“Lina de Lima”: la película en la que Magaly Solier rompe su propio molde | CRÍTICA

La actriz fue premiada como Mejor actriz en el Festival de Cine de Chile por su papel en esta cinta.

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“Lina de Lima”: la película en la que Magaly Solier rompe su propio molde | CRÍTICA
“Lina de Lima”: la película en la que Magaly Solier rompe su propio molde | CRÍTICA

Cuando hablamos de migración pocas veces nos detenemos a ahondar en los migrantes. Discutimos y debatimos sobre ellos hasta convertirlos en el efecto de crisis que sentimos ajenas y sin darnos cuenta vamos quitándole parte de su humanidad. El cine también ha pecado de encasillar a quienes dejan su hogar en personajes destinados a afrontar desgarradoras peripecias y cohibirse ante el que está en una posición de poder. En cambio, “Lina de Lima” lucha por no ser una de esas películas gracias a su atrevido guion y la arriesgada actuación de Magaly Solier.

Lina, una inmigrante peruana radicada en Santiago de Chile, tiene dos objetivos durante la cinta: supervisar la construcción de una piscina en la nueva casa de sus jefes y complacer los caprichos de su hijo a quien verá cuando regrese al Perú para Navidad. Mientras que el primer caso la tiene atada al mundo real, por llamarlo de alguna forma, el segundo la empuja a soñar e idealizar escenarios producto de la nostalgia y la lejanía de su hogar. Es ahí donde entra el componente musical, el otro gran protagonista de esta película.

Un vals limeño, un panalivio, una cumbia y hasta un villancico sacan a Magaly Solier de su zona de confort y junto a coreografías, algunas mejor logradas que otras, despliega los anhelos e ilusiones de Lina. Solo en estas escenas es que las tomas adoptan una tonalidad que no se replica en aquellas destinadas al día a día del personaje, precisamente porque pronto descubrimos que es entre la música y los sueños que Lina encuentra su plenitud. Son el sonido, el ritmo y el movimiento sus únicos vínculos gratos que le quedan con el Perú.

El lado idílico de Lina busca complementarse con el que es más realista, pero no por eso menos atrevido. Al encontrarse sumergida en la monotonía del trabajo y desconcertada por el desinterés de su hijo hacia ella, los conceptos de madre y mujer empiezan a reconfigurarse para el personaje principal. Es ahí donde Solier muestra una faceta que sorprende. Con soltura la actriz interpreta a una mujer que va ampliando los límites de su sexualidad, deja de lado su tendencia a complacer a quienes considera cercanos y toma decisiones que días atrás ni hubiese pensado.

La convincente transformación del personaje no solo recae en la actuación de Solier. La guionista y directora del filme, María Paz Gonzalez, ha dotado a la historia de una estructura que le favorece: dos realidades paralelas que no se conectan del todo, pero se retroalimentan entre sí. Ambas han arriesgado mucho, por un lado Gonzalez con una mirada más amplia e intimista sobre una migrante y Solier al romper el molde al que nos tenía acostumbrados. Si antes mencionábamos a “La teta asustada” y “Magallanes” cada vez que se hablaba de la actriz huamanguina, ahora sucederá lo mismo con “Lina de Lima”.

Nota aparte:

Escasas son las veces que un filme nacional atrae por su historia y la banda sonora que la acompaña. Si bien no queda claro el porqué de la diversidad de ritmos siendo Lina oriunda de Huancayo, uno termina cautivado por los temas producidos por José Manuel Gatica y Alejandro Rivas y compuestos por la directora del filme, María Paz González, Cali Flores y la misma Solier.

Teniendo en cuenta que nuestra cartelera acostumbra ser indiferente con el cine local y latinoamericano, sería un error que quienes están detrás de la película no aprovechen su música para atraer a más espectadores a las salas de cine.

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