Todos los días hay decisiones en la política peruana que generan incertidumbre en la población. Puede ser el presidente Pedro Castillo estableciendo un toque de queda para un martes 5 de abril -que no sirvió para nada- o el Congreso de la República amparándose en una ley para bajar el precio al lomo fino, a la gallina de Guinea, al faisán y a otros productos importados que no son parte de la canasta básica familiar. Estas resoluciones, además de políticas y económicas, también ocasionan un impacto en la salud mental que, por cierto, aún se encuentra mal atendida por parte del Estado.
“No sabemos qué puede pasar mañana en nuestra situación sociopolítica. Los seres humanos tenemos que darle un sentido a nuestra experiencia para que sea razonable. La inestabilidad política nos pone en una situación impredecible y eso genera más angustia y ansiedad que lo habitual. Esa impredecibilidad, a la cual nos somete la política tiene un impacto económico que se traduce en cuánta gente vive del día a día”, comentó a Infobae el psicólogo Miguel Flores Galindo.
El jefe de la carrera de Psicología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM) explicó que durante el toque de queda que declaró el Gobierno habían comerciantes que dependían de sus ventas de ese día.
“¿Cuántas cosas se perdieron económicamente? Y eso es otro efecto de la impredecibilidad. No sabemos qué va a pasar con la economía; y, además, tenemos un golpe económico que nos pone en una situación de riesgo que afecta, especialmente, a las personas vinculadas a la depresión y a los temas de ansiedad. Es muy frustrante para estos comerciantes ver que sus esfuerzos no lleguen a buen puerto y que se arruine de una manera tan arbitraria”, aseguró.
El también psicoanalista opinó que el toque de queda del pasado 5 de abril fue un disparador de situaciones traumáticas para las personas que habían sufrido mucho durante la pandemia, esto “despierta automáticamente la angustia y el recuerdo de esa situación; y esa conexión con las vivencias pasadas multiplica el poder nocivo de estos estresores”.
“Aún cargamos con las secuelas de la pandemia que fue brutal. Y vivir este momento de inestabilidad política que viene desde un poco más de seis años se ha convertido en un vaivén constante y con el presidente Castillo no es más que el encrudecimiento de esta crisis”, agregó.
Para Flores Galindo, la salud mental en el Perú se encuentra en crisis hace mucho tiempo porque “la atención es mínima” y “solo 2 de cada 10 personas que tienen algún trastorno reciben atención”. También a partir de allí se debe analizar si la vigilancia que se está ofreciendo es adecuada. “Tenemos una demanda mucho mayor que el Estado que, en condiciones normales, no es capaz de atender”, dijo.
La única salida es “ampliar su capacidad de atención en temas de salud mental y eso implica invertir más”, aunque la sociedad civil se ha sumado con pequeñas ayuda, el psicólogo manifestó que la responsabilidad más fuerte tiene que ser del Estado peruano.
SALUD MENTAL EN EL PERÚ
El catedrático de la UARM expuso que las políticas de salud mental no están en agenda actualmente. No obstante, recordó que durante las elecciones presidenciales de 2021 era la primera vez que se integraba este tema en los debates porque “antes no se había hecho un cuestionamiento ni por asomo”.
“Hay mucho trabajo por hacer: de sensibilización y toma de conciencia sobre el bienestar y la importancia de la salud mental en términos de calidad de vida. No hay que olvidar que también genera un impacto severo en la economía: mejores índices de salud mental generan menos gastos, trabajadores más eficientes y espacios mucho más creativos y competitivos”, aseveró.
Sin embargo, Flores Galindo planteó que, aunque el avance a corto plazo de las políticas del Estado sobre la salud mental va a ser lento, pero hemos ido progresando porque “ha comenzado a ser relevante para la sociedad peruana”.
Pero esta misma sociedad también tiene a la salud mental muy estigmatizada.
El pasado 7 de abril, el presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres alabó la gestión de Adolf Hitler, uno de los genocidas más grandes de la historia universal. Ese mismo día, la tendencia era el establecimiento psiquiátrico Larco Herrera: varias voces pedían que internen al primer ministro allí por lo que dijo.
“Frente a lo que dijo el premier hay dos temas muy fuertes: la salud mental y la vejez, ambas muy estigmatizadas. Se cree que la atención en el Larco Herrera u otra institución mental es para quienes están ‘locos’, considerando que esa persona está completamente abstraída de la realidad y es disfuncional, algo que prácticamente no existe. La mayoría de los pacientes de los hospitales psiquiátricos son relativamente funcionales”, aseguró.
La atención psicológica no solo es para tratar patologías severas, sino que también es un “espacio de reflexión, crecimiento y desarrollo personal”, ya que “todos tenemos algo que resolver en nuestras vidas”.
“A este estigma se suma el machismo. Muchas veces juzgan a los que asisten a un psicólogo porque están ‘fallados’, y, según su pensamiento, esta persona puede contra todos y no necesita ayuda de nadie, lo cual es mentira: absolutamente todos necesitamos a ayuda. Nuestra sociedad, aun cuando está cambiando, sigue siendo muy machista. Creo que el punto positivo es que es generacional; en estos tiempos, los jóvenes que reconocen que tienen algún malestar psicológico recurren a ayuda”, concluyó.
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