Los gatos suelen ser independientes y tener una autodeterminación por fuera de los deseos de sus tutores, no obstante es posible lograr un mejor acercamiento a ellos si aplicamos ciertas normas de conducta en el vínculo.
En suma, se trata de entender mejor el idioma felino y actuar en consecuencia. A todos nos agrada estar relacionados con un animal cariñoso, afectivo y sobre todo demostrativo de ese afecto. Con el gato esto no siempre es posible.
El ejemplo más claro de animal cariñoso y sociable es, sin lugar a dudas en cuanto a especie se refiere, el perro. Los gatos también pueden llegar a serlo y de hecho cada vez son elegidos como animal de compañía.
Con el paso del tiempo, la epigenética, la relación entre las influencias genéticas y ambientales, aquello lo que se puede adquirir de generación en generación, ha hecho maravillas y muchos de ellos se han podido convertir en animales muy afectuosos y que conviven con otros animales sin problemas.
Este cambio tiene una explicación científica y que está relacionado con la forma en la que interaccionamos con ellos y su grabado en la descendencia.
Como ocurre con los perros, los gatos tienen en su vida un periodo que se denomina “de sociabilización” en el que se desarrollan las conexiones cerebrales más importantes y trascendentes que discurre desde las dos semanas de vida a las nueve semanas de vida según la mayoría de las opiniones científicas al respecto.
Es en este período en el que se va a determinar el carácter futuro del gato, en consonancia y vínculo con el bagaje genético propio de cada individuo. Pero lo más importante es este preciso período, más allá de la carga genética innata que el animal traiga.
Es por ello que si queremos tener un gato con el que se pueda convivir sin problemas habrá que esforzarse durante este tiempo para que transcurra del modo más agradable y rico en experiencias no traumáticas para el animal. En esta etapa de sociabilización debemos hacer lo posible para que los gatitos estén expuestos a diversos y variados estímulos controlados pero que no los involucren en situaciones de estrés de difícil resolución.
De ese modo, hay que tocarlos, acariciarlos en aquellas partes del cuerpo que les resulten gratas como la cabeza, sin muestras de cariño exageradas como los abrazos fuertes o los besos compulsivos, que pueden llegar a ser perjudiciales para el desarrollo y la evolución de su conducta futura.
Es en ese momento en el que hay que ponerlos en contacto con niños, con perros, con otros adultos y también con otros animales con los que vaya a convivir, como pueden ser los pájaros o los peces.
En todos estos casos debemos ser medidos y tratando de mantener claramente el control de la situación. Si la mayoría de todos estos estímulos durante este período fueron positivos, lo más probable es que el resultado sea un animal sin problemas de convivencia y una compañía ideal, sabiendo siempre que como gato que es, su comportamiento será propio de la especie especial y particularmente distinto al de un perro.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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