Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 en el Perú, el traslado de la educación presencial a la remota fue una decisión inminente por parte del Gobierno. Sin embargo, en el 2021, a casi dos años desde el brote del virus en Perú, los estudiantes peruanos siguen sin retornar a las aulas.
¿Ha beneficiado o perjudicado a la educación peruana? ¿Pudo haberse retornado a la presencialidad antes? ¿Cuáles son los retos para el 2022? Infobae Perú conversó con dos especialistas en Educación para responder todas las preguntas.
EL EFECTO DE UN AÑO SIN CLASES PRESENCIALES
El mes de noviembre, el Ministerio de Educación informó que 180 escuelas ya habían retornado a la semipresencialidad en Lima Metropolitana. Esto se realizó como parte de la “Movilización social por un retorno seguro a la escuela” y de la campaña “La promo vuelve al cole”. Sin embargo, esto también revela que aún hay un gran número de escuelas, universidades e institutos – públicos y privados – que siguen sin retornar a las aulas.
El especialista en Educación, León Trahtemberg, señala que las clases virtuales y falta de interacción personal han afectado negativamente la salud mental de los niños y jóvenes.
“A estas alturas todos los estudios psicológicos en estudiantes coinciden en que la falta de presencialidad ha aumentado los problemas de salud mental (depresión, ansiedad, soledad, tendencias suicidas, dificultad para dormir), ha debilitado las relaciones sociales (menos tolerancia con los pares) y está llevando al agotamiento propio de la conexión continua a la pantalla para fines para los cuales no fue creada, es decir, la enseñanza escolar”, describe.
A esto se le relaciona el deterioro académico, que según el especialista en políticas educativas y miembro del Consejo Nacional de Educación (CNE), Hugo Díaz, también ha decaído considerablemente a raíz de la virtualidad.
El especialista expresó que los datos de la última información proporcionada por el Laboratorio Latinoamericano sobre la calidad de enseñanza en el Perú demostraba que el país había tenido un avance considerable entre los años 2013 y 2019. Sin embargo, la pandemia y los problemas en la gestión del 2020 y 2021 habrían afectado los indicadores.
“Posiblemente, hayamos vuelto a la situación a principios del año 2000, donde estábamos en el tercio inferior de los países con más bajo rendimiento en América Latina”, afirma Díaz.
EL EFECTO DE LA INCERTIDUMBRE POLÍTICA EN LA EDUCACIÓN
En el 2021, el sector Educación tuvo 4 ministros: Ricardo Cuenca (gobierno de Francisco Sagasti), Juan Cadillo León, Carlos Gallardo (gobierno de Pedro Castillo) y Rosendo Serna antes de que termine el año. Sin embargo, tan solo en este nuevo gobierno, en cinco meses de gestión, la inestabilidad y los cuestionamientos del sector han sido muchos: desde las críticas por no iniciar el retorno a la presencialidad y el escándalo de la prueba de nombramiento docente, el cual resultó en la censura del ministro.
“Desgraciadamente, en el sector educación lo que ha sucedido es que ha habido una política y una administración muy inestable justo en los momentos en el que se necesitaba más estabilidad. Los cambios de ministro siempre traen cambios en funcionarios, desestabilizan la administración y eso es lo que ha sucedido”, menciona Díaz.
Trahtemberg también considera que estos problemas políticos perjudican las políticas educativas y, con ello, a los estudiantes. “El prematuro cambio del ministro Cadillo, que arrancó bien, y la reciente censura al ministro Gallardo, distrajo las fuerzas del MINEDU para concentrarse en el retorno inmediato a clases”, sostiene.
DESACIERTOS EN EDUCACIÓN
En 60 años, por el Ministerio de Educación han pasado 55 ministros. Esto, para León Trahtemberg “es un indicador de la imposibilidad de darle continuidad a una visión y presupuesta educativa para el mediano y largo plazo”.
El especialista sostiene que los ministros deberían apuntar a la innovación educativa y darle mayor autonomía a las instituciones educativas. Plantear que el Minedu dirija por su cuenta a los cerca de 100 mil colegios en el país podría generar una parálisis e insatisfacción en los docentes y estudiantes.
Por su lado, Hugo Díaz critica que los gobiernos hayan intentado implementar una sola estrategia para un país muy diverso. En el caso de la compra de computadoras y tablets, no se dio capacitación a los estudiantes, maestros y padres de familia; por lo que no benefició en gran medida y no se justificaron los más de 1,000 millones de soles invertidos.
“Para el área rural había que buscar otras fórmulas. Si no hay conectividad, si el Internet no llega por allí, entonces la inversión en textos escolares, por ejemplo, era importante y no se ha gastado un solo centavo en textos escolares el año pasado, ni este año”, manifiesta.
¿SE PUDO HABER REGRESADO A LA PRESENCIALIDAD ANTES?
Para el especialista Hugo Díaz, sí hubo momentos en los cuales se pudo volver a la educación presencial. “Había varios colegios, sobre todo en las ciudades, no solamente en Lima sino en las ciudades, que estaban en condiciones de poder hacerlo”, señala.
Sin embargo, con el trascurso de la pandemia y educación remota, alrededor de 370 mil estudiantes migraron de una educación privada a la pública. Entonces, colegios que pudieron haber cambiado de modalidad cerraron y las escuelas públicas, muchas ya con problemas de infraestructura, se saturarían de volver a las aulas.
TAREAS Y RETOS PARA EL 2022
El regreso a las aulas es, sin duda, la tarea más grande y urgente del próximo ministro de Educación. De momento, se ha previsto que estas podrían darse en marzo del 2022.
“Se requiere cambiar las normas restrictivas impuestas por los ministerios de salud y educación porque tal como están ahora, no facilitarán dicho retorno. Un tercer año de semiparálisis es un mal augurio para el logro del gran objetivo de dotar de una educación de calidad a todos los peruanos en edad escolar o universitaria”, sostiene Trahtemberg.
Por otro lado, Hugo Díaz resalta la importancia de la educación de los alumnos de quinto de secundaria.
“Las universidades van a tener que acoger a estudiantes que han aprendido el 15% o 20% de lo que debieron haber aprendido. Entonces, ¿cuánto va a impactar ese déficit de aprendizaje en la calidad de enseñanza de las universidades? ¿Cómo va a afectar eso en el estándar de calidad de los aprendizajes? ¿Cómo se hace para recuperar aprendizaje, de habilidades que necesitan para luego ingresar al mundo laboral?”, agrega.
Asimismo, sostiene que el año entrante no debería ser momento para pensar en cambios de curriculum o para hacer innovaciones en el sistema. Un regreso a las aulas sin mayores cambios sería más efectivo.
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