En la vida de Alianza Lima hay, hubo, y seguirán habiendo jugadores que se ganan un lugar en el corazón del hinchada para siempre. El defensa Sandro Baylón fue una de esas figuras a pesar de su corto paso por la institución blanquiazul. Todos los que lo conocieron siempre lo recuerdan con una sonrisa en el rostro, siempre callado, tímido, sin vicios y con una elegancia que no era usual para su puesto de defensa central.
Desde chico siempre fue muy tímido. Un alumno ejemplar al que le encantaba el deporte. El que fuera su profesor en su época colegial en la Gran Unidad Escolar (GUE) Mariano Melgar, Carlos Vela, lo recodaba con mucho cariño.
“En 1994 lo tuve en el curso de programación de Contabilidad. Era un chico aplicado que le encantaba el deporte en general, pero su madre trataba de impedir que ingrese a ese mundo. No pudo controlarlo. Además el chico no le causaba problemas. Recuerdo que también fue campeón en los 400 metros planos. Era un buen atleta, rapidísimo”, contó.
Es así como llega a las divisiones menores de Alianza Lima y comienza a formar una carrera. Luego de grandes actuaciones con el Bella Esperanza (la filial aliancista de aquellos años), fue promovido en 1997 para ser parte del equipo que pasaría a la historia del club.
Y así fue como hace 25 años debutó con la camiseta de sus amores en una temporada más que especial. Fue un sábado 20 de setiembre de 1997 cuando Alianza Lima debía enfrentar al José Gálvez de Chimbote por la fecha 8 del Clausura. Los victorianos disputaban la punta con Universitario de Deportes y con Sporting Cristal un poco más atrás. El triunfo era necesario.
El escenario no podía ser otro que el Alejandro Villanueva. Casi 7 mil personas llegaron hasta el recinto para ver cómo el equipo dirigido por Jorge Luis Pinto daba un paso más hacia lo que no podía conseguir hace 18 años: el título nacional.
En realidad, los chimbotanos no fueron rivales para los locales. Con goles del brasileño Marquinho (dos veces), Waldir Sáenz y Marcelo Bujica, los ‘grones’ ya ganaban 4-0 en tan solo 50 minutos. Y aunque el marcador no se movería más, todavía faltaba presenciar la historia desarrollarse.
Corría el minuto 71 y el DT colombiano decidió guardar a su compatriota Víctor Hugo Marulanda para el siguiente partido, que era en la siempre complicada ciudad de Cerro de Pasco ante Unión Minas. En su lugar entró un espigado y risueño Sandro Baylón.
Jugó los últimos 20 minutos de ese encuentro y los que presenciaron ese partido señalan que no parecía el debut de un chiquillo de solo 19 años. “Ese morenito parecía que tenía muchos partidos encima”, recordó después Alex Berrocal, personaje identificado hasta el tuétano con Alianza Lima.
Ese 1997, se dio el gusto de gritar campeón con Alianza Lima por primera vez. Y su carrera comenzó a despegar. Tanto que ya en 1999 dirigentes del Werder Bremen alemán habían mostrado interés en llevarlo a sus filas.
Justamente ese año, la temporada de fútbol peruano se impregnó de aliancismo. En su penúltimo partido, Baylón cogió un balón en ataque y logró convertir en el triunfo ante Cristal por 2-1. La celebración fue épica. Corrió hacia una esquina con las manos juntas simulando un rezo. Quedaría para la posteridad.
Luego la desgracia tocó la puerta del equipo victoriano, una vez más, y se llevó al buen Sandro. Pero solo su cuerpo fue el que nos dejó. Su recuerdo se quedó para siempre en los corazones blanquiazules. Tanto así que la imagen de la celebración del rezo fue usada para adornar un bombo de dos metros de diámetro que fue bautizado cariñosamente como Sandro. Hoy 25 años después, el recuerdo de Baylón sigue más vivo que nunca en las calles de La Victoria.
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