Moche: huacos eróticos o la representación de la sexualidad con un estilo inconfundible

Una escultura inmensa de un hombre con un gran falo ha desatado en Trujillo una ola de comentarios. Pero, ¿qué hay detrás de esta figura?

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| Foto: Municipalidad Distrital de Moche
| Foto: Municipalidad Distrital de Moche

En el distrito de Moche en La Libertad (norte del Perú) una estatua con un falo de más de un metro es la nueva atracción turística del pueblo. El alcalde Arturo Fernández quiso homenajear a sus antepasados, la civilización prehispánica Moche y sus vasijas con figuras sexuales.

Sin embargo, este martes la escultura amaneció rota por un ataque de vándalos durante la madrugada.

Cerca de las 2 a.m., tres personas encapuchadas retuvieron con un arma blanca al vigilante de la escultura, según relató el alcalde de Moche a medios locales.

Los agresores agujerearon parte del glande del descomunal miembro, de más de un metro de longitud, luego de que la estatua se hiciera viral en redes sociales y se convirtiera en objeto de polémica por parte de sectores conservadores que la consideran inapropiada.

MITOS Y VERDADES

Pero, ¿qué se esconde detrás de estas figuras llamadas los huacos eróticos? La cultura Moche se desarrolló entre los siglos II y VII en el valle del río del mismo nombre. Si bien destacaron en los canales de riego y represas, son considerados los ceramistas por excelencia del Antiguo Perú.

Un dato relevante es que apenas el 2% de su obra cerámica eran representaciones sexuales, lo que desbarata la idea que tenían una fijación por el sexo. Se ha dicho mucho sobre lo que estas figuras querían expresar: que refleja la intensa actividad sexual de los pobladores, que tenían fines pedagógicos, o incluso que abusaban de la hoja de la coca.

Un artículo de hace unos años de la revista Rumbos hace referencia al arqueólogo e historiador Federico Kauffman Doig, un incansable estudioso del Antiguo Perú, que se reía de tales teorías descabelladas. Para él, esas vasijas contienen un mensaje “mágico y religioso, y evidencian un arraigado culto a la fertilidad que surgió en una tierra avara y ruda, a la que sus habitantes primigenios lograron arrancar frutos solo luego de muchos esfuerzos”.

Otro destacado historiador fue Rafael Larco Hoyle quien dedicó un tiempo a estudiar estas piezas. Llegó a la conclusión que representaban una forma de control de natalidad, ya que exhiben penetraciones no vaginales, felaciones, autoestimulación o simplemente el mostrar sus genitales.

Kauffman y su colega Luis Jaime Castillo coinciden en que el sexo era practicado también como una extensión de las creencias religiosas, y asociaba la unión de los dos sexos a la fertilidad de la tierra, los animales y las plantas. Para los incas, la mujer era como la Pachamama, que para ser fértil necesitaba del dios macho de la lluvia, que la fecundaba con el agua.

También se conoce que los indios usaban hierbas para aumentar la fertilidad o para anularla. En los primeros años de la Colonia, en 1548, Polo de Ondegardo escribió: “Varones y mujeres usan hierbas y otras cosas creyendo que tendrán efecto en la generación y causarán la esterilidad”.

Entre esas hierbas habría figurado la mallunhua, que aún se emplea en algunos lugares. Los nativos de la selva recurren al sacha ajo, eficaz como abortivo, y a decenas de plantas más. Lo que demuestra que, respecto al sexo, los incas tenían también su propia sabiduría.

Mientras que para Larco las piezas de hombres con enormes falos, como el de la reciente escultura en el distrito de Moche, son figuras humorísticas.

Kauffman Doig refuerza la idea de la anticoncepción. “Es frecuente ver representaciones de coito per anum en el lecho mientras la mujer abraza un bebé. Esto refuerza la idea de que las madres de esa época no querían tener hijos mientras daban de lactar. He visto en las mujeres del campo, hoy, que evitan concebir luego del parto, por el hecho de que ven suspendida su producción de leche. En la época antigua no había manera de conseguirla de otra fuente. Curiosamente la leche de llama no era usada”, escribió.

Una escultura inmensa de un hombre con un gran falo ha desatado en Trujillo una ola de comentarios. Pero, ¿qué hay detrás de esta figura?

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