Todo aquel que haya pisado una cancha de fútbol, ya sea como profesional o como un simple amateur, sabe que mientras dure un partido cualquier cosa puede pasar. Así te enfrentes a un gigante o al más ínfimo de los rivales, en una cancha las posibilidades pueden igualarse o acentuarse a favor de uno. Pero hay días en que todo sale mal, no importa lo mucho que te puedas esforzar. El destino, y tal vez alguna mano negra, hará lo imposible para verte derrotado. Como aquella vez que Perú logró la peor derrota mundialista de su historia. Fue un humillante 6 a 0 ante Argentina, durante el la Copa del Mundo de 1978.
Luego de una primera ronda alentadora, donde Perú derrotó a Escocia por 3 a 1, a Irán por 4 a 1 y empató con la última subcampeona del mundo Holanda (hoy Países Bajos) sin goles; la expectativa por ver hasta dónde llegaría ese equipo dirigido por Marcos Calderón era realmente altas. Muchos soñaban con al menos pelear el tercer puesto y los más optimistas con disputar la mismísima final de la Copa del Mundo.
Clasificados a cuartos de final, a Perú le tocó integrar un nuevo grupo con la selección local, además de Brasil y Polonia. Vale recordar que para ese Mundial, tal como había ocurrido en Alemania 1974, la FIFA había decidido armar dos grupos para la segunda fase del torneo. Los ganadores disputarían la gran final y los dos segundos el tercer y cuarto puesto. En la otra llave estaban Holanda, Italia, Alemania Federal y Austria.
En la primera jornada, jugada en Mendoza, Brasil derrota a Perú 3 a 0 y Argentina hizo lo propio contra Polonia por 2 a 0. Decepcionante comienzo peruano, pero que también estaba en el presupuesto debido a la calidad brasileña y a que los nuestros comenzaban a mostrar los síntomas del desgaste físico impuesto por el rigor de un campeonato de esa categoría.
Para la segunda fecha, el partido que se lleva todas las luces es el que protagonizan Argentina y Brasil. Sin embargo, a pesar de lo que se ponía en juego esa tarde, medio boleto a la gran final, tanto albicelestes como vedeamarelhos dieron un espectáculo más bien mediocre y aburrido que terminó empatado sin goles.
Por su parte, Perú le decía adiós a cualquier pretensión de colgarse al menos la medalla de bronce al caer 1 a 0 ante Polonia.
LA FECHA DE LA INFAMIA
Para la última fecha, tanto Argentina y Brasil llegan con tres puntos. Si al final de la jornada sigue el empate en puntos, será la diferencia de goles quien decida al equipo que jugará la final de la Copa del Mundo.
Entonces, en una maniobra que hoy sería imposible de realizar, el comité organizador dispuso que sean los brasileños los que jueguen primero. De esa manera, los argentinos sabrían por cuantos goles tendrían que ganar a Perú.
Tal como lo declaró Juan Carlos Oblitas en su momento para la web Arkiv.com: “En estos campeonatos hay muchos intereses, hay demasiados intereses. Inclusive el señor éste, Masera —uno de los que formaban la Junta de Gobierno Argentina— declaró: ‘Argentina debe ganar y va a ganar el Campeonato Mundial’”.
Y el plan estaba en marcha. Brasil hizo lo suyo y derrotó a Polonia por 3 a 1. Su diferencia de goles llegaba a más 5. Argentina, que solo tenía más dos, entró al campo del ‘Gigante de Arroyito’ (Rosario) sabiendo que necesitaba cuatro goles de diferencia para jugar ‘su’ final.
Desde el pitazo inicial todo parecía normal. Hasta Muñante estrelló un remate en el arco defendido por Fillol. El propio Oblias tuvo su chance, pero su remate se fue ligeramente desviado. Tras el susto del comienzo, los locales recobraron la memoria y encendieron la maquinaria.
Ese primer tiempo apenas acabó dos a cero, el ‘Matador’ Kempes y Tarantini marcaron. Pero para el segundo tiempo, y con las tribunas rugiendo “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina”, los locales salieron como un huracán y antes de los 5 minutos de reiniciado el juego marcaron dos veces más. Kempes de nuevo y Leopoldo Jacinto Luque colocaba el necesario cuatro a cero. Más tarde caerían don tantos más (Luque y Houseman) para completar el encomioso 6 a 0.
¿QUÉ PASÓ?
Con el tiempo, muchas teorías se dieron a conocer, aunque de a poco se fue olvidando el asunto, hasta que fue el propio Ramón Quiroga dio una polémicas declaraciones al diario bonaerense La Nación, publicada el 8 de octubre de 1998, en las que insinúa que varios de sus compañeros habían recibido dinero para no poner todo el esfuerzo necesario y que se dejasen ganar.
“De los que habrán agarrado la guita (dinero) varios murieron y otros murieron para el fútbol, ¿te das cuenta? En ese partido jugó (Roberto) Rojas, un tipo que nunca había jugado. Él se murió en un accidente. Y a mí me explotó una bomba en un estadio y no me he muerto ¿te das cuenta? Marcos Calderón (el técnico) se cayó de un avión y se murió. Y nosotros le dijimos muchas cosas en el entretiempo”, señaló el ‘Loco’ aquella vez.
Vale recordar que Quiroga es un argentino nacionalizado peruano. Nacido en Rosario, justamente la ciudad donde se jugó el fatídico partido.
“Yo he analizado, veo que Argentina no es tan gran equipo como para ganarnos por esa diferencia de goles. Y los seis goles los han hecho dentro del área chica, prácticamente lo fusilaron a Quiroga. Cómo pasó, no lo entiendo hasta ahora”, señaló el actual gerente deportivo de la selección peruana, Juan Carlos Oblitas.
Aunque nunca se ha probado efectivamente que algún peruano haya recibido dinero por perder esa infausta noche, lo cierto es que el plantel entero recibió una visita inesperada en su camerino.
Y es que el mismo Jorge Rafael Videla, dictador argentino de esa época, entró a ‘desear suerte’ a los peruanos. Además dio un breve discurso sobre la hermandad latinoamericana y leyó un breve comunicado del también dictador peruano Francisco Morales Bermúdez.
Como cereza de esta torta, Videla vio a los peruanos acompañado del no menos siniestro Henry Kissinger, exsecretario de estado de Estados Unidos durante los mandatos de Richard Nixon y Gerald Ford. Además de ser sindicado como el ideólogo del Plan Cóndor.
La sola presencia de estos dos personajes era un mensaje en sí mismo. Eso les quedó claro a los que lo vieron.
“Lo vi a Videla en el vestuario y me dio asco. Tenía 20 años y no le di la mano”, afirmó Roberto Mosquera. “Cuando un Presidente de la República entra con esa prepotencia en el vestuario, están abusando de ti, porque no puedes hacer nada. Está usando su poder para someterte psicológicamente. Te sentís agredido, abusado”, recordó Mosquera en Telam.
Al final, todo seguirá cubierto con un velo de misterio hasta que alguno de los involucrados decida contar la verdad de lo que realmente pasó ese 21 de junio de 1978.
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