La mejor forma de conocer un país es a través de su historia. En un artículo, firmado por el autor Pablo Rodríguez Jiménez, se narra uno de los primeros casos de posesión demoniaca que se registraron en Perú, teniendo como base la documentación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima. En sus páginas se explica el extraordinario acontecimiento ocurrido en Trujillo y que intenta explicar el significado del demonio en la sociedad colonial. Aunque parece un relato salido de una película de terror, cada hecho se produjo en el norte peruano.
EL ORIGEN DE LAS POSESIONES
A inicios de noviembre del año 1674, una carta del comisario de la ciudad de Trujillo, dirigida al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, daba a conocer los espantosos eventos que atormentaban a las monjas que residían en el convento de Santa Clara. En el escrito, se precisaba que entidades malvadas se habían apoderado de los cuerpos de entre 23 y 26 monjas, lo cual generó una ola de miedo en la ciudad. Aunque no se precisó si estaban “endemoniadas, maleficiadas o hechizadas”, se realizaron jornada de penitencias y procesiones para brindar consuelo a las mujeres de fe afligidas por el demonio.
Se detalló que esta experiencia demoniaca se habría tratado de un “castigo divino” por los pecados cometidos. Esto solo intensificó el miedo de la población, que temía que se repitan estos sucesos en otras zonas.
EXORCISMO A LAS MONJAS
Siguiendo los testimonios del padre Francisco del Risco, confesor de las posesas, manifestó que anteriormente percibieron extrañas manifestaciones en las religiosas. Como un primer intento, él se encargó de ejecutar varios exorcismos con la intención de expulsar a los demonios de sus cuerpos, pero no fue suficiente. El número de monjas poseídas se incrementaba por lo que comenzó a llamar la atención de los habitantes, quienes acudían al convento para ver sus convulsiones, contorsiones, entre otras características de las posesiones.
Las monjas aseguraban que lo que estaban viviendo eran “retos” que Dios ponía en su camino a la purificación. Luisa Benítez, el primer caso de posesión en el entorno, era la que más sufría e insistía en que eran pruebas divinas y que “el dolor que le causaban, más la animaban a complacer al Señor”. Ella experimentaba una transformación en la que hablaba con una voz de niña, dulce y encantadora.
El nombre de Ana Núñez también cobró protagonismo al ser la otra religiosa poseída. Ellas llamaron la atención por su pasado, ya que ambas habían tenido experiencias paranormales, teniendo visiones y logrando captar presencias siniestras cuando eran tan solo unas niñas.
¿CÓMO ERAN ESTAS MANIFESTACIONES?
En el caso de las monjas de Santa Clara, los entes demoniacos colmaron su inconsciente con imágenes y visiones sorprendentes. En ocasiones estas iniciaron en la infancia o en la adolescencia, mucho antes de la epidemia diabólica. El demonio se manifestaba en forma de figuras oscuras de gran tamaño, sujetos lascivos y seductores que buscaban conducirlas al pecado.
En el artículo se explica que “el mal que padecían las monjas era un castigo divino. La posesión demoníaca era aceptada por el Señor para conducir al perfeccionamiento de sus espíritus”. Pese a que esta teoría era respaldada por hombres y mujeres religiosos, otro grupo lo trataba como una expresión de hechicería o bujería.
CULPA DE UN CURANDERO
Como se sabe, el norte del Perú también conocido por ser la cuna de chamanes y brujos. Entre los testimonios se destaca la presencia de un curandero, quien fue llevado al convento antes de que inicie esta ola de posiciones. El hombre tuvo como misión curar a una monja que estaba enferma. Para realizar su trabajo, se quedó a solas con la mujer, por lo que esto generó que se especulara que él habría tenido algo que ver con el despertar de los demonios en el recinto.
Otro relata detalla que habría sido la venganza de una novicia que renunció a su camino religioso, ya que solo fingió el interés en Dios para poder maldecir a todos aquellos que señalaron a su madre de bruja.
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