16 años después la novela Abril rojo (Seix Barral, 2022) de Santiago Roncagliolo es reeditada en Perú. El fiscal Chacaltana -personaje principal- está tan presente ahora como sucedió en 2006 cuando el escritor peruano publicó el libro y ganó el Premio Alfaguara.
Roncagliolo vive en España, pero siempre regresa a Perú, encontrándose con una realidad sumamente polarizada: estuvo en un conversatorio y una firma de libros con el expresidente Francisco Sagasti en una librería de Barranco, pero el evento tuvo que ser cancelado porque el grupo de ultraderecha ‘La Resistencia’ llegó hasta el lugar para intentar boicotear este acontecimiento.
“Yo he ido a presentaciones que han sido petardeadas por la extrema derecha. Hicimos una presentación en octubre y los grupos de ultraderecha la reventaron como usualmente se van contra las presentaciones de libros o cuando atacan a la prensa”, recordó el escritor peruano en esta entrevista con Infobae.
—Después de 16 años se lanza esta nueva edición de Abril rojo, ¿cómo ves al Perú ahora a partir de la reedición de esta novela?
—Creo que la novela es más actual ahora que cuando salió publicada. Cuando fue publicada hablaba del pasado, de un choque entre extremos que ya habíamos superado. Hoy en día, los debates en Perú son acerca del fujimorismo y Sendero Luminoso como si hubiéramos regresado a 1992. Abril rojo se ha vuelto una novela del presente.
—Cuando murió Abimael Guzmán hubo esta crisis en el gobierno que no sabía qué hacer con su cuerpo, ¿se ha dejado atrás el horror de Sendero Luminoso?
—Es casi el único debate que hay durante las elecciones: si vamos a tener otro Abimael o si necesitamos a un Fujimori; y no debatimos nada más. Hace cinco años discutimos cuánto va durar el presidente. Cuando hay crisis política y ya nadie cree en los políticos, es cuando saltan los extremos y presentan la idea que uno de ellos puede salvar al país.
—Algo así como Vox en España...
—En todas las partes del mundo está la extrema derecha cada vez más fuerte. Ahora en Europa tienen un conflicto porque han sido los socios de Putin tradicionalmente y esto ya no queda tan bien actualmente. Son fenómenos que están apareciendo mundialmente como si hubiéramos regresado a la Guerra Fría; solamente podemos definirnos cuando hay un enemigo que es algo con lo que supuestamente habíamos acabado. Es el fin de un sueño; el fin del tipo de democracia que empezó en la década de los 90.
—Entonces, la novela está más presente ahora que antes, pareciera que Abril rojo hubiera sido escrito en los años 90.
—No sé si esta novela se podría escribir ahora en Perú. Ya hay gente que rompe los afiches en las librerías porque sale la hoz y el martillo en la reedición de Abril rojo. Contar historias es un oficio muy peligroso en el Perú. Los periodistas que cuentan historias delicadas enfrentan cantidades absurdas de procesos judiciales porque los investigados pueden pagarlo. Cuando Abril rojo fue publicada por primera vez ya había sido la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), y hubo un tiempo en que los peruanos querían escuchar sus historias. El impacto de esta novela abrió un tema muy delicado que se debía hablar. Hubo una década así, pero luego llegó una reacción en contra, incluso contra los símbolos de los 80.
—El fiscal Chacaltana -personaje principal de Abril rojo- quiere hacer bien las cosas, pero en algún momento la realidad le explota en la cara. Pienso que este fiscal es como la sociedad peruana que, pese a que queremos hacer las cosas bien, la realidad nos estalla.
—Somos una sociedad que prefiere no hablar de los problemas y, por lo tanto, no los resuelve. Pienso que una de las cosas que hace que yo pueda escribir y mi trabajo tenga tanto impacto es que yo no viva en el Perú; no recibo las presiones que reciben muchos periodistas y escritores para contar las historias. A mí me parece que hay que escribir novelas de las que no se quiere hablar, los lados más oscuros de nuestras sociedades. Abril rojo es un libro que no te dice qué pensar, te manda a discutir y debatir; eso es lo mejor de las historias y es muy bueno en un entorno muy polarizado. Te obligan a ponerte en los pies de gente que no es como tú y explorar esa humanidad. Las novelas llegan al corazón. No son libros de historia que importan por la información que tienen. Al seguir a estos personajes te metes en su piel y en las cosas que han pasado como la violencia en Perú. Nos hace falta ponernos en la piel de la otra persona que no son como nosotros y aprender a convivir.
—¿Eso sucederá alguna vez en Perú?
—Si no somos capaces de ponernos de acuerdo en una democracia es cuando viene un grupo como Sendero Luminoso o un autoritarismo de derecha.
—Has vivido la dictadura, la guerra contra el terrorismo, el exilio y la inmigración, y vives fuera del Perú hace un poco más de dos décadas, ¿cómo ves el Perú desde lejos?
—Mis libros son una forma de regresar y plantearme mi identidad. El cariño de los lectores peruanos es muy importante porque significa que sigue importando lo que escribo. Soy mucho más pesimista ahora de lo que fui en casi dos décadas y me han criticado por ser ingenuo. La pandemia arrasó nuestras carencias, desnudó muchas cosas que no queríamos ver e hizo polvo nuestro sistema política. Tenemos una clase política que no termina de gustar, pero no tenemos otra. Necesitamos que se pongan de acuerdo. Eso también aleja al talento y a la gente honesta de la política porque si un gobierno va a durar dos meses significa que no hay un proyecto.
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