La gran mayoría de personas suelen presentar algún síntoma al contraer el virus de la COVID-19 y esto puede significar una alarma para que acudan a un médico, guarden reposo, realicen aislamiento y finalmente se mejoren sin contagiar a nadie y mucho menos propagar el virus. Pero no funciona de la misma forma en los niños.
Según un último estudio revelado realizado por la revista JAMA Pediatrics de la Asociación Médica Estadounidense, se reveló que los síntomas que “deberían” ser notorios para cualquier infectado por COVID-19, pasan casi desapercibidas por los niños.
Esta sería la razón por la que durante casi todo el período de la pandemia los niños nunca han sido incluidos dentro de los grupos de riesgo, pese a tener una edad muy corta y en aparente “vulnerabilidad”. Los estudios revelan que la edad en la que se encuentran significa contar con un bajo riesgo de complicación o muerte a causa de la enfermedad.
Dicho estudio contó con la participación de diversos profesionales y bajo la dirección de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en colaboración con investigadores de la Universidad de Salud de Utah (EEUU), la Universidad de Columbia y el Laboratorio de Virología de Marshfield.
Según Christina Porucznik, profesora de Salud Pública en la Universidad de Utah, recalcó que durante un gran período de la existencia de la pandemia se pensó que los niños no tenían la enfermedad por el simple hecho de no presentar síntomas. Esta hipótesis fue desplazada posterior al estudio.
“A menudo parecía que los niños no estaban enfermos porque no tenían ningún síntoma”, dijo Porucznik, quien además dirigió la investigación de 189 familias del lugar.
CONCLUSIONES
Al concluir la investigación, en la etapa de conclusiones se determinó que los niños y adultos tenían tasas similares de infección. Con una tasa de 88% de contagiados adultos, se evidenciaba que la mitad de los niños eran asintomáticos. Además se reveló que en los hogares con una o más personas infectadas, el riesgo promedio general de infección fue del 52%.
Se observó a cada participante por el lapso de 17 semanas y el informe incluyó un total de 21.465 personas-semanas de tiempo de vigilancia. Los resultados se dieron desde setiembre de 2020 hasta abril de 2021, antes de que surgiera la variante Delta en los EE.UU.
El universo de hogares analizados fue de 310, los que además contaban con un integrante menor de edad como mínimo. A todas las personas se les hacía pruebas de descarte para COVID-19 durante todas las semanas y además detallaban los síntomas que sentían.
Los investigadores indican que se realizarán más estudios para conocer las diferencias que se han presentado en los hogares frente a la COVID-19, el riesgo de infección actual en la población, conductas de prevención utilizadas en la actualidad, entre otras cosas.
Para Porucznik es necesario seguir realizando pruebas de vigilancia, evaluación de medidas para evitar la propagación del COVID-19 y medidas que los niños deben de reforzar para que no sean los principales transmisores de contagios y así proteger a todas las personas que los rodean, ya que las infecciones en ellos no se perciben; sin embargo, si la transmiten al tener el virus.
Últimamente se ha estado exigiendo el retorno a las aulas, sobre todo de menores edad; no obstante, en las últimas horas se ha mostrado un aumento de infectados al norte del país, llegando a saturar el total de camas UCI, y un aumento de contagiados en varios distritos de Lima. Sin embargo, se sabe que en muchos lugares la falta de internet y la precaria situación de muchas familias, hacen que el retorno a clases sea obligatorio, pero es solo en algunos lugares del país. En el caso de las zonas en las que sí hay acceso a internet ¿Será buena idea iniciar clases presenciales tomando en cuenta los últimos estudios realizados?
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