El castellano en tan rico y variado que es muy difícil conocer todas las palabras que existen en el diccionario. Es por ello, tal vez, que cuando nos encontramos con ciertas palabras nos podríamos confundir y creer que por ser parecidas tienen el mismo significado.
Ejemplos tenemos muchos como actitud y aptitud, emoción y sentimiento, o alimentación y nutrición. La misma situación ocurre con oír y escuchar, que son usadas indistintamente como si fueran sinónimos. Craso error.
Tal vez la confusión nazca del hecho en que ambas están relacionadas con la percepción de los sonidos.
Para empezar a marcar las diferencias, recurrimos al diccionario de la Real Academia Española y revisamos las primeras acepciones de cada una
Oír: Percibir con el oído los sonidos.
Escuchar: Prestar atención a lo que se oye.
Entonces descubrimos que lo que marca la diferencia más clara entre oír y escuchar es la voluntad. Es decir, mientras que para escuchar se necesita tener ganas de oír a alguien o algo, para oír basta con percibir por el oído el sonido de algo o la voz de alguien.
En ese sentido, el Diccionario panhispánico de dudas señala que “puesto que oír tiene un significado más general que escuchar, casi siempre puede usarse en lugar de este, algo que ocurría ya en el español clásico y sigue ocurriendo hoy”.
Sin embargo, también apunta que “menos justificable es el empleo de escuchar en lugar de oír, para referirse simplemente a la acción de percibir un sonido a través del oído, sin que exista intencionalidad previa por parte del sujeto; pero es uso que también existe desde época clásica y sigue vigente hoy, en autores de prestigio, especialmente americanos, por lo que no cabe su censura”.
Para que quede más claro que el agua, en teoría no sería correcto usar “escuchar” en lugar de “oír”, menos ahora que ya sabemos su significado, ambos términos se usan indistintamente sin que eso suponga un error.
No obstante, “escuchar”, o mejor dicho el proceso de escuchar, da pie a una definición mucho más profunda.
ETIMOLOGÍA DE OÍR
La palabra oír nos viene del latín audire (oír), el mismo verbo que nos dio palabras como audio, audiencia, auditor, auditoría, etc. El gran cambio, de audire a oír, nos dice que esta palabra es un vulgarismo y no un cultismo.
Las reglas de la evolución fonética que ejercen en este caso son:
• Cambio de diptongo tónico -au- (audire) a -o- (odire), como en taurus -> toro y pauper -> pobre.
• Pérdida de la consonante oclusiva sonora intervocálica d (*odire -> *oire), como en credere -> creer y fidelem -> fiel.
• Pérdida de la e final en el infinito (oire -> oír), como en amare > amar, facere > hacer y saccutere > sacudir.
ETIMOLOGÍA DE ESCUCHAR
La palabra “escuchar” viene del latín auscultare (aplicar la oreja) formado de auris (oreja). El segundo elemento del compuesto es de etimología discutida, pero se ha relacionado con la raíz indoeuropea klei- (inclinarse). Esta raíz es la que da en latín el verbo clino (inclinar) y sus compuestos declinare e inclinare.
Auscultare significa inclinarse para aplicar la oreja. De auscultare también la palabra auscultar. La palabra latina auris dio oreja por vía vulgar, a partir de su diminutivo auricula. Se asocia con la raíz indoeuropea ous-, presente en la palabra griega UTÓS (otos), usado en las palabras miosota y otoscopio. La raíz klei está presente en palabras como declinar, declinación, declive, proclive, inclinar, etc.
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