Efraín Gómez empezó a escribir Mavia, mi bálsamo con el recuerdo de su esposa que había fallecido de cáncer. Fueron tres años de aprendizaje a su lado, hubo muchos pasajes tristes y pequeñas alegrías. El camino fue complicado hasta que llegó la despedida, un adiós para siempre que el periodista lambramino expone en este libro testimonial publicado por Artífice Comunicadores.
—¿Cómo fue ese acercamiento para que comenzaras a escribir este libro testimonial?
—Hay dos cosas que me marcaron. La primera es que tres años antes que fallezca Mavia, un amigo me preguntó qué significaba para mí mi. Mi respuesta inmediata fue: Mavia es mi bálsamo. Con esa palabra resumía todo lo que sentía. Y la segunda es que cuando estábamos en el tratamiento, ella me dijo que me había ganado un ‘pedacito de cielo’ y esperaba que nuestros nietos -si algún día los tengo- se enteraran cómo había trabajado con ella en este proceso que es muy doloroso. Yo, como periodista, tengo mis apuntes y, a veces, me sentaba frente a la computadora y poco a poco iba escribiendo. Después de cinco años he publicado el libro. No es extenso, pudo haber tenido más páginas, pero creo que este es un resultado sólido. Es una manera de expulsar las penas, mis pesares y las malas angustias, y todo lo que he podido dar en este proceso de tres años.
—Es un proceso largo. En la introducción escribes: “Expreso mi expectativa de esperanzas por quienes atraviesan este doloroso camino, que muchas veces es irreversible, infranqueable y nos destina a una ruta sin retorno”. En pocas líneas dices bastante.
—Ese es el enfoque que le di. Escribir este libro me ha hecho más humano, más solidario y más atento con quien me cruzo cuando estoy caminando en la calle. También en tener fe. Ahora miro arriba y pienso que hay alguien que nos guía y es Dios.
—¿Antes no creías en Dios?
—Era como la mayor parte de católicos que solo asistimos a la iglesia en matrimonios, bautizos y velorios. Mavia era bien activa. Me acuerdo que recorríamos las siete iglesias en Semana Santa, pero yo no era devoto, sin embargo, esto ha cambiado; me he pegado al catolicismo y lo digo abiertamente.
—En el libro hay mucho dolor, sobre todo, cuando se llega a la parte final. ¿Se puede decir que todos los que hemos perdido a un ser querido llevamos el duelo a nuestra manera?
—Sí, es que tal vez no es un paciente de cáncer como fue en mi caso. Puede ser que haya fallecido por otra enfermedad o en un accidente, y nos choca mucho. Muchas veces qué no se hace por salvar al ser querido.
—Uno hace lo que sea por el ser amado.
—Así es. La presentación de Mavia, mi bálsamo fue en el distrito de Lambrama, en Abancay, donde nací y me crié. Estaba leyendo unos párrafos del libro y veo a un señor que comenzó a llorar con lo que relataba. Después de la presentación, este hombre de mediana edad se me acercó y me dijo que tenía a su esposa con cáncer hace cuatro años, pero no la atendía, o sea, estaba con ella, pero prefería que el médico se encargue. Segundos después me abrazó y comenzó a llorar. De alguna forma, en el entorno familiar hay algún pariente que está padeciendo una enfermedad.
LAMBRAMA, MIRADAS DE NOSTALGIA
—Hace un momento me acabas de comentar que naciste en Lambrama y, además de Mavia, mi bálsamo, también publicaste Lambrama. Miradas de nostalgia.
—Es mi lugar de nacimiento. El pueblo tiene mi historia: allí están mi niñez y adolescencia, y es el lugar al cual siempre busco retornar.
—Es un paraíso de costumbres: hay fiestas como la de San Blas, la Virgen y el niño Jesús.
—Por mi profesión he viajado durante cuatro décadas a varias partes del Perú. Cada pueblo tiene su propia particularidad tal como sucede en Lambrama, que es muy rica en cultura y tradición, pero se está cayendo por una imposición cultural. La modernidad, el desarrollo y el avance occidental hacen que sea diferente. Hay mucha contraposición cultural con los jóvenes de este pueblo.
—¿El objetivo es que no se olviden las tradiciones de Lambrama?
—Exacto. Hay una riqueza cultural. Es un pueblo típico al que no le prestan atención las autoridades y, como sucede en las campañas políticas, les ofrecen de todo, pero cuando llegan al cargo se olvidaron completamente. Volviendo a tu pregunta: se tiene que trabajar sutilmente en la escuela para que sepan que en Lambrama hay cultura y tradición.
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