Una lucha interna durante la cuarentena, una ciudad que amamos y odiamos y Jorge Eduardo Eielson. Estos son los tres puntos que encierran el poemario Cuerpo en Cuarentena de Angelina Ferrero: hay mucho dolor -con el cuerpo y la vida- pero también hay esperanza como escribe en uno de sus versos “a veces/todos necesitamos/imaginar/una cascada”.
—Este poemario tiene mucho de Eielson, ¿cómo fue el proceso para empezar Cuerpo en cuarentena?
—Me atreví a jugar con la tierra de Eielson que es una eminencia. Esta es mi exploración poética. Cuando he reflexionado sobre mi proceso personal me acordé que durante la pandemia, con mucha presión, dejé el espacio pequeño en el que vivía y me mudé a la playa. Luego, cuando conecté con la escritura empecé a crecer internamente. He roto muros internos y me atreví, poco a poco, a escribir poesía. Estudié arquitectura y abrí un centro de yoga, pero la escritura comenzó a patear y sentí esa necesidad de comunicar.
—En Cuerpo en cuarentena hay dibujos expresionistas...
—Son trazos en los que no estoy mirando el papel; estoy mirando lo que estoy dibujando. Me puse la consigna de dibujar y mirar, y luego el dibujo me ofrecía información de lo que había visto. Era una búsqueda por soltar el resultado y entregarme a los procesos. Tuve una muestra con estos dibujos en Lima y los complementé con textos, los cuales son los primeros versos que escribí. Allí me fui desprendiendo del texto coherente para que las palabras vuelen al vacío y respondan a los impulsos sin la necesidad de una lógica. Llevé el curso de poesía con Luis Chueca en la maestría de escritura creativa de la PUCP y empecé con este proyecto. Me sentí muy cómoda escribiendo poemas porque vivíamos un tiempo tan incierto y fragmentario. Tenía el tiempo, pero me faltaba la concentración porque no había ninguna certeza de nada.
—Ahora que dices esto, me acordé de estos versos en tu poemario: “Nos estamos mirando el ombligo —te dijo/Nunca supo que lo escribiste en tu pared”.
—Yo vivía en un departamento de 45 metros cuadrados, estaba encerrada por la pandemia y usualmente tomo duchas muy cortas, pero un día de estos necesitaba una ducha extensa. Ese verso del ombligo me lo dijo un amigo, el actor Augusto Casafranca. Este libro no habla de la cuarentena, sí, lo escribo durante la cuarentena, pero hay una cuarentena interna y, probablemente, allí descubrí que hay un intento de escritora. La cuarentena fue una oportunidad para revivir muchas cosas como la infancia y liberarme de temas personales como el cuerpo.
—Era hora de soltar.
—Totalmente. Ese soltar se va dando de a pocos porque este cuerpo se muda a la playa, luego regresa la ciudad por una serie de acontecimientos personales que son dolorosos. Posteriormente, se va a la selva y, finalmente, se encuentra con esta ciudad que ha habitado este cuerpo por mucho tiempo. En Cuerpo en cuarentena intento acercarme más a la meditación o lo que suma la meditación en mi vida; la meditación es ese lugar sin nombre en el que nada cambia, ese anclaje que permite ver todo lo demás.
—¿Cómo materializas tus poemas con la meditación y el yoga?
—El yoga me ha dado muchas herramientas de introspección y autoobservación; y la meditación me ha dado quietud y he desarrollado esa cualidad de testigo para ver muchas cosas, esa condición de vacío te permite estar mucho más sensible. Muchas veces me abrumo con las ideas que tengo, sin embargo, con la poesía surge la idea y ya estoy escribiéndola porque trato que no se me escape. El bienestar, la salud mental y la claridad es un terreno fundamental para crear. Tal vez mi visión es muy distinta a lo que estamos acostumbrados del genio creativo: que siempre sufre y se mete todas las drogas del mundo, que también es un insumo de creación, pero creo que en la búsqueda del silencio también se puede crear. Aun así, hay mucho dolor en este poemario.
—Has contado que te mudaste a vivir a la playa durante la cuarentena, ¿qué es para ti Lima? (“Vuelvo a la ciudad/trágica que amo/hay más riqueza/y más mendigos/ella y yo/nos parecemos”).
—Lima es una gran caos que intenta ordenarse. Se come a sí misma todo el tiempo, es un ser vivo que muta. Amamos y odiamos Lima porque somos parte del caos. Siempre volvemos a Lima porque en ese desorden hay un encanto. El mar ha sido un escape del caos. La lucha interna es parte de los peruanos. Lima es un espejo de lo que somos y todos tenemos una pequeña Lima adentro.
—Cómo ha sido la influencia de Eielson en tu poesía.
—A Eielson no lo había leído tanto hasta que en la maestría nos tocó intervenir un poema y lo hice para darle un poco más de ligereza. La poesía, por más dura que sea, es el territorio del juego, podemos jugar con ella con total libertad.
SEGUIR LEYENDO