El papel del caballo en la vida cotidiana se ha visto restringido en los últimos tiempos, entre otras cosas, por el aumento del uso de máquinas. Sin embargo, estos adorables animales aún mantienen un lugar en el deporte, en el ocio y en nuestros corazones colectivos. Es que esta especie se ha entrelazado con la cultura humana desde hace miles de años, vinculándose con ciertos grupos humanos de manera estrecha y concluyente.
Establecer dónde y cuándo los seres humanos domesticaron a esta especie por primera vez se ha visto acelerado a través de las técnicas del estudio del ADN. En la actualidad, este rubro, de criaturas antiguas y modernas, está proporcionando respuestas. No obstante, el mencionado proceso de domesticación fue una serie compleja de eventos, y los detalles más intrincados serán difíciles y complejos de descubrir.
Los primeros humanos estaban claramente interesados en estos majestuosos animales, lo que queda demostrado por el hecho de que los caballos son el principal animal representado en el arte rupestre de la Edad de Piedra. Pero hay una gran diferencia entre la inspiración artística y aprovecharlos para la potencia, el transporte y el deporte.
Los caballos fueron una inclusión tardía al corral ya que una evidencia clara de su domesticación no aparece hasta hace unos 5.500 años. Sin lugar a dudas, el propio proceso fue causando modificaciones genéticas en los animales brindándoles espaldas más fuertes, que pudieran soportar el montarlos a través de largas distancias.
Esa línea de caballos domésticos también incluye un cambio en un gen importante en la regulación del estado de ánimo y logró que los animales fueran más dóciles y más fáciles de domar. Diversas personas de la región pudieron haber comenzado a experimentar con estos caballos hace unos 4.200 años. Los científicos atribuyen tentativamente la explosión en el transporte y la tecnología a caballo a las culturas del norte de Eurasia entre el 2100 y 1800 a.C.
Ese evento de domesticación fue solo el comienzo de una relación entre personas y caballos y sobre todo entre las personas y el ADN de los caballos. La gestión humana puede hacer cosas sorprendentes en los genomas animales durante milenios. Dejando a un lado esta historia tan particular, sin duda hay algo especial en la conexión caballo-humano.
La sensación de que este animal nos entiende y nosotros lo entendemos y transformarnos en una sola unidad, explica cómo nuestros ancestros humanos no pudieron resistirse a hacer de los caballos su mejor amigo, en la paz y la guerra, en el trabajo y el ocio. Eran, sin duda, una pareja para la historia.
En ese marco, resulta indiscutible el daño físico que se les provoca a los animales intervinientes en actividades como las jineteadas que jamás puede ser justificado en una supuesta tradición que tiene otros exponentes válidos que carecen del ingrediente nefasto del maltrato y la crueldad animal.
En diversas ocasiones, la Justicia ha reconocido a los animales como “personas no humanas sujeto de derecho”. No es superfluo destacar que nuestro país es pionero al respecto y que el debate en torno al derecho animal necesita que esa perspectiva se instale y generalice a nivel global en el pensamiento masivo popular.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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