El territorio nacional ha sido la cuna de un gran número de héroes y heroínas que entregaron sus vidas en nombre del Perú. Entre estos personajes legendarios se encuentra José Abelardo Quiñones, quien protagonizó uno de los actos más valientes y sacrificados por defender nuestra nación. Aunque pudo escoger otro camino para formarse profesionalmente, desde muy joven despertó un interés en las naves y los viajes aéreos. Es así como decidió su destino, siendo reconocido como uno de los mejores de su era.
EL NACIMIENTO DE UN PATRIOTA
El peruano nació el 22 de abril de 1914, en el puerto de Pimentel, ubicado en Lambayeque. Se convirtió en el tercer hijo del matrimonio conformado por Don José María Quiñones y Doña María Juana Rosa Gonzales. Durante sus primeros años de vida, sus padres los formaron bajo el seno de una familia conservadora, pero sin restringirle su libertad. Él encontró un refugio en los campos norteños, donde podía ver el cielo sin ningún tipo de interrupciones.
Con éxito completó su instrucción primaria en el Colegio Nacional de San José de Chiclayo y continuó sus estudios en el Colegio de la Recoleta de Lima.
DECIDIENDO SU FUTURO
Al culminar su educación básica, no detuvo sus planes y decidido, se animó a postular a la Escuela Central de Aviación, ingresando con el título de Cadete. Su gran interés y curiosidad lo llevó a destacar entre sus similares, quienes fueron testigos de sus extraordinarias habilidades para el pilotaje y recepción de las enseñanzas. Es así como sus superiores le dieron la gran oportunidad de hacer su primer vuelo en solitario con apenas 4 horas y media de instrucción. Con este récord en su historial, egresó con la promoción “Comandante Raguz”, recibiendo su despacho de Alférez de Aeronáutica. Para despedirse de sus instructores, hizo lo imposible al sorprenderlos realizando un vuelo invertido a un metro del suelo
José Abelardo Quiñones se retó asimismo para ser el mejor en su especialidad. Con esa confianza única que tenía a su labor marcó un camino de éxitos. Desde su nombramiento como Oficial en el Escuadrón de Aviación Nº4 de Ancón, sumó méritos para su ascenso a la clase de Teniente en 1940. Su propio ritmo de trabajo lo arrastró a tener un espíritu nómada, el cual llegó a su fin cuando lo enviaron a Chiclayo como Piloto de Caza. Es en el norte del Perú donde formó parte del primer grupo de paracaidistas en la historia de Sudamérica. Junto a sus compañeros ejecutaron una rutina aérea con gran precisión, generando la admiración de los espectadores que acudieron a verlos.
EL NOMBRE DE UN LEGADO HISTÓRICO
Para el año 1941, Ecuador inició un conflicto armado contra el Perú por espacios limítrofes que no estaban delimitadas ni establecidas. La frontera norte fue agredida, causando una alerta nacional, la cual llevó a que el gobierno ordenara la movilización inmediata de las Fuerzas Armadas para controlar el acto violento y defender el atropello desmedido contra la soberanía. Entre los reclutados se encontraba Quiñones, quien era clave para las estrategias por sus habilidades. Por mandato oficial, cumplió múltiples misiones de reconocimiento, apoyándose en la tecnología que había llegado al Perú, realizó fotografías aéreas del frente ecuatoriano tras ejecutar movimientos arriesgados para esquivar los ataques ecuatorianos.
De acuerdo a la Orden de Operaciones N° 2 del 2 de julio, se planteó como objetivo la recuperación de la frontera, teniendo como principal equipo de ataque a los grupos de la aviación. Para reforzar esta acción, el Comando asignó a la Escuadrilla 41 para que cumpla la misión de atacar con ametralladoras y bombas el puesto de Quebrada Seca. Teniendo como referencia los testimonios escritos del 23 de julio, el equipo -conformado por el Teniente Comandante Alberti, quien la comandaba, los Tenientes Fernando Paraud, José Quiñones y el Alférez Manuel Rivera- despegó desde Tumbes abordo de aviones de Caza North American 50.
UNA VIDA POR EL PERÚ
Con el plan de acción ya determinado, procedieron a ubicarse sobre el objetivo para cumplir con el bombardeo al puesto ecuatoriano. Durante esta operación, el avión XXI-41-3, piloteado por Quiñones, fue atacado cuando efectuaba el descenso. La nave quedó seriamente afectada por las antiaéreas enemigas. El impacto terminó por prender en llamas al piloto. Aunque tuvo la opción de escapar con su paracaídas, eligió permanecer en su posición, manteniendo en equilibrio su máquina y se dirigió hacia el cuadro que inició el conflicto. Su objetivo, estrellarse y destruirla por completo.
Es así como llevó acabo su misión, perdiendo la vida por proteger el territorio nacional. En reconocimiento a su sacrificio, fue ascendido en el mismo campo de batalla al Grado de Capitán. La historia de nuestro país lo ubica en la trilogía heroica del Perú, conformada por él, Miguel Grau y Francisco Bolognesi.
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