Cuando el zoólogo Konrad Lorenz viajó a Suecia en 1973 para recibir el Premio Nobel de Medicina por sus estudios sobre la conducta animal, lejos estaba de advertir la trascendencia de sus descubrimientos y aseveraciones. Describió, entre otras tantas cosas, un fenómeno —o mejor dicho, un proceso— que manifiestan todos los animales que pertenecen a una especie gregaria: el troquelado, impresión, imprinting o período sensible. Mediante este particular mecanismo graban o recuerdan marcadamente para el resto de sus vidas lo primero que ven, huelen u oyen al comienzo de su existencia.
De esta forma, el científico se llevaba a su mesa de luz huevos de ganso a punto de eclosionar y su cara era la primera que veían y olían estos delicados anserines. Es decir que el cuerpo del icónico Konrad Lorenz pasaba a ser para ellos la de la especie materna a la que seguirían durante toda su vida. Para comprobar si se trataba de un simple y mero proceso de influencia humana el que determinaba el resultado era necesario prescindir de cualquier relación con las formas. De esta manera, el experto recurrió a situaciones extremas como poner en consideración de los animales la visualización de una simple caja, descartando cualquier influencia de las formas o de la presencia de una persona.
Los resultados obtenidos fueron semejantes. El descubrimiento de este proceso natural permitió entender mejor los mecanismos de aprendizaje de los animales. Al mismo tiempo, Lorenz trabajó sobre la violencia y sobre algunas de sus manifestaciones para asegurar que no es agresivo aquel animal que nada tiene para defender.
Es muy probable que el complejo trabajo de Lorenz haya colaborado activamente en la domesticación, transformando la imagen del ser humano en la de la especie materna de muchos animales a lo largo de la historia natural. Particularmente en el perro, esta circunstancia que se llama período sensible transcurre entre el nacimiento y los cuatro meses de edad, y debe ser aprovechada para sociabilizar adecuadamente al animal exponiéndolo a los diferentes estímulos que el mundo que lo rodea le provee.
También es recomendable que sigamos cuidándolo de exposiciones peligrosas en cuanto a su protección inmunológica deficiente se refiere, pero construyendo un inventario lo más variado posible que le servirá en su futuro como un archivo de situaciones y de elementos que harán mucho más suelta y menos temerosa su existencia. Así las cosas, se forjará una especie de acostumbramiento a situaciones diferentes que sería imposible de arribar si ejecutamos el equivocado concepto del “aislamiento sanitario o encierro sanitario” que proponen algunos, descartando que un ser vivo es un todo completo e integrado entre lo físico y las emociones.
No por nada los perros han desarrollado estructuras cognitivas semejantes a las humanas probablemente como consecuencia de este fenómeno de la domesticación. Entonces regulan, controlan y morigeran sus impulsos y sus comportamientos de una manera muy similar a nosotros, casi como lo hacen los más pequeños. Un perro aprende a controlar sus actitudes como lo hace un chico, inhibiendo sus ganas de roer los muebles o de ladrar a las visitas, recordando rutinas y haciendo lo que dice su tutor.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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