Cuando dos lobos se encuentran hacen toda la parodia de olerse, de mostrarse los dientes, e inclusive llegan a tomar actitudes y posiciones corporales de pelea. De hecho, simulan que se pelean, pero en realidad la sangre nunca llegará al río. Se pelean de verdad, pero no se agreden seriamente, es decir, que casi nunca se hacen daño corporal.
En los casos más extremos, el más fuerte, el más dominante, lo que generalmente es notorio a simple vista aún para los lobos, se pondrá en posición de dominio, con el cuerpo erguido, las orejas erectas y la cola tiesa, aumentando de paso la apariencia corporal como una forma de amedrentar al rival, y luego comenzarán las fintas y los escarceos con gruñidos y mostración de dientes, y cuando ya se sabe sin dudas cual es el superior, éste se ubicará por sobre el cuerpo del más débil que ubicado panza arriba, le mostrará la yugular en una actitud suprema de sumisión, luego de lo cual se retirará humillado, pero vivo, a tratar de hacer prevalecer su identidad en otra jauría, en otra oportunidad.
O sea que en los lobos se cumple todo un ritual perfectamente estipulado, con reglas fijas y precisas que no concluye en un ataque cruento si no en una decisión pugilística por puntos donde un juez inapelable que no está visible, define quién gana y quién pierde pero nadie sale herido en bien de la especie. Se cumple perfectamente el axioma aquel: “soldado vivo sirve para otra batalla”. A todo este proceso se lo llama: ritualización.
En los perros sucede lo mismo hasta el momento del ataque en el que la ejecución del mismo es real, tal vez por imposibilidad de escape y en este caso no sólo llega “la sangre al río” sino que también puede llegar a salir a borbotones de alguna herida.
Los perros se pelean muy en serio y llegan a herirse a veces seriamente, cuando lo hacen. Los perros ritualizan siempre y cuando el ambiente se los permita. Este es el caso de la ritualización de las peleas. La mayoría de los canes demésticos se pelean y se hacen daño. En su caso, se pelean por una hembra, para defender el territorio y por posición jerárquica, entre otras razones.
Un caso particular ocurre cuando dos perros o dos perras (es muy difícil que se peleen animales del sexo opuesto) se pelean delante del dueño. Esta pelea no ocurre de casualidad delante del dueño, si no que se pelean a propósito a la vista de él para dirimir quién es el que sigue en la jerarquía de la manada, cosa que para los perros resulta de vida o muerte , pues es una pauta que modifica su existencia entera.
Así, una vez que la reyerta ha concluido, quedará un vencedor y un vencido. Ignoremos al vencido y agasajemos al vencedor, caso contrario actuaremos como seres humanos, contradiciendo al código canino, con la consecuencia de que estos hechos se repetirán sin cesar hasta que para todos quede clara la supremacía.
El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
Seguir leyendo: