La escritora, actriz y directora de teatro Kathy Serrano adoptó el Perú como suyo desde que llegó en 1994. Ha forjado una carrera en la televisión, en el cine y en las letras nacionales. Después de su auspicioso debut con el libro de microrrelatos Húmedos, sucios y violentos, la autora publica El dolor de la sangre, una novela que atraviesa la migración, el recuerdo y el erotismo.
La fundadora de la Escuela de Escritura Creativa La isla, que comparte con el escritor Ricardo Sumalavia, conversó con Infobae, durante su agitada agenda mientras se sigue dedicando a sus tres proyectos literarios.
“Quiero seguir escribiendo. He encontrado la felicidad. El dolor de la sangre es una novela muy fuerte, pero he sido muy feliz escribiéndola. Fue un proceso muy bonito que empezó seriamente en 2018, luego le puse una pausa y, finalmente, fue como un volcán que explotó”, dijo la escritora.
—En El dolor de la sangre me llamó la atención cómo nos podemos ir olvidando las palabras que utilizamos en nuestro país cuando nos mudamos a otro, pese a que la mayoría de latinoamericanos hablamos el mismo idioma. Esto fue lo que le sucedió a Martha, el personaje principal de la novela, cuando regresa a Venezuela.
—Creo que eso tiene que ver con mi relación y experiencia con la migración voluntaria desde un inicio. Me fui de Venezuela a Rusia -cuando era la Unión Soviética- y allí viví en tres lugares. Con acentos, formas de relacionarse, religiones y costumbres muy diferentes. Y con latinoamericanos de todos los países. Yo compartía con una mexicana que si yo decía: ‘Tengo esta franela’; para ella no significaba lo mismo que para mí. También me pasó con varios peruanos cuando alguna vez me lamentaba que no había una ‘lechosa’, y me preguntaban qué es eso, y en Perú es una palta.
—De Rusia viniste a Perú, ¿no regresaste a Venezuela?
—Yo vine a Perú porque desde Rusia me salía mucho costoso ir a Venezuela. Me quedé en Lima y terminé haciendo otras cosas relacionadas a la actuación y comencé una vida aquí. Y en el día a día vas haciendo un esfuerzo para poder encajar. Para vivir en un país que no es el tuyo se vuelve algo inconsciente, es como si fuera parte de tu sobrevivencia; quieres armonizar.
—Ahora que comentas esto, los peruanos damos muchas vueltas para decir las cosas mientras que los venezolanos son más directos. Fue un choque cultural para los peruanos cuando los venezolanos migraron aquí por la dictadura de Nicolás Maduro.
—Es crianza. Cuando regresé de Rusia estaba muy delgada y usaba faldas largas, y una amiga me dijo: ‘Mija, es que tú ya no pareces venezolana, eres un gancho con un trapo colgado, te ves horrible’. Nosotros, los venezolanos, estamos criados para recepcionar esas palabras. Por supuesto, eso no se lo voy a decir a una peruana que se puede entristecer o enojar. Además, en la cultura venezolana está el sabor, el baile y la música…
—Está el humor caribeño. En El dolor de la sangre hay mucho de este humor en las conversaciones que mantiene Martha. Dentro del drama que hay en tu novela siempre está presente ese humor caribeño.
—El humor atraviesa toda nuestra ‘venezolanitud’: la alegría y la unión que hace un contrapunto con otros espacios que son más conservadores y serios. Recuerdo que cuando llegué a Perú me aconsejaron que no mueva tantos las manos o no que no sonría mucho. Tiene que ver mucho con la confianza.
—También está la situación de no ponerse en los zapatos del migrante.
—Yo creo que al ser humano le cuesta mucho ponerse en el lugar del otro porque nuestra memoria es frágil. Nos olvidamos que podríamos pasar por la misma situación en cualquier momento. Tengo la sospecha de que nacemos un poco malos y que, a medida que estamos en la tierra, es una escuela. Siento que el objetivo de la vida es salir mucho mejor de espíritus. El ser humano olvida que puede morir en cualquier instante, que no se va a llevar nada del planeta, que nos olvidan y nos pasamos deseando lo que tienen los demás.
—En El dolor de la sangre también hay estas escenas de violencia que Martha va recordando poco a poco cuando regresa Venezuela. “Volver a la casa de mamá. Volver a la casa donde pasó todo”, escribes.
—Tenía una obsesión con el retorno de una mujer a la casa materna. Nos han enseñado que la casa es el lugar más seguro del mundo, pero no siempre es así. Si vemos las cifras es el lugar donde se cometen las mayores atrocidades de todos los tipos. Los mayores monstruos pueden surgir de ese espacio. Hay hombres y mujeres que han sufrido violencia en el hogar y jamás lo van a contar porque cuando alguien sufre ese maltrato le transmite una vergüenza. Yo quería trabajar con un personaje que regresa al lugar materno obligada por las circunstancias que la empujan a llegar otra vez a esa casa.
—Yo sé que Martha es un personaje de ficción, pero, ¿cuánto hay de la actriz y novelista Kathy Serrano en este libro?
—Hay una combinación. Martha es la ficción que construí durante el pasar del tiempo y tiene cosas que absorbió de Kathy: experiencias, vivencias, algunas que escuché y vi. De algunas eché mano y me duelen, y otras que se han quedado a lo largo del tiempo. Yo viví un tipo de violencia cuando era niña, así como conocí el amor de mi mamá y la muerte de mi padre cuando tenía 8 años. Hay ciertas vivencias que son fuertes y difíciles, se quedan en el alma y se tiende a buscar una manera de transformar y sacarlas y, en mi caso, fue con la escritura de esta novela. Sí hay algunas cosas de mí en Martha y hay otras cosas de Martha que pueden representar mis temores y fantasías.
PRESENTACIÓN EN LA FIL
Kathy Serrano presenta su novela El dolor en la sangre, con la escritora chilena Nona Fernández, este sábado 23 de julio en la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL Lima 2022) a las 7:00 p.m. en la sala Abraham Valdelomar.
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