Desde las culturas primitivas hasta nuestros días, perros, gatos y caballos, entre otros, constituyen motivos y modelos de una parte importante de las muestras de arte que conservamos en los museos, plazas y calles. El arte animalista es la representación de animales y se puede plasmar a través de diferentes formas de expresión.
La pintura y la escultura animalista parece tener un valor artístico inferior al de la representación de la figura humana y se las suele relacionar como parte y no como protagonistas de la representación del paisaje y del entorno. La primera escultura de animales conocida data del año 35.000 antes de Cristo (a.C.) y se trata de tallas con forma de pájaros, descubiertas en dos cuevas alemanas prehistóricas.
Justamente en la prehistoria se destacaron las figuras de animales -sobre todo en los muros- representadas en innumerables cuevas y abrigos de diferentes culturas, épocas y localizaciones. Dibujos, grabados y pinturas especialmente de bisontes, de caballos y de camélidos fueron moneda corriente en aquel entonces.
Más cerca de nuestro tiempo, en la escultura egipcia, era muy frecuente la representación de animales ya que eran una parte esencial de la iconografía de sus dioses (halcones, serpientes, cocodrilos, gatos, etcétera), así como una importante fracción de la propia escritura jeroglífica. Dos grandes pilares del arte animal fueron el arte persa y el etrusco, pues ambas culturas centraron mucho en ellos sus representaciones artísticas.
Qué culturas adoptaron el arte animalista
No se puede soslayar la escultura de animales sin hablar de La Loba Capitolina, una estatua de bronce que representa el origen divino del fundador de Roma, Rómulo, quién según dice la leyenda, mató a su hermano Remo para fundar la ciudad italiana. La estatua, en la que podemos ver a la loba amamantando a Rómulo y a Remo, data del arte etrusco, aunque los dos niños se los agregaron en 1471.
La cultura griega, por su parte, siempre tuvo a la figura humana como tema fundamental de su arte, pero también destacó a los animales -especialmente a los caballos- esculpidos detalladamente en bronce o en mármol.
Los animales son también parte de las civilizaciones orientales como en la China, en Japón o en la India, donde los vemos representados tanto reales como mitológicos. En este caso se pueden observar dragones y tigres (en China), langostas y gatos (en Japón) o elefantes (en la India).
Asimismo, existen esculturas animalísticas en las civilizaciones originarias americanas como maya, azteca o inca. Allí encontramos sobre todo pájaros y jaguares esculpidos en piedra y corporizaciones de criaturas fantásticas, como el Quetzalcoatl en el Templo Mayor de Tenochtitlán.
En el arte bizantino e islámico volvemos a ver abundantes creaciones esculturales animalísticas, como tallas en madera, obras de cerámica y orfebrería. En la época barroca y en el neoclásico es cuando volvemos a encontrar gran cantidad de animales representados en las fuentes de Roma y de Madrid, entre otras ciudades europeas.
Qué ciudades cuentan con esculturas de animales
En momentos históricos posteriores, las representaciones de animales adquieren mucho valor a nivel pictórico y escultórico, al tratar de plasmar al ser humano a través de su entorno y, dentro del mismo, a los animales.
Los animales siempre han tenido importancia como parte de nuestra cultura y de nuestra evolución. Un ejemplo son aquellas ciudades que están repletas de arte con sus figuras. No necesitamos irnos muy lejos. En Resistencia, Chaco -la ciudad de las esculturas- vemos dos estatuas de Fernando, un perro de verdad. Al decir de Hugo Di Taranto, autor de un libro en su homenaje, estos monumentos recuerdan a ese perro blanquito que era de todos y de ninguno y que fue en su momento el emblema de la ciudad.
Recorriendo Buenos Aires, en Jean Jaures y Córdoba, una estatua en bronce de dos Borzoi o Galgos Rusos inmortaliza a los perros del Morocho del Abasto, Carlos Gardel, en su barrio. Por último, escondida de la visión masiva, pero venerada por sus seguidores, dentro del Cuartel de Palermo de la Policía Montada, apenas fisgoneada desde la calle Figueroa Alcorta, desde afuera, aparece la estatua de Chonino, el héroe policial canino que generó el Día Nacional del Perro y es el único animal que tiene una calle en su homenaje en la ciudad.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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