A poco de celebrarse la principal fiesta del calendario cusqueño, casi todo ya está listo para disfrutar de una de los eventos tradicionales más antiguos del Perú. Y es que a pesar de que el Inti Raymi tiene más de cinco siglos de existencia, es recién a partir de 1944 que esta fiesta se retoma, alcanzando la importancia que ahora tiene.
Pero la historia de esta celebración no ha sido fácil. Luego de ser prohibido en 1572 por el virrey Francisco Álvarez de Toledo, por ir en contra de sus propias costumbres católicas, tuvieron que llegar el escritor Humberto Vidal Unda y el artista cusqueño Faustino Espinoza Navarro para reactualizar lo que era la mayor fiesta religiosa del antiguo Tahuantinsuyo.
Vidal Unda se encargó de mover los hilos sociales y políticos para restaurar la fiesta. Mientras que Espinoza Navarro se tomó el trabajo de elaborar el guion de la puesta en escena.
Este último escribió los papeles del Inca y los diálogos del resto del elenco, enteramente en Qhapaq simi, que era un sociolecto del quechua cusqueño, limpio de castellanismos. Por esto se ganó el respeto y admiración de la sociedad de la época.
Para lograr su cometido, ambos intelectuales se valieron de la obra del Inca Garcilaso de la Vega y sus “Comentarios Reales”. Es gracias al “primer mestizo de personalidad y ascendencia universal que parió América”, según palabras del historiador Luis Alberto Sánchez, que Vidal Unda y Espinoza Navarro pudieron recrear lo que hoy es el Inti Raymi. De la Vega cuenta con lujo de detalle todo lo relacionado a la fiesta que fue recopilando a lo largo de los años.
Y es que a pesar de la prohibición del virrey Francisco Álvarez de Toledo, el Inti Raymi se siguió celebrando, pero ahora desde la clandestinidad, pues nadie quería enfrentar el feroz castigo que hubiese podido sufrir si es que era descubierto en medio de una celebración pagana para los conquistadores.
¿QUÉ PASABA?
Cuenta la obra que la entrada del Sapa Inca (el gobernador) a la Plaza de Armas o a la explanada del Saqsayhuaman siempre estuvo presidida por un grupo de “Acllas” que rociaban flores y a su vez estaban acompañadas de los “Pichaq”, que los hombres encargados de espantar con escobas de paja a los malos espíritus que podrían haber en el camino.
Las acllas eran mujeres muy bellas que eran escogidas de varios lugres del imperio para servir como fieles adoradoras y servidoras del Inca o al Dios Sol o Inti.
Como pasaba en cada presentación pública del inca, el máximo gobernante estaba siempre acompañado por su “kumillo”, quien era una persona jorobada y de baja estatura que llevaba consigo la ‘achiwa’. Esto era un instrumento que cumplía las funciones de paraguas o sombrillas y estaba hecha de colores.
Otra parte vital de la celebración del Inti Raymi se da con la celebración del fuego nuevo. Esto consistía en hacer cumplir la orden del Inca de apagar cualquier tipo de fuego que estuviera encendido en fogones o cualquier aparato similar. Este mandato supremo debía hacerse respetar en todo el Cusco y alrededores.
La idea de esta situación era que, en determinado momento, encender todo de nuevo con el fuego nuevo que era repartido desde una fogata a todos los fogones de la ciudad imperial.
Se dice que por esta tradición, es que las mujeres cocineras se volvieron expertas no solo en el arte culinario sino también en guardar el fuego entre las cenizas.
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