Esta ha sido una de las semanas más críticas para el mandato de Pedro Castillo. A una huelga de transportistas debido al alto precio de los combustibles, se sumó un sorpresivo toque de queda en Lima y Callao que miles de personas desafiaron con una marcha contra el gobierno.
El periodista César Hildebrandt se refirió a esta situación en su sección ‘Matices’ en el semanario ‘Hildebrandt en sus trece’. En su columna ‘El fin de la historia’, el líder de opinión reitera que la solución pacífica a esta situación es que el presidente renuncie, tal como se lo pidió hace semanas. Su salida es una opción imperativa. La otra alternativa es la violencia, el caos, la ira que reúne a pueblo y turbas.
Afirma que la vicepresidenta Dina Boluarte debe asumir un breve gobierno de transición que convoque a elecciones generales de Ejecutivo y Congreso.
“Las encuestas coinciden: el repudio popular deslegitima a Castillo, remedo de presidente, y al conato de parlamento que también padecemos. No hay cómo sostener esta precariedad. A no ser que alguien esté pensando en una intervención tanquista de las Fuerzas Armadas, nadie en sanidad mental puede desear que Castillo siga gobernando y que el Congreso, deseoso de conservar sus privilegios, continúe acompañándolo”, apunta.
Sostiene que para enfrentar una coyuntura como la actual se necesitaba un gobierno eficaz. Se requería un líder que tomara decisiones, pero Castillo ha sido una constante decepción. “No es que carezcamos de un gobierno a la altura de las circunstancias. El gran problema es que no tenemos ni siquiera un gobierno. No es posible llamar ‘poder ejecutivo’ a esta junta de irresponsables desnortados que encabeza un hombre que cita las autopistas de Hitler como ejemplo de planificación”, sostiene Hildebrandt.
Para el periodista, es imposible esperar que Castillo haga las cosas bien, por su narcisismo, ignorancia y malas compañías “(Cerrón, sobre todo, que es su covid propio) lo arrastran al abismo. Sus deficiencias perceptivas le desfiguran el paisaje”.
Indica que Castillo es el hombre que fue elegido, sin fraude ni mancha, presidente de la República “que nos salvó del hampa fujimorista que la derecha, terca como una mula, volvía a solventar. El antifujimorismo votó por él y el rechazo al neoliberalismo aburrido y farsante completó la tarea”.
SIN EXCUSAS
Hildebrandt cree que es penoso que un gobierno de origen popular termine así y también asegura que hubo una conspiración mediática en su contra. Pero eso no justifica sus acciones. Pone como ejemplo al gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador que ha enfrentado al ejército de la prensa y la televisión derechista. Y pese a que enfrenta aguerridas conferencias de prensa, conserva el 66 % de respaldo popular tras cuatro años de gobierno y está a punto de someter la permanencia de su régimen a un referéndum.
Plantea otro paralelo con el expresidente chileno Salvador Allende, a quien la prensa le hizo la vida imposible. Pero aun en el año de su muerte, Allende ganaba elecciones.
“No hay complot derechista que pueda destruir a un gobierno de veras respaldado por el pueblo. La derecha pronazi de Chile tuvo que bombardear La Moneda y forzar a Allende al suicidio para deshacerse de un gobierno que conservaba invicto su respaldo.
Ese no es el caso de Pedro Castillo”, manifiesta.
En cambio, argumenta que la tarea de acabar con Castillo fue obra de él mismo. “Cada día, a toda hora, con cada presencia, el señor presidente de la República nos demostró con entusiasmo la cortedad de sus alcances, el carácter letal de su nulidad, su pavorosa vocación por el desatino, el fantasmal argumentario con el que fraseaba su ininteligibilidad.
Es hora de decir, desde la dignidad de los ciudadanos, que esto tiene que acabar”, apunta.
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