Más de 60 puñaladas recibió María del Carmen Hilares Martínez de su hija, una joven de 18 años, estudiante de Derecho. La había querido envenenar, pero al final se decidió a asesinarla con un cuchillo. Su nombre sería portada en los siguientes días en distintos diarios y noticieros: Giuliana Llamoja, la matricida que había cometido el crimen con saña y odio contra su progenitora en la casa de la calle Las Magnolias en el distrito de San Juan de Miraflores. La chica rebelde, a quien muchos amigos y familiares decían que había que tenerle paciencia, había llevado a la muerte a la mujer que le dio la vida.
“¡La maté!, ¡la maté!”, gritó a su hermano Luis con la sangre entre sus manos. Su progenitora yacía en el piso sin moverse. Mientras su padre, el juez Luis LLamoja, recibía la noticia en una cama en un hotel de Buenos Aires donde estaba siguiendo un curso de actualización.
La relación entre Giuliana y María del Carmen era mala, tensa, nunca se llevaron bien, recordaron algunos conocidos cercanos a la familia que se habían arrepentido de no hacer nada antes, tal vez llevarla a un psicólogo o un psiquiatra, pero el homicidio ya estaba consumado.
En un día de marzo de 2005, la joven había estado probándose un nuevo vestido frente al espejo cerca de las 9:00 p.m. Apareció su madre para recriminarla. Y luego se comenzaron a lanzar gritos al aire, una discusión que no tenía fin.
Giuliana confesó a los policías que la víctima, que trabajaba como secretaria en una dependencia militar, había encontrado un sobre de raticida y pensó que su hija había intentado envenenarla. No se equivocó. La estudiante de Derecho había estado planeando este asesinato, pero se arrepintió.
Desde aquí todo es confuso. En la manifestación policial, la joven dijo que María del Carmen fue la primera que la atacó con un cuchillo de cocina. Giuliana tenía pequeños cortes y laceraciones en los brazos. Pero, según ella, pudo arrebatarle este objeto filudo y le devolvió el ataque: más de 60 puñaladas en todo el cuerpo.
Al ver muerta a su madre, arrastró el cadáver hasta un cuarto de baño y volvió a la sala. Pasaron dos horas. No había llamado a nadie ni había pedido auxilio para que socorrieran a la mujer. Nada. Solo esperó que su hermano Luis llegara para contarle, entre llantos y lágrimas, lo que había sucedido. Él se quedó en shock. El cuerpo de María del Carmen estaba bañado en sangre.
Pero también hay otra versión: un trascendido señaló que Giuliana había insultado a su madre al gritarle ignorante y le sacó en cara que no tuviera formación universitaria como ella o su papá y allí habría comenzado todo. La única verdad solo la sabe ella.
EL JUICIO
Con la sala penal llena de fotógrafos, periodistas y la familia de Giuliana Llamoja se empezó el juicio contra esta joven que alguna vez había ganado un concurso de baile en la televisión y que ahora se encontraba frente a un juez para determinar su pena por asesinar a su madre.
La matricida se defendió indicando que consideraba a su progenitora como “buena”, pero usualmente cuando tenía rabia y cólera se iba contra ella. “Me decía prostituta, tú no tienes enamorado, yo tengo a tu padre”, relató.
Giuliana no paró de llorar durante el juicio. Contó que su madre la quiso atacar primero, que se había apagado la luz cuando había intentado desarmarla y que había respondido a la supuesta acometida.
“No soy un monstruo. No tengo una mente siniestra. En ese momento no sentía que era mi madre, solo era una mancha negra que se abalanzaba sobre mí y quería evitar que me haga daño”, dijo.
Al prender la luz se encontró con el cadáver de su progenitora. No se movía; la había matado. Se bañó porque se sentía asquerosa, pero jamás pidió ayuda a nadie.
Se contradijo en algunas versiones: manifestó que no había intentado asesinar a su madre con el raticida, solo lo había comprado por una curiosidad: quería ver qué color tomaba este veneno con una gaseosa una vez diluido o ante las preguntas difíciles sobre el crimen solo respondió que todo se había nublado; lo mismo contestó cuando le pidieron explicar por qué metió todos los cuchillos de la casa en una bolsa y los tiró al jardín.
