En el Antiguo Egipto los faraones adoraban a los babuinos como a un dios, una “imagen” opuesta a la que mantenían en su propio lugar de origen en el África subsahariana, donde eran considerados animales salvajes y peligrosos. Por ello, resulta increíble la historia del cabo Jackie, un primate que pasó a la historia por combatir como todo un soldado en la Primera Guerra Mundial.
La historia de Jackie comienza en 1910 con un granjero sudafricano llamado Albert Marr, quien encontró desorientado al babuino chacma afuera de su finca en Pretoria, lo capturó y lo adiestró para que le ayudara en algunas labores diarias.
Marr comenzó a tomarle cariño a Jackie y lo trató como a uno más de la familia. Sin embargo, en 1914 estallaría la Primera Guerra Mundial y con ello comenzaría un nuevo capítulo en la vida de esta dupla.
Cuando Albert Marr se dirigió a la oficina de reclutamiento de la ciudad de Pretoria lo hizo con una única condición: que el babuino también pudiera acompañarlo a la guerra; sorprendentemente, los oficiales lo autorizaron.
Los babuinos, también llamados papiones, son los antropoides más corpulentos sólo detrás de los simios; no suelen subir a los árboles y se caracterizan por tener una cara alargada rodeada de una gran melena que cae hasta los hombros; además, en manada son capaces de vencer a leones o leopardos, una cualidad que ahora sería trasladada al campo de batalla.
Un soldado sin igual
Cuando Albert y Jackie se incorporaron al Tercer Regimiento de Infantería de Sudáfrica (Transvaal) el babuino también comenzó a ganarse el cariño de los soldados, sobre todo porque actuaba como un integrante más de la brigada.
Usaba uniforme, encendía los cigarrillos de sus compañeros, se sentaba a la mesa y utilizaba sus propios cubiertos a la hora de comer, sabía estar en posición de “firmes” y “descanso”, saludaba a sus superiores, tenía su propio libro de paga y realizaba las guardias nocturnas debido a que poseía un oído agudo y un olfato desarrollado, lo que permitía alertar a la tropa si el enemigo se acercaba o se comprometía su ubicación.
El 26 de febrero de 1916 la brigada recibiría su “bautismo” de fuego durante la llamada Batalla de Agagia en Egipto. En el desierto, los otomanos y rebeldes libios se enfrentaban a la fuerza combinada del Imperio Británico (conformado por sudafricanos, australianos, escoceses, egipcios e ingleses).
En ese episodio, Marr quedó herido de bala en el hombro y tuvo que permanecer tirado en el suelo mientras el personal de enfermería lograba llegar hasta donde él estaba para atenderlo, sin embargo, como todo un buen amigo, el primate se quedó a su lado, le lamió la herida y le acarició el rostro, dejando sorprendidos al resto de los milicianos.
Ya recuperado, y con esa batalla ganada por parte de los británicos, el cuerpo militar de Marr cambió el tórrido sol de Egipto por los húmedos bosques europeos, en donde les esperaría uno de los enfrentamientos más sangrientos en la historia de la Gran Guerra.
La batalla del Somme
Era julio de 1916 y el final del conflicto bélico aún no se vislumbraba. Como parte de su estrategia para recuperar el territorio de Verdún (ubicado al norte de Francia), las tropas británicas y francesas propusieron romper las líneas alemanas ubicadas a lo largo del río Somme, con la finalidad de distraer a las tropas del Imperio Otomano en Verdún.
Sin embargo, las bajas de este enfrentamiento terminaron por ser superiores a las de Verdún, con más de un millón de muertos entre ambos bandos, por lo que se le conoce como la batalla no sólo más sangrienta de la Primera Guerra Mundial, sino una de las más inútiles, como se menciona en el libro “La Batalla del Somme” de Martin Gilbert.
Fue durante esta batalla que Albert Marr y Jackie conocieron la verdadera dureza de las trincheras al desenvolverse entre francotiradores, constantes bombardeos, gas mostaza, el frío y las ratas.
Con soldados agotados y cuestionándose cuándo sería el final de la guerra, el babuino se encargó de mantener la moral alta de la tropa, además, sus instintos animales fueron más útiles que nunca al anticipar ataques, lo que daba tiempo a planear algún tipo de defensa.
Luego de haber participado en varios enfrentamientos y salir prácticamente ilesos, un día no tuvieron más suerte.
Ignorando los gritos de Albert para que se pusiera en cubierto durante un ataque, Jackie comenzó a construir una barricada para proteger a su amigo de la metralla, sin embargo, estalló un obús cerca de donde estaban y los dos resultaron heridos.
Cuando llegaron los camilleros, el granjero estaba en el suelo inconsciente y Jackie seguía apilando piedras pese a que su pata derecha había quedado destrozada por completo. Luego de ser trasladados a un hospital, a los médicos no les quedó más remedio que amputar la pata del primate.
“Fue un espectáculo patético; el pequeño, llevado por su guardián, yacía gimiendo de dolor, el hombre llorando con simpatía: ‘Debe hacer algo por él, me salvó la vida en Egipto. Me cuidó cuando tenía disentería’. El babuino estaba gravemente herido. La pierna izquierda colgaba por jirones de músculo y tenía otra herida irregular en el brazo derecho. Decidimos darle cloroformo al paciente y vendarle las heridas… Fue muy sencillo amputarle la pierna con unas tijeras y limpié las heridas y las vendé lo mejor que pude. Se recuperó tan rápido como se había caído”, narró en su momento el teniente coronel RN Woodsen del Royal Medical Corps, según se recoge en el libro “Animales en la guerra” de Giorgio Bergamino.
Pese a que se recuperó más rápido que un humano, el babuino ya no tuvo tiempo de regresar a la Gran Guerra, pues se proclamó su final de manera oficial el 11 de noviembre de 1918.
Reconocimientos
Debido a sus hazañas, el soldado Jackie fue ascendido a cabo (el rango inmediato superior a soldado) y fue condecorado en 1920 con la Pretoria Citizen’s Service Medal (Medalla de Servicio de los Ciudadanos de Pretoria) durante un desfile de la paz.
Convertidos en celebridades, el granjero y el babuino se unieron a la Cruz Roja en una gira para recaudar fondos para ayudar a los soldados heridos en combate: vendieron fotos y apretones de manos. Una vez terminada la gira, la pareja de amigos regresó a la granja.
El 22 de mayo de 1921 un incendio consumió la finca de Marr y aunque él logró sobrevivir, Jackie no corrió con la misma suerte y falleció. Albert Marr murió en agosto de 1973, a los 84 años de edad.
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