Martín Tanaka: “Pedro Castillo no ha puesto sobre la mesa alguna iniciativa concreta en sus seis meses de gobierno”

El politólogo señala que el presidente debe definir qué rumbo desea para su gestión. Cuestiona que las denuncias y las malas designaciones no permitan debatir sobre temas más de fondo como reformas dentro del Estado.

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| Foto: CNN
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El presidente Pedro Castillo acaba de cumplir seis meses en el poder. Este corto tiempo, sin embargo, ha estado caracterizado por la falta de transparencia, los escándalos por malas designaciones y la ausencia de una hoja de ruta trazada por parte del Gobierno para implementar sus propuestas de campaña. El ruido político se ha trasladado a la confrontación con la oposición del Congreso de la República.

Frente a este panorama polarizado, heredado de la última campaña electoral, Infobae entrevistó al reconocido politólogo Martín Tanaka, quien menciona que la crisis política ha sido generada, en parte, por el propio Castillo quien no se anima a definir qué rumbo desea optar para su gestión. Actualmente se observa la consecuencia de esa indecisión: el 60% desaprueba al presidente. Y con la sombra de una vacancia que la oposición no ha descartado aún.

-Usted dijo, cuando realizó un balance de los primeros cien días del gobierno de Pedro Castillo, que su problema principal era su falta de definición. ¿Cree que el presidente está sometido a peticiones o presiones dentro de la izquierda peruana?

- Bueno, es una continuación de ese diagnóstico, pero con el agravante que ya ha pasado más tiempo. Últimamente se le ha visto presidente brindando entrevistas cuando no lo hacía como candidato. Un poco presionado por la opinión pública, tuvo que dar entrevistas, pero no salió bien parado de ellas.

- ¿Qué imagen dejó el presidente?

- Una preocupante falta de rumbo y una suerte de desorientación, ¿no? Él mismo reconoce en una de estas entrevistas que nadie lo capacitó o entreno para gobernar. Y que, además, ha señalado que gobernar le ha resultado mucho más difícil de lo que él se hubiese imaginado. Lo ha dicho explícitamente. Ahora, en medio de esto, quisiera añadir también que lo que lo salva al presidente es, paradójicamente, la polarización que él despierta entre la élite política.

- ¿En qué medida puede ayudarle esta polarización política?

- En el sentido que hay una oposición de derecha muy beligerante y maximalista. Efectivamente, está jugando con el escenario de la declaratoria de la vacancia desde el día uno de su gobierno. Y, claramente, están buscando cualquier pretexto para poder materializar esto. Creo que eso también genera en sectores más moderados un rechazo a esa oposición más recalcitrante. Entonces, el presidente está navegando entre estos dos extremos: un electorado que estuvo dispuesto a votar por él en la segunda vuelta, que seguramente en gran proporción se siente decepcionado, y en el otro con una derecha muy extremista y recalcitrante. Es por eso que ha logrado sobrevivir en medio de estos extremos por ahora. Creo que ya él debe tomar definiciones. Por ejemplo, una ilustración de las definiciones que debe tomar es el papel que juega la presidenta del Consejo de Ministros. La sensación que se deja es que no tiene buena comunicación con ella, quien parece estar amarrada sin posibilidad de avanzar.

- ¿Al no apoyarse en sus operadores políticos, Castillo contribuye a su propio aislamiento presidencial?

- El presidente está intentado quedar bien con varios grupos. Pero el problema es que la consecuencia práctica es que no queda bien con ninguno. No despierta la confianza ni el respaldo pleno de ninguno y, entonces, todos los apoyos que él recibe son muy condicionados. Y como él tampoco expresa respaldo a los diferentes grupos, ninguno puede desarrollar alguna iniciativa en alguna dirección. Por eso es que, más allá del discurso radical del presidente, en términos de políticas concretas no se ve que estén haciendo gran cosa, ¿no? O sea, prima mucho la inercia. Los ministros han estado como muy restringidos en su acción.