Giuliana también acusó a su tía Carmen Rosa de ser una mala influencia para la víctima. La defensa de la asesina pidió a la Fiscalía que procese a hermana de María del Carmn por instigación al delito de lesiones porque, supuestamente, había incitado a que madre e hija estén en constantes peleas, aunque este pedido no prosperó.
Los informes psiquiátricos esclarecieron la personalidad de la la homicida: sufre del complejo de Electra (fijación afectiva al padre) y demuestra una personalidad histriónica.
En el momento de la lectura de la sentencia, Giuliana estuvo llorando: 20 años de prisión. Además tenía que pagar una reparación civil de 30 mil nuevo soles a favor de los deudos de su madre. Antes de retirarse de la sala se despidió de su hermano Luis, de 12 años, ese familiar cercano que nunca más le volvería a hablar en su vida.
PRÓFUGA DE LA JUSTICIA
A Giuliana Llamoja le habían reducido la pena de 20 a 12 años que inicialmente le había impuesto la tribunal del Corte de Lima. Los vocales habían considerado que el arrepentimiento de la joven había sido sincero como atenuante para disminuir la pena. Tuvieron en cuenta que al momento que ocurrió el asesinato tenía 18 años de edad, por lo que la ley minimizaba algo sus delitos. La asesina estaba recluida en el penal de Mujeres de Chorrillos.
En 2009, luego de cumplir cuatro años de prisión, un tercio de su condena de 12 años, la mujer salió con semilibertad. Nadie se acercó a recogerla y los trámites de excarcelación los realizó la directora del penal. Esto estaba restringido a algunas reglas de conducta establecidas como que no podía cambiar de domicilio sin previo aviso del juzgado, debía continuar con su terapia psicológica, acreditar su ocupación laboral cada tres meses, comparecer en el juzgado cada 30 días a efecto de justificar sus actividades laborales y educativos, y tenía impedimento de salida del país.
Sin embargo, en 2012 no cumplió algunas de las restricciones mencionadas y se convirtió en prófuga de la justicia. Había este rumor que se había escapado a Ecuador. Su padre, como desde el primer momento, la siguió apoyando, pero su hermano Luis esperaba que siguiera en prisión hasta sus últimos días y lamentó que no haya aprovechado el beneficio de libertad.
La joven había desaparecido y su hermano culpaba a su padre, quien supuestamente tenía injerencia sobre ella. Ese mismo año, la Corte Superior de Justicia de Lima ordenó revocar la orden de captura contra Giuliana al no hallar responsabilidad en que la sentenciada haya transgredido reglas de conducta. La resolución advertía que el juzgado a cargo del proceso no cursó ningún requerimiento previo para apercibir a la sentenciada del incumplimiento de las reglas de conducta que se le exigían, lo cual era necesario.
Luis acusó a su padre -que lleva el mismo nombre- de tener influencias sobre el magistrado que tomó esta decisión porque era su “amigo cercano”.
POESÍA Y NUEVA VIDA
Cuando recuperó su libertad, Giuliana Llamoja se dedicó a la poesía, apareció en el desaparecido programa El Francotirador del periodista Jaime Bayly y le entregó una Biblia a la conductora de espectáculos, Magaly Medina. Abrió un blog de poemas (el último data de 2011), cantó en el Lawn Tennis con la intérprete cristiana Jaci Velásquez y publicó el libro El amor y la vía láctea.
En los últimos años ha mantenido un perfil bajo. Ha sido invitada a varios festivales de poesía y, según su Linkedin, es abogada penalista y está estudiando una maestría en Derecho Penal en la Universidad de Friburgo, en Alemania.
En su cuenta de Instagram -que es abierta- pone distintas fotos de su vida diaria, sus lecturas o los viajes que hizo a diferentes ciudades de Europa. Tiene una cuenta en Facebook y un canal de YouTube.
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