El anonimato de dos jóvenes estudiantes se convirtió en la triste historia que todos los peruanos siguieron. Un abismo, ausencia de testigos y un cuerpo sumergido en lo inaccesible del Valle del Colca en Arequipa fueron los componentes que compusieron la odisea que iniciaron autoridades, rescatistas y familiares para intentar descifrar una desaparición que solo sumaba confusiones en el proceso.
El último día de marzo de 2011 se vio con vida por última vez al universitario Ciro Castillo Rojo García Caballero, quien para esa fecha tenía 26 años de edad. Él junto a su expareja, Rosario Ponce López (24), comenzaron una caminata por el mencionado destino turístico arequipeño.
Para el 4 de abril, varios días después de haber iniciado la ruta, los estudiantes fueron declarados como desaparecidos. Con el anuncio de no conocer el paradero de ambos, se inició una primera búsqueda de los aspirantes a ser ingenieros. Una brigada de rescate, conformada por 14 especialistas, fue convocada para seguir sus pasos, manteniendo la esperanza de que aún se encontraban con vida.
Algunos pobladores que se sumaron como voluntarios sostuvieron que era probable que hayan encontrado refugio en una de las cuevas del valle, con la finalidad de que no se conviertan en alimento de los pumas que habitan esa zona.
Luego de informarse sobre las condiciones del escenario natural, los especialistas tenían claro que no sería una tarea fácil, tomando en cuenta que el lugar es de difícil acceso y que resulta ser un recorrido complejo incluso para aquellos que tienen experiencia en trekking. Es así como se involucró a los perros exploradores.
Casi dos semanas después de haberse informado su pérdida, Rosario Ponce, estudiante de la Universidad Agraria de La Molina, fue encontrada en una de las quebradas cercanas al nevado Bomboya.
Su estado era deplorable, registrando un cuadro de desnutrición, contusiones y daños en sus órganos del sistema visual. Para su mejoría, fue trasladada de Arequipa a Lima, siendo internada en una clínica privada.
Hasta ese momento, no brindó algún tipo de aporte para hallar a Ciro Castillo.
El padre del estudiante —que se llamaba igual que su hijo— llegó a la zona segmentada, permaneciendo en Chivay, atento a todos los informes que daban las patrullas de búsqueda, que se convirtieron en seis, con el único deseo de que estos dieran la noticia de su hallazgo. Tras un pedido de la madre del ausente, Rosario García Caballero, el presidente de aquel entonces, Alan García, emitió una orden para que el Ejército apoyara de manera constante.
La mujer expresó que sentía que su hijo estaba vivo, mal herido, pero aún luchando por sobrevivir. “Siento que está llamándome”, dijo la mujer entre lágrimas.
Cuando Rosario Ponce recobró la conciencia y obtuvo la estabilidad en su salud, manifestó que su exenamorado, hasta lo que se conocía, aún se encontraba con vida, sosteniendo que su paradero podría estar entre los distritos de Tapay y Madrigal.
La prensa y público en general que estaba atento al caso —ya que era el titular central de todos los días— recibieron con curiosidad que el personal de investigación de homicidios y secuestros de la Policía Nacional del Perú (PNP) se involucre. Pero el rol que cumplieron fue el de cambiar la condición, de pérdida a desaparición para mantener la investigación abierta.
Durante este contexto, Rosario Ponce regresó al Colca, acompañada de su madre, un médico y psicóloga para colaborar.
En medio de la desesperación, el padre de Ciro Castillo declaró a los medios de comunicación que estaba dispuesto a pagar una recompensa de 10 mil soles para aquel que encuentre a su hijo. El panorama oscureció más los esfuerzos, ya que las llamadas falsas no dejaban de llegar.
Desde Lima y Arequipa, la familia del estudiante pidieron a las autoridades que no abandonaran la búsqueda.
El 3 de mayo de 2011 ocurrió algo extraño. Rosario Ponce no apareció en la citación de la Fiscalía para rendir su manifestación, la cual sería de gran ayuda para las investigaciones y recorridos a segmentar.
Tras 48 días de desaparición, encontraron algunos accesorios que levantaron otros análisis. Sumaron la búsqueda de rastros de sangre u otros objetos que sean determinantes. Los Sinchis, policías rescatistas de zonas agrestes, llevaron su experiencia, comenzando una nueva pesquisa en espacios aún no explorados.
A inicios de junio de 2011, los fiscales que tomaron el caso informaron que Rosario Ponce hizo una llamada los días que estuvo perdida en el nevado de Bomboya. Este dato los llevó a citarla para entrevistarla. Con la reducción del personal, el padre de Ciro dejó aclaró que contrataría personas para que apoyen a los efectivos que aún permanecían en el destino.
Llegó apoyo desde México. Antes de que culmine el mes, dos integrantes de la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca aterrizaron en Arequipa como parte de los esfuerzos para el hallazgo. Su equipo estaba conformado por los expertos y una perra labradora adiestrada en estos casos.
Para el 4 de julio, Jesús Fernández, presidente de la Junta de Fiscales, indicó que tenían la potestad de obligar a Rosario Ponce para que participara en la reconstrucción de la desaparición tras recibir varias negativas de su parte. Aunque no presentó un motivo claro, su actuar se justificaba por el impacto que le causó a su salud la pérdida en el valle, teniendo certificados médicos que la avalaban.
Tres días después, el padre de Ciro Castillo presentó de manera formal una denuncia contra la estudiante por el presunto homicidio de su hijo. El documento la acusaba directamente de su muerte.
Tuvieron que pasar varios meses para que la universitaria regresara a destino donde se perdió. Llegó con una hipótesis de lo que pudo ocurrir con su enamorado y contó que él la abandonó.
Este fue un periodo crítico, ya que el Ministerio Público sentenció que, de no encontrarse el cuerpo, se tendría que archivar el caso. El día 15, Rosario Lozada, la fiscal que asumió la investigación, viajó a la zona para recoger el testimonio de los pobladores que tuvieron contacto con la pareja. Antes de que culmine el periodo del año, se analizó la cámara fotográfica de Rosario Ponce, con el fin de determinar si hubo una manipulación o no de las fotos que se tomó con él.
Para el 16 de octubre, un equipo mixto de alta montaña informó a las autoridades el hallazgo de un cuerpo en la saliente de un acantilado cercano al nevado de Bomboya, el cual es conocido como Las Torres. Se trata de un abismo de 900 metros de profundidad, cerca a la zona donde se encontró a Rosario Ponce. El día 26, la necropsia y análisis correspondientes confirmaron que se trataba del estudiante Ciro Castillo, siendo la causa de su fallecimiento un politraumatismo severo.
Luego de 200 días de paradero desconocido, sus restos fueron recibidos por sus familiares en Lima.
Cuando se encontró el cadáver, el caso calificado como “complejo” llevó a Rosario Ponce a mantenerse vinculada con el proceso.
La fiscal Lozada llegó a una conclusión previa, indicando que la joven había empujado al estudiante. Para el 29 de mayo de 2013 se dio por concluida la investigación, y así, dando por cerrado el caso con archivamiento definitivo. Al no tener pruebas suficientes por el presunto homicidio, la universitaria no fue acusada por ese u otro delito.
El cuerpo del estudiante de Ingeniería Forestal de la Universidad Agraria fue enterrado en el cementerio MAFRE de Huachipa. El país lamento su partida, tomando esta historia como suya, compartiendo el dolor de sus seres queridos. Este relato inspiró la miniserie “Ciro, el ángel del Cola”, una producción para América TV, protagonizada por el actor Andrés Vílchez.
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