Rodrigo Palacios se había cautivado con Wik, la ópera prima de Rodrigo Moreno del Valle. A partir de ese momento, el actor y el director comenzaron a conversar para trabajar en un próximo proyecto. Sin embargo, Moreno del Valle lo fue postergando hasta que un día lo llamó para avisarle que tenía un guion preparado -que fue variando durante el rodaje- y quería que fuera parte de la película LXI.
El filme peruano se trata sobre cuatro excompañeros de colegio (Cynthia Moreno, Rodrigo Palacios, Sebastián Rubio y Javier Saavedra) que vuelven a reunirse después de casi 20 años debido al suicidio de un amigo que tenían en común. Pese al gran apego durante la época escolar, cada uno decidió tomar caminos distintos por un episodio que les cambió la vida en la secundaria.
—Daniel, el personaje que interpretas es machista y homofóbico, ¿fue un gran reto representar a esta figura?
—Daniel no se parece en nada a mí. Y representa a un tipo de gente que se ha quedado en una etapa de su vida y no ha sabido madurar ni mirar más allá. Yo estudié en un colegio conservador y me he cruzado a 40 personas muy parecidas a Daniel. El ambiente era familiar, más no el personaje, pero tenía varias referencias; y pude utilizarlos durante el rodaje.
—Además, no quisiste caer en el cliché.
—Es muy fácil generalizar y estereotipar. Un reto, como actor, era que quería hacer este personaje más humano. Mi trabajo era no tipificarlo ni juzgarlo, sino entenderlo: por qué piensa o reacciona así. Cuando termine la película quisiera que el público no odie a Daniel, y ese es un gran reto que tengo como actor.
—En el personaje de Daniel se notó los antecedentes familiares para que se convierta en lo que representa en LXI.
—Quería que se entienda que mi personaje había sido criado de esa manera. Esto pasa mucho en las sociedades machistas, sucede de generación en generación, y si no piensas igual que tus papás eres el apartado de la familia, lo cual es muy fuerte. Es una cruz con la que cargamos los peruanos y latinoamericanos. Ese fue un gran desafío porque solo se explica entre líneas.
—¿Se podría decir que LXI fue una grabación entre amigos?
—Sí, me entusiasmó grabar entre amigos. Algunos nos conocíamos de otras grabaciones y con otros nos hicimos muy amigos en el proceso porque nos juntamos mucho para ensayar. Fue un equipo mínimo por el estilo de la película y había poco presupuesto (risas). Nos volvimos como una pequeña familia.
—¿Qué esperas de LXI?
—Espero que la vea bastante gente, pero no sé qué tan real sea eso porque aquí normalmente duran máximo una o dos semanas en las salas de cine, sobre todo, para películas independientes peruanas que cuenta una historia muy bonita, pero no necesariamente grande o comercial. Quisiera también que el boca a boca funcione y, sobre todo, que cale en el público. Hay muchos temas que se tratan en la película, sin decirse mucho, como la amistad, el amor y el suicidio.
—Como actor, ¿con qué te quedas de esta película?
—Con la amistad. Porque, pese a las diferencias de estas cuatro personas, se siguen queriendo, extrañando y se siguen tratando como si nada hubiera pasado después de 20 años de haber salido del colegio. Nos sucede a todos: yo me encuentro con amigos de colegio que no veo hace mucho tiempo y es como si nada hubiera sucedido; sí, tenemos más canas, estamos un poco más gorditos, pero el cariño sigue siendo el mismo. La amistad trasciende. Muchas veces tratamos de forzar a que los amigos piensen y actúen como nosotros, y creo que siempre debe existir la diversidad en la amistad.
—¿Cuál es tu visión del cine peruano actualmente?
—Falta dinero como en todas las industrias culturales del Perú. Si hubiera recursos para destinarlo a la industria también habría recursos para educar a los peruanos sobre nuestro cine; tendríamos mucho más promoción de la cultura y se construirían más salas de cine, entre otras cosas. Hay mucho talento y muchas historias por contar.
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