Es muy común observar que los perros, sobre todo los que viven en un ambiente rural o suburbano, persiguen con ahínco ladrando enfáticamente a bicicletas, autos e inclusive a corredores de a pie. Persiguen y ladran a todo lo que se mueva delante de sus narices.
Esta actitud no la ejecutan por diversión, para molestar o simple entretenimiento. Esta actitud persecutoria tiene un claro sentido que está depositado en la más recóndita raíz cerebral que se remonta a sus ancestros lobos.
Los perros son animales que reaccionan en forma innata contra aquello que aparenta ser su amenaza en un principio y también reaccionan ante el movimiento despertando su instinto de reacción cacería.
A pesar de ser los animales compañeros del ser humano por excelencia, este comportamiento con todo lo que se mueve ha llevado a generar incidentes con resultados graves y hasta fatales cuando desde la amenaza se ha pasado a la acción.
El instinto de defensa frente a las amenazas es una de las características de los perros, por ende, siempre protegerán a los suyos y atacarán a los que supuestamente tienen intenciones de agredirlos o dañarlos.
Las motocicletas y bicicletas en movimiento son los vehículos más ladrados por los perros y cuando se detienen, los perros siguen con el mismo comportamiento hacia el conductor hasta que se distraen con otra actividad.
Lo que ocurre en este caso, es que el animal cree que el sujeto u objeto extraño ha llegado para invadir su territorio, celosamente custodiado y preservado siendo su único mecanismo de defensa amenazar como contrapartida al “invasor” mediante sus ladridos.
Por otro lado, el acto de ladrar no es lo único que hacen los perros para mantenerse a salvo, sino también persiguen a la supuesta amenaza.
Aquí se produce una clara división posible del comportamiento que sigue. Puede ocurrir que al ver que la amenaza se aleja de su lugar, suponga que su accionar ha tenido éxito y por eso abandone el comportamiento como si se desconectara un circuito abruptamente.
Pero también puede pasar que persista en su actitud amenazadora, ladrando y gruñendo llegando inclusive si se le da la oportunidad a agredir.
Esto se dará más frecuentemente en el caso de jaurías que actúen en conjunto. La consecuencia puede ser accidentes fatales inclusive ya que se desencadena la secuencia de la predación superando al instinto de defensa de la amenaza latente.
Estos comportamientos si bien se pueden corregir requieren mucho esfuerzo, dedicación y tiempo ya que afectan comportamientos innatos por lo tanto la mejor manera de prevenir accidentes es no permitir que los perros estén solos en la vía pública territorializando un lugar que no les corresponde.
Respecto del ladrido a una persona como advertencia, el miedo está entre las principales causas de esa actitud. Generalmente esto es consecuencia de un inadecuado proceso de sociabilización en la infancia, durante el período sensible y a posteriori de él.
Los perros además son capaces de identificar a una persona con miedo y ladrarle como advertencia.
Su olfato y audición mucho más desarrollados, como magnífico complemento de la lectura de la actitud corporal de la persona, sería una de las posibles explicaciones para su capacidad de identificar a alguien miedoso.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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