César Hildebrandt: “Miren el país que hemos hecho, aquel donde Keiko Fujimori y Pedro Castillo llegaron a segunda vuelta”

El director periodístico de “Hildebrandt en sus trece” explicó que no hay nombres que resalten en la política peruana como sucedía en el siglo pasado.

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César Hildebrandt escribió sobre Pedro Castillo, Keiko Fujimori y la política peruana.
César Hildebrandt escribió sobre Pedro Castillo, Keiko Fujimori y la política peruana.

César Hildebrandt escribió, como todos los viernes, su columna en el semanario Hildebrandt en sus trece. Esta vez fue titulada como “Consideraciones personales” para hacer un recorrido por su carrera como periodista y para analizar la política actual como fondo.

“No sé si elegí el periodismo como coartada para vivir o el periodismo, sobreestimándome, me cazó. Lo que sé es que hago esto desde hace demasiados años. Y, aunque suene solemne, siempre creí que estaba en el lado de los buenos. Ahora dudo. El periodismo, como la política, se ha vuelto territorio donde abundan los canallas”, aseveró.

El director del semanario recordó que empezó a los 17 años en el periodismo y que, en cierta manera, había pensando que “la prensa podría ayudar al país” para que seamos una sociedad un poco más civilizada, sin embargo, consideró que la prensa peruana “está atada a grandes intereses y estos aspiran a al eternidad”.

En el plano político, manifestó que hace más de 200 años, cuando fue la independencia del Perú, se sigue hablando de un ‘proyecto nacional’. “Somos un aborto multitudinario”, agregó y comparó cómo se encuentran las ideologías políticas de izquierda y derecha en el país.

“¿A qué proyecto nacional nos referimos? No hay respuesta. No lo tuvo el civilismo culto, menos lo tendrá la derecha de los López Aliaga y los Pepe Luna. No lo tuvo la izquierda de Pablo Macera y Julio Cotler, menos lo tendrá la del antiguo paporretero Vladimir Cerrón y mucho menos la del profesor Pedro Castillo. No tenemos un proyecto nacional. Nos hemos puesto en desacuerdo en casi todo y los partidos políticos, las fábricas de ideas, cerraron sus puertas y abrieron centros comerciales donde lo que más se vende son candidaturas. Luis Alberto Sánchez, Luis Bedoya Reyes, Fernando Belaunde son los abuelos de la nada”, escribió.

A los congresistas y al poder Ejecutivo -con Pedro Castillo a la cabeza- los tildó de personajes con “loros al hombro”. Culpó que nos encontremos así al “cociente intelectual y del grado de escolaridad de una buena cantidad de peruanos. Y hablo de peruanos de arriba y de peruanos de abajo”.

“Tenemos 200 años y no hemos presentado nuestra tesis. Moriremos en la universidad conversando en la cafetería, enamorándonos de quien ni siquiera nos mira”, expresó.

Tampoco fue ajeno a lo que actualmente se aprecia en la política peruana con los políticos de izquierda, derecha y centro.

“La derecha elemental quiere que nada se mueva y la izquierda vintage quiere un terremoto inacabable. El centro, que es la versión ilustrada del entendimiento, fue tragado por la tierra”, aseveró.

César Hildebrandt tuvo presente a Luis Miró Quesada de la Guerra, Alberto Ulloa y José Carlos Mariátegui, y confesó que, comparado con los mencionados, hay una “derecha iletrada está al frente de sus voceros” y al Amauta “lo quiso secuestrar, como marquesina en el teatro del horror, un asesino en serie que se creyó pata de Mao”, en referencia al líder terrorista de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán.

El periodista se mostró melancólico por el Perú: “En todo caso, miren el país que hemos hecho –aquel donde Keiko Fujimori y Pedro Castillo llegaron a segunda vuelta– y díganme qué somos”.

“Tiempos duros vivimos, lo que no quiere decir que debamos dejar de pelear por la justicia y la cultura, que son las dos batallas que la corrupción y la zafiedad nos han ganado”, opinó.

César Hildebrandt aseguró que se refugia en los libros y mencionó a algunos intelectuales que cree que ya no van a existir en el Perú como José de la Riva Agüero y Osma, Víctor Andrés Belaunde, José Carlos Mariátegui, César Falcón y Jorge Basadre.

“Fuimos un país donde los libros no nos eran ajenos y en el que las ideas podían discutirse. Ese amorío entre la política y la cultura, entre la aspiración y el buen decir, terminó. Ese país está muerto. Y nosotros no hemos hecho el duelo que nos corresponde”, concluyó.

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