Se dice que para entender a los gatos hay que saber y aceptar que son una especie de cazadores solitarios. Los gatos no son ni antipáticos, ni independientes y mucho menos traicioneros; son animales de compañía ideales, con los que podemos tener una maravillosa relación, muy estrecha y sobre todo respetuosa, siempre que sepamos cómo comunicarnos con ellos correctamente.
Para lograrlo necesitamos saber cuál es su lenguaje y cómo se comunican con nosotros, una tarea que descifraremos mejor conociendo sus claves.
Por ejemplo si queremos acercarnos lo mejor es hacerlo agachados y ofreciéndoles un dedo, como el primer paso de nuestro contacto.
Cualquier acercamiento deberá comenzar observando cómo se comunican entre ellos e imitándolos con paciencia, siempre respetando cuándo quieren y cuándo no quieren interactuar con nosotros.
El primer paso de conexión con un gato es casi un oxímoron que se traduce en ignorarlo con sutileza. Los gatos siempre se acercan a nosotros a su tiempo y conservando su espacio.
Si no los presionamos manteniéndonos detrás de ellos, seguro terminarán acercándose a nosotros e interactuando a la primera oportunidad.
Lo primero será agacharnos hasta ponernos a su altura, sentarnos en el suelo tranquilamente y quizás acostarnos de costado, para hacernos todavía más pequeños, volviéndonos menos amenazantes.
El parpadeo (“hacer ojitos”) resulta ser una señal de vulnerabilidad que puede animarlos a confiar en nosotros.
Una vez que estemos sentados frente al gato, lo que haremos es ofrecerles un dedo de la mano.
Los gatos al interactuar entre ellos, hacen primero un “nariz con nariz”, frotándose y oliéndose ligeramente, por eso es recomendable poner un dedo o la mano suavemente debajo de sus ojos, para que huelan y decidan.
Si el gato se siente bien y está cómodo dará señales muy claras de ello la primera de las cuales es el ronroneo. Otra señal es si cierran los ojos mientras lo acariciamos lo que implica que están disfrutando del momento.
En cambio, si el gato mueve la cola a un compás rítmico como diciendo “no me molestes”, al tiempo que aplana las orejas, gira la cabeza hacia otro lado y coloca su pata entre nosotros y él, nos está dando señales de que no está a gusto, y son previas a la agresión.
Una situación muy común con los gatos es la sobreestimulación por parte nuestra de la que el ejemplo más claro ocurre cuando se está acariciando a un gato, relajado y cómodo, y de repente, para nosotros, sin aviso, nos agrede.
Lo más probable es que nos haya estado avisando y no lo hayamos comprendido. A los gatos les es suficiente con estar cerca nuestro, no siempre necesitan el contacto estrecho.
Los contactos con los gatos, para que lleguen a buen puerto, tienen que ser cortos y con el límite siempre puesto por ellos. De esa forma podremos lograr la mejor relación y comunicación humano-felina.
Hay que tener en cuenta que la comunicarse los gatos lo hacen por medio de la comunicación o el lenguaje corporal, adoptando diferentes posiciones que expresan estados de ánimo y posibilidades de vinculación.
El maullido no es parte del lenguaje natural del gato, se desarrolló casi exclusivamente para comunicarse con los humanos. Aunque es difícil de creer, está científicamente comprobado que es así.
El único tipo de maullido dentro del lenguaje felino ocurre entre la gata y sus gatitos. El maullido del gatito suena lindo y entrañable, y lo utiliza para solicitar atención y cuidado de la mamá gata.
Una vez que crecen, los gatos sólo maúllan para comunicarse con los seres humanos. Maúllan porque lograron identificar que con esta forma de comunicación logran conectarse muy bien con los seres humanos y de esa forma satisfacer sus necesidades.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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