- Usted señalaba, antes de que Castillo asumiera, que debía trazar un gobierno que trabaje en iniciativas sectoriales y regionales. Esto, además, debía venir acompañado por reformas constitucionales. ¿Nada esto se cumplió por la falta de transparencia, designaciones cuestionadas y sin una hoja de ruta para gobernar?

- Sí, estoy de acuerdo con eso. La discusión política pública de todos los días está llena de denuncias, escándalos, desmentidos, pedidos de renuncia y así se nos han ido las semanas de estos seis meses. No hemos hablado de desarrollo agrario, sobre la reforma de la educación, del apoyo a las regiones del sur andino. De los temas sustantivos no hablamos porque también el presidente no ha puesto sobre la mesa alguna iniciativa concreta. Hace unos meses habló sobre una segunda reforma agraria. Eso sonó interesante, pero ya pasaron las semanas y no se ha materializado nada. O sea, solo quedó en un anuncio y en pequeñas iniciativas de muy bajo perfil. Necesitamos recuperar un debate más sustantivo sobre cómo reactivar la economía, desarrollar o combatir la pobreza.

- ¿Será que el presidente no plantea una política concreta porque, en parte, está muy mal rodeado? ¿Es incapaz de convocar a profesionales de otras tendencias más allá de la izquierda?

- Creo que podría hacerlo si tuviera la lucidez y la voluntad de hacerlo. Él tiene a su alrededor a un grupo que es muy de extrema izquierda y frente al cual no se siente en condiciones de romper. Ese es el grupo que le dice que hay que hablar sobre la Asamblea Constituyente, de la nueva Constitución, de refundar el país, de denunciar al neoliberalismo. Hay otro grupo que le dice que debe preservar la estabilidad macroeconómica y promover la inversión. Y tienes a otro grupo que habla sobre una agenda de derechos humanos. El presidente no decide tomar un rumbo definido en ninguna dirección. Los escucha a todos y les hace pequeñas concesiones. Por eso es que el barco no se mueve mucho. Avanza muy lentamente porque el timón va de un lado a otro.

- Mucho se hablaba también sobre la “humalización” para que Castillo pueda retomar el rumbo. ¿Observa que podría hacerlo?

- Lo que menos he visto en el presidente es tomar alguna decisión consecuente y con firmeza. Jugársela por algo. Uno de esos escenarios es de la “humalización”. Es decir, rompo explícitamente mi alianza con ese grupo de la izquierda más radical con la que llegue al gobierno y busco gobernar como una opción de centroizquierda. Hago una ruptura pública como lo que hizo Ollanta Humala. Bueno, ese es un camino con sus ventajas y desventajas.

- ¿Qué ventajas podría sacar?

- Le daría más estabilidad a su gobierno. Por supuesto que también tiene un lado complicado.

- ¿Cuál?

- Que sus electores se sientan defraudados. Que, digamos, el discurso del cambio ha sido traicionado. Entonces, esa “humalización” tendría que venir acompañada de también iniciativas concretas para su electorado para que no se sienta dejado de lado, ¿no? Creo que esa podría ser una opción, pero ese es un camino que debería seguirse conscientemente de sus ventajas y desventajas. Lo que es peor es que no toma ninguna decisión. Y no es que se esté “humalizando” sino que está primando la inercia, simplemente. Estos seis meses, visto en retrospectiva, no hay ninguna iniciativa importante y el debate político se ha llenado de denuncias y confrontación con la derecha más extrema. Uno, por ejemplo, abre el periódico en la mañana y se encuentra con que se desliza la posibilidad de que se puede acusar al presidente por traición a la patria por haber hablado que el Perú podría darle una salida al mar a Bolivia. Y esto es en parte por la declaración del presidente y es tomado por un representante de la oposición que dice que se le puede abrir un juicio político por traición a la patria. Me parece una exageración tremenda, pero eso es lo que concita el debate político.

- Muy aparte de las indecisiones del presidente, también está en que sus aliados no ayudan mucho. Usted decía que la coalición de izquierda que respalda a Castillo tendrá más fisuras en los próximos meses. ¿Esto debilitaría más al gobierno al no tener un bloque cohesionado en el Congreso que lo defienda y apoye en sus propuestas?

