La automedicación es una práctica indeseable, ya se trate de nosotros mismos, como de cualquier animal de compañía. Automedicar puede significar agravar, y en algunos casos, complicar una enfermedad.
Por ejemplo, los perros no soportan la ingesta de paracetamol, que les puede producir un grave daño hepático, mientras que para el ser humano es de venta libre y de uso cotidiano.
Otro tanto ocurre con el ibuprofeno, que inadecuadamente el ser humano moderno usa sin consejo profesional la mayoría de las veces. En el perro su uso está vedado por las graves consecuencias secundarias que su consumo puede provocar.
Pero, si hablamos del gato, el planteo es mucho más estricto. Cuando se trata de medicarlo sin el aval de un profesional con una serie de medicamentos o sustancias, en la mayoría de los casos, tendremos la desagradable sorpresa que seremos los causantes de la muerte de nuestro querido compañero.
Los gatos son animales de desierto, y como tales, poseen un metabolismo del agua ahorrativo porque se trata de un elemento escaso, que involucra casi un circuito cerrado en su organismo. Por esa razón, siendo por su origen y evolución, animales de desierto, hoy nos resulta muy difícil observar a nuestro gato tomar agua. Es por eso que tienen una manifiesta tendencia natural a ahorrar agua, a recircularla metabólicamente en aras de un aprovechamiento integral.
De esa forma, la desintoxicación es algo más difícil que en otras especies y la concentración de un tóxico será siempre mayor que en otros animales.
Si a ello le agregamos una cierta característica particular de la especie en cuanto a su reacción frente a determinadas sustancias, veremos que al gato no debemos suministrarle nada que no sea estrictamente indicado por el médico veterinario de confianza, ni siquiera el más inocente de los medicamentos.
Los gatos mueren, sí, literalmente mueren, si se les suministra dipirona, una droga que se usa habitualmente en algunos medicamentos de venta libre en los seres humanos para bajar la temperatura.
Mueren, o enferman gravemente si toman contacto cutáneo o ingieren cloroxilenol (el famoso desinfectante masivo de “olor a limpio” que se vuelve blanquecino al agregarle agua al concentrado), lo mismo ocurre con la creolina (la no menos famosa acaroína) o en la mayoría de los casos, si se les da aspirina. Sí, aunque parezca mentira, la inocente aspirina, es un enemigo importante de todos los gatos.
En general, los gatos, se intoxican fatalmente con cualquier compuesto que en su fórmula lleve el grupo químico del núcleo benceno o fenol. Para ubicarnos químicamente, más del sesenta por ciento de los medicamentos humanos llevan fenol (o sea el núcleo benceno), como conservante en su formulación.
Por ello, la recomendación es muy clara, si bien “dicen que los gatos tienen siete vidas”, que no seamos nosotros los que se las quitemos todas de golpe, por medicarlo a espaldas de nuestro profesional de confianza.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
Seguir leyendo: