’

La santa peruana vaticinó su fallecimiento poco antes de que este sucediera.

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Muerte de Santa Rosa de
Muerte de Santa Rosa de Lima (Angelino Medoro)

Isabel Flores de Oliva, el verdadero nombre de Santa Rosa Lima, pasó una vida llena de experiencias ‘místicas’. Entre ellas, según afirmaba ella, fue capaz de hablar con Jesucristo y hasta escuchar la voz de del niño Jesús que la pedía como esposa.

Pero finalmente, la mujer nacida un 20 de abril de 1586 en Lima, no era más que un ser humano más que decidió dedicarle la vida al catolicismo imperante en la época.

Otro de los hechos por lo que es famosa Santa Rosa es por haber profetizado su propia muerte. Tal como lo haría el poeta César Vallejo en ‘Poemas Humanos’.

Comienzo del final

Pintura de Santa Rosa de
Pintura de Santa Rosa de Lima. Autor: Claudio Coello (Wikipedia)

En los últimos tres años de su vida, Flores de Oliva cayó enferma de una rara enfermedad. Fue de tal gravedad que los tres antes de acabar su vida los pasó en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del gobierno virreinal, y de su esposa María de Uzátegui. Y es que los dos eran amigos de los Flores, los padres de la futura santa.

Los historiadores señalan que una tarde, en la que Rosa y la señora Uzátegui sostenían una conversación, esta le dijo a su anfitriona:

“Ha de saber, madre mía que de aquí a cuatro meses he de hacer el viaje último. Los dolores de la enfermedad serán atroces y tendré una sed insufrible, y así desde ahora le pido por caridad que me socorra en aquel lance tan apretado. Prométame, madre mía de que no me dejará en aquel mortal incendio de sed sin darme agua cuando la pida”.

La promesa quedó hecha, pero María de Uzátegui quedó consternada por lo que acaba de oír. De igual manera, tres días antes de quedar postrada en cama de manera definitiva, uso sus últimas fuerzas para visitar una vez la casa de sus padres, entró en la ermita que había construido con su hermano cuando eran más jóvenes, y comenzó a orar. Entre sus peticiones, encomendó el cuidado de su madre a Santo Domingo. Todo esto mientras su progenitora la escuchaba a escondidas.

Las horas más duras

Retrato póstumo de santa Rosa,
Retrato póstumo de santa Rosa, realizado pocas horas después de su fallecimiento. El autor es el artista italiano Angelino Medoro.

La historia cuenta que el uno de agosto del 1616, Rosa comenzó a quejarse de unos dolores extremos. Cuando llegaron en su ayuda, la hallaron tirada en el piso. Entonces la levantaron y la metieron a la cama. El primer reporte médico señala que Isabel estaba pálida, sudaba frío, tenía la presión alta y el pecho oprimido.

La angustia de los médicos creció al día siguiente, pues no lograban dar con lo que realmente le sucedía. Entonces ella pidió al confesor que la acompañaba para decirle que “estaba experimentando los dolores de Jesús crucificado”.

Unos días después, el seis de agosto, Rosa sufre un duro ataque de hemiplejia y una parálisis que se fue haciendo progresiva la iba aquejando. Para colmo de males, todo se complicó con una pulmonía y fiebre alta.

Había llegado la hora de recibir el sacramento llamado la unción de los enfermos. También se dio un tiempo para pedir perdón a la familia De la Maza por todas las molestias que estaba causando.

El último adiós

Iglesia de Santo Domingo (en
Iglesia de Santo Domingo (en el centro de Lima), donde se encuentran los restos mortales de Santa Rosa. (visitalima.pe)

Con las pocas fuerzas que ya le quedaban, Rosa se despidió de sus padres, dio algunos últimos consejos a sus hermanos y a las hijas de doña Uzátegui

De acuerdo con el biógrafo José Antonio del Busto Duthurburu, pocos minutos después de la medianoche, Rosa le pidió a su hermano Hernando que la ayude a acomodarse. “Hermano, ponme bien que quiero descansar”.

Entonces cumplió con su pedido acomodándola sobre la almohada, ella puso su cabeza sobre la cabecera y agregó: “puede, hermano, irse que esto es ya acabado”.

Tras unos días más de angustioso calvario a Rosa sufrió un paro cardiaco para luego exclamar: “Jesús sea conmigo”.

Era un jueves 24 de agosto de 1617, cuando con 31 años, Santa Rosa de Lima dejaba de existir debido a la tuberculosis. Una enfermedad extremadamente mortal en aquello años.

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