El jueves último, durante la interpelación a la ministra de Trabajo, Betssy Chávez en el Congreso de la República, hubo un hecho que llamó la atención. En su alocución, la legisladora Patricia Chirinos (Avanza País) leyó un discurso con sendas referencias al peso de la funcionaria interpelada.
La parlamentaria lanzó frases como “llenarse la boca”, “apetito de poder”, “Ancha, robusta e ineficiente”, “hinchada de arrogancia”, “se comió las citas” y “padece de gula de poder”. Si bien el contexto estaba referido a las críticas a su gestión, no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que las frases hacen alusión al físico de Chávez.
El discurso de Chirinos generó una serie de reacciones contrarias. De hecho, lo que hizo la congresista no es solo una broma de mal gusto. Este tipo de acoso, que estigmatiza a las personas con sobrepeso, pueden generar lo que se conoce como “fat shaming”. Un prejuicio común en muchos ámbitos sociales, que busca que una persona con un peso mayor al promedio se sienta avergonzada.
La activista argentina Lux Moreno -filósofa y autora de Gorda vanidosa: sobre la gordura en la era del espectáculo (Ariel)- señala que los prejuicios a los que se enfrentan los gordos son siempre los mismos: que no son sanos, no se ejercitan o no son ágiles, son vagos, solo son deseables en tanto fetiche pero no por su corporalidad diversa, son feos, entre muchos otros. Pero el problema, según el activismo gordo, es la relación que hace la comunidad médica entre gordura y enfermedad.
Un estudio realizado en el 2014 por la Facultad de Medicina de la Universidad de San Paulo, Brasil, reveló que entre un tercio y tres cuartas partes de las personas clasificadas como obesas son metabólicamente saludables. No muestran signos de presión arterial elevada, resistencia a la insulina o colesterol alto. Mientras tanto, alrededor de una cuarta parte de las personas sin sobrepeso tiene alguna de las enfermedades que se les atribuyen diariamente a las personas gordas.
“Lamentablemente el fat shaming está impregnado en la sociedad. En todos lados, no solo en Argentina. Muchos van al médico por cuestiones que nada tienen que ver con su peso, y los profesionales se focalizan ahí, y a veces el problema es otro. Esta discriminación genera mucha frustración”, describió a Infobae Sharon Haywood, fundadora y directora de AnyBody Argentina.
Para Haywood la responsabilidad y falta de conciencia también ocurre por la manera en la que los médicos y los profesionales de la salud abordan a sus pacientes: “La gordofobia está instalada en el mundo y los profesionales de la salud deberían tener cuidado para no hacer daño”.
“Me gustaría que la comunidad médica prestara más atención, porque uno puede estar sano independientemente de su peso. La salud es algo muy personal y cada persona es un mundo”, enfatizó la fundadora de AnyBody en Argentina.
Los prejuicios, la vergüenza del cuerpo a los ojos de la sociedad y de la comunidad médica son problemáticas instaladas a nivel mundial. De hecho, un estudio realizado en el 2008 por la Universidad de Florida, Estados Unidos, reveló que casi la mitad de las niñas de 3 a 6 años dicen que les preocupa estar gordas.
COSTO EMOCIONAL
El costo emocional de no cumplir con los parámetros es tan fuerte que muchos de los pacientes que van a un nutricionista no pueden pesarse mirando la balanza o se esconden detrás de capas y capas de ropa.
Para la médica pediatra especialista en nutrición Débora Setton (MN 78390), en la primera consulta, las palabras que utilice el profesional con el paciente tienen mucha importancia. “Como profesionales debemos evitar sobrepresionar; es muy importante ser cuidadoso con las palabras y ver por qué es que viene el paciente y personalizar la situación, intentar generar un vínculo de confianza para que la persona se sienta cómoda”, comentó a Infobae.
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