En épocas en las que Europa, y buena parte del mundo, se desangraba debido a la Segunda Guerra Mundial, la chispa del fútbol no se apagó nunca por Sudamérica. Y es que al obligado receso de la Copa del Mundo por la conflagración mundial, la Copa América se convirtió en esa llama que el deporte rey necesitaba para no convertirse en una víctima más de la insania nazi y sus aliados del malvado eje.
Ese sentido, el trofeo creado en una joyería peruana se convirtió en el objeto del deseo de muchas selecciones. Principalmente de las uruguayas y argentinas; reyes indiscutibles de América por aquellos años y candidatos de primera línea, si es que hubiese habido mundiales.
Pero algo ocurrió en 1939. El orden se rompió, pasó algo que nadie esperaba. Ni el más fanático de los hinchas pudo haberlo previsto. Un equipo entusiasta, bien estructurado, con ganas, pero sin la jerarquía de otros equipos se llevaría la corona. Tal vez, el hecho de jugar en casa les dio ese empuje de energía necesario para lograr lo que antes parecía un imposible. Perú se coronó en la Copa América de 1939. La primera de su historia. Así fue como sucedió.
Para la edición de 1939, la Conmebol escogió al Perú como sede. Era la tercera vez que nuestro país albergaba el torneo continental. Ya lo había hecho en 1927 (campeonó Argentina) y 1935 (Uruguay ganó). Esta vez, era la oportunidad de dar el batacazo y para eso no solo era necesario vencer a los demás rivales sino contar con un poquito de suerte. La misma que vino de manera inesperada, pues debido al auge que estaban ganando las ligas locales de Argentina y Brasil, ninguna de estas federaciones mandó a su combinado nacional porque no querían parar sus torneos por mucho tiempo. Más bien, Ecuador se animó a participar por primera vez de un torneo de esta índole.
Entonces, el favoritismo para alzar el trofeo era de Uruguay, y de Perú en segundo orden. Al ya mencionado Ecuador, se le sumaron Chile y Paraguay. Y con solo cinco participantes se dio inició a la decimoquinta edición de la Copa América.
Desde el primer partido, tanto ‘incas’ como ‘charrúas’ confirmaron que iban en serio. La blanquirroja le dio la bienvenida a estos torneos al seleccionado ecuatoriano goleando por 5 a 2. ‘Lolo’ Fernández, con un ‘hat trick’, y Jorge Alcalde, en otras dos oportunidades, marcaron los goles nacionales.
Días después, era el turno del debut y Uruguay tampoco tuvo problemas para humillar a los norteños por 6 a 0.
La siguiente ‘víctima’ de los peruanos fue Chile. Con un Estadio Nacional repleto, y un ‘Lolo’ Fernández enchufadísimo, Perú derrotó 3 a 1 a los sureños. El ‘cañonero’ se lució con dos goles (uno de penal) y el tercero lo hizo Alcalde. Uruguay también avanzaba galopante y también ganaron 3 a 2 a los chilenos.
El penúltimo paso para lograr el objetivo era el conjunto paraguayo. Y lo que se suponía sería un choque duro, se comenzó a abrir bastante rápido. De nuevo los goleadores del equipo, ‘Lolo’ (por dos) y Jorge Alcalde sentenciaron un 3-0. La ‘celeste’ tampoco tuvo mayores complicaciones para vencer 3 a 1 a la ‘albirroja’.
Fue el domingo de 12 de febrero, el día elegido para la última fecha del campeonato. Tarde soleada de carnaval. Frente a frente estaban los dos mejores equipos del torneo.
Con el arbitraje del chileno Alfredo Vargas, peruanos y uruguayos salieron al campo del Nacional a dejarlo todo. Los orientales por su título número ocho mientras que los peruanos buscaban su primer título continental.
Tal vez haya sido ese ímpetu de lograr algo inédito que les permitió a los peruanos salir más concentrados que nunca. Si bien ya habían salido campeones de los Juegos Bolivarianos apenas un año antes, la Copa América era otro nivel.
No pasó muchos minutos luego del pitazo inicial para que Jorge Alcalde abriera el marcador: corrían apenas los 7 minutos de juego y Perú se ponía 1-0. Uruguay intentó reaccionar rápido, pero la defensa nacional se plantó bien y aguantó los embates de un equipo que ya no contaba con la mayoría de sus héroes de París 1924 y Ámsterdam 1928. Ni de Uruguay 1930.
Esa falta de pericia en el ataque, y los desórdenes en la defensa, fueron aprovechados por los locales para marcar el 2-0 a los 35 minutos por Víctor Bielich.
Cuando todo hacía indicar que el primer tiempo acabaría así, el charrúa Roberto Porta puso el descuento a un minuto del final de esa primera parte. 2-1 y al descanso.
La afición expectante esperó más goles en el complemento, pero fue una lucha titánica entre los multicampeones uruguayos queriendo empatar y los peruanos resistiendo con alma corazón y vida.
Hasta que sonó el pito señalando el final del duelo y la felicidad inundó al país entero como nunca. Las celebraciones por el primer título continental del Perú se prolongaron hasta altas hora de la madrugada. A ritmo de guitarra, cajón y mucha garra, ese equipo se metió a la historia grande del fútbol peruano.
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