- Si uno mira el escenario parlamentario, dices que el presidente está en una situación medio extraña. Porque, para tratar de entender también por qué le cuesta tanto tomar decisiones, él necesita los votos de Perú Libre en el Congreso. Si Perú Libre se termina pasando a la oposición, podría declararse la vacancia del presidente. Entonces, me imagino que los parlamentarios le dirán eso al presidente de que los necesita. Porque, en caso contrario, él se cae. Esto te lo digo para bloquear iniciativas de vacancia. De otro lado, con Perú Libre no tiene mayoría. Para aprobar cosas, necesita construir una mayoría que viene de los votos de los otros partidos como Acción Popular y Alianza para el Progreso que hemos visto en los últimos meses. Entonces, ese es el gran desafío del presidente de asegurar la lealtad de ese sector de la izquierda, pero al mismo tiempo de tener los votos de estos grupos de centroderecha que son imprescindibles para tener mayoría. Ahora, ¿cómo se resuelve eso? Poniendo por delante una agenda concreta para abordar temas como en la educación, desarrollo agrario, tributación. Es decir, salir del debate ideológico para llevarlo al de las propuestas concretas. Esa es la salida que debería buscar el presidente.

- Pero se complica un poco si tenemos que sectores del Gobierno plantean también una agenda anti-reformista. En el Congreso, una parte de su bancada está en contra de la Sunedu, no se ha avanzado con la reforma policial y en Transportes está el cuestionado ministro Juan Silva.

- Sí, totalmente de acuerdo. De un lado ponía a ministros como Mirtha Vásquez y Pedro Francke, pero del otro el ejemplo que acabas de mencionar. El presidente trata de premiar a su círculo político más cercano y hace apertura a otros sectores de izquierda y centro de forma medida. El problema es que él se está dando cuenta que eso no le funciona. Porque sus ministros más leales le terminan fallando por incompetencia y conservadurismo. Muchos de ellos se ven obligados a renunciar. Ese es un patrón muy preocupante en los nombramientos que se hacen por retribución política antes que por objetivos de gestión. Hace días renunció Daniel Salaverry a Perú-Petro. Él es un ejemplo más de ese tipo de conducta. Voy a darle un cargo importante a una persona que me apoyó en campaña como una forma de retribución política, pero resulta pues que no tiene el perfil ni un objetivo claro para la institución. El saldo de esa maniobra es el descredito, la crítica y el desprestigio.

- ¿Qué tanto podría afectar la administración de Castillo al futuro político de la izquierda peruana?

- Lamentablemente, las últimas gestiones de la izquierda han sido muy decepcionantes. El último antecedente fue el de Susana Villarán en el municipio de Lima. Y ahora con Castillo en la presidencia es muy mediocre. Pero hay un tema más de fondo que también resulta preocupante que es el asentamiento de un discurso extremista de derecha que, obviamente, afecta a la izquierda y también a la cultura política del país. Cuando uno tiene a un líder de oposición como el almirante Montoya, quien dice que rendir homenaje a un monumento de todas las víctimas de la violencia es ser cómplice del terrorismo, pone en juego la credibilidad de la izquierda y las posibilidades de convivencia civilizada en el país. Tenemos un discurso de derecha que se está acentuando a través de personajes como Rafael López Aliaga, que es tremendamente conservador y excluyente.

- ¿Los desaciertos de la izquierda podrían contribuir a que el discurso extremista de la derecha siga calando?

- Lamentablemente, el liderazgo de la oposición al gobierno en el Parlamento está en esos sectores extremistas. Y esa es su apuesta política seguir avanzando. Rafael López Aliaga ha dicho que será candidato a la alcaldía de Lima. Ese sector tiene clara su estrategia y es muy preocupante porque su discurso es muy excluyente. Todavía se encuentra aislados, pero dentro de ese grupo se han radicalizado más.

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