La mirada es esencial. Hasta que no obtiene la aprobación, Kira no se sube a la cama. Con un solo gesto, ella sabe que ya puede comenzar a jugar. Primero, se hace la dormida y luego levanta el hocico para jugar. Por un rato, ella será el paciente y un niño será su médico. Revisación mediante, el pequeño la “cura” con una inyección de fantasía. Contenta tras su sanación, “choca los cinco” con su patita y sale de la habitación del sanatorio moviendo la cola.
Este relato, que se trata de una simple concatenación de palabras sobre un renglón, es mucho más para Kira y cada uno de los pacientes pediátricos que la espera. Es que esta “médica de cuatro patas”, desde 2019, visita a bebés, niños y adolescentes internados y hace más amigable el ámbito sanatorial. Con su presencia logra que los pacientes expresen sus miedos, bajen la ansiedad y tengan mayor adhesión a los tratamientos.
Kira es una perra de raza Australian Labradoodle, mezcla de Labrador y Poodle, que actualmente tiene 3 años y desde cachorra fue entrenada en terapia asistida con animales. Desde 2019, forma parte del servicio de psicología en internación pediátrica de Swiss Medical Medicina Privada. Su compañera es la psicóloga Carolina Micha, quien la guía en el trabajo que realiza con pacientes pediátricos, desde bebés hasta adolescentes, en su recuperación o tratamiento.
Según la experta, “el objetivo de la visita es terapéutico. Kira no es simplemente una perra de visita. Hay una díada profesional-can con fines específicos. Luego de realizar la interconsulta con el equipo de salud, se plantean las necesidades de cada paciente, como por ejemplo la movilización con un horizonte de alta o la canalización de la angustia”.
Una vez que obtiene el aval del equipo médico y de infectología, Kira entra en escena como una mediadora y una facilitadora para lograr ese objetivo clínico-terapéutico que se pautó de antemano. Si un niño necesita una inyección y está muy reticente, ella se transformará en el paciente y será la primera en recibirla de la mano del pequeño. “No solo rompe con el clima sanatorial, sino que a través de Kira se consiguen objetivos terapéuticos que muchas veces son difíciles de lograr, como que un paciente exprese con facilidad sus emociones, miedos y ansiedades, y acepte indicaciones médicas. Además hay una marcada mejoría en la adhesión al tratamiento”, señaló Micha.
Tras hacerse “amigos”, muchos niños esperan con alegría la próxima visita de “Kiri”, nombre que adoptó de la mano de los mismos chicos. Además, ella recibe hermosos regalos moviendo la cola de felicidad, como son desde dibujos, hasta cuchas y disfraces, Kira es la mimada de los chicos. “Esto ayuda mucho a la psicoprofilaxis, porque el paciente toma un rol activo de control y familiarización con las situaciones que va a experimentar, desde un lugar de poder y no de pasividad”, explicó la psicóloga.
Micha señaló que la internación, tanto para los chicos como para el núcleo familiar, es una vivencia disruptiva. Genera angustia, ansiedad y mucho estrés, con lo cual los tratamientos deben superar una barrera extra. Es por eso que la licenciada en psicología indagó cuáles eran los beneficios reales del acompañamiento terapéutico de una mascota.
En palabras de la experta, las respuestas a sus dudas fueron saldadas gracias a un estudio realizado por los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés). Según el documento, en la denominada “pet therapy” los pacientes informaron disminución del dolor, reducción del estrés, respiración más relajada, mejor estado de ánimo y mayores deseos de pronta recuperación. Además de un incremento de las interacciones verbales de los pacientes, el aumento de la capacidad de vehiculizar las emociones (que muchas veces son bloqueadas por la angustia), mayor autoestima, reducción de los niveles de ansiedad y se evidencia una mayor adhesión al tratamiento.
“Luego de investigar profundamente estos beneficios, presenté el proyecto a Swiss Medical, donde decidieron ser pioneros en incluir a Kira para intervenir con pacientes dentro del servicio de psicología”, señaló la psicóloga, especializada en internación. Ya en 2019 comenzó el proyecto y, tras ser interrumpido por la pandemia, se retomó a fines de 2021. Actualmente, su visita tiene lugar dos veces por semana en la Clínica Zabala y otras dos en el Sanatorio de los Arcos. “Observé cambios concretos. Tanto en el estado de ánimo del paciente como de sus padres. Además, Kira es un motor para que los chicos accedan a situaciones que muchas veces se niegan: caminar después de una cirugía de columna, tomar una medicación que no les gusta, ponerse una vía o bajar a quirófano”, enumeró.
La relación entre Kira y Micha no es solo “profesional”. “Me la entregaron a los 75 días. Vive conmigo y en mi casa es nuestra mascota. Mis hijos la aman. Pero cuando salimos de casa y se pone el chaleco, se transforma. Sabe que dentro del sanatorio tiene que cambiar sus reacciones. Me hace caso en todo mientras que en casa, muchas veces no es así. Duerme en mi habitación, tiene su cucha y todos los chiches de una mascota a la que se quiere mucho”, dijo la experta.
Kira nació en el criadero SPAL, que trabaja con los Australian Labradoodle provenientes de las líneas originales fundadoras de esta raza. Cada camada es programada realizando un seguimiento individual del cachorro, haciendo foco en el cuidado sanitario, la estimulación temprana y la sociabilización. Fue especialmente elegida por su conducta desde su primera semana y para garantiza su bienestar, es cuidada por la empresa Royal Canin, que asumió el seguimiento de su alimentación, paseos, consultas de salud, las vacunas, los estudios que precise y hasta sus juguetes.
Su entrenamiento que duró 8 meses, donde se familiarizó con el ambiente sanatorial, ruidos, olores y aprendió comandos específicos para realizar acciones determinadas. Al mismo tiempo, la doctora recibió instrucción para llegar al pleno conocimiento y manejo del animal. “Con el previo consentimiento del paciente, tras un gesto, sube sola a la cama en el área marcada y si es oportuno se acuesta con otro comando. Su temperamento es equilibrado y dócil, ideal para este tipo de terapias. Se deja abrazar, peinar, acariciar, dar inyecciones (sin aguja por supuesto), tomar la presión, oscultar y está desensibilizada lo que permite incluso que se deje tironear por un bebé”, explicó Micha.
“Este proyecto nació como un sueño y hoy es real. Llena el alma ver la cara de los chicos y sus papás cuando entran en contacto con Kira. Cada situación es única y la emoción es una constante. El trabajo que hacemos lleva a que los pacientes tengan una recuperación más rápida y por lo tanto, un tiempo de internación más corto”, afirmó la doctora y concluyó: “El alcance terapéutico es mucho más grande de lo que hoy, desde mi mirada de terapeuta, puedo ver. En cada visita sucede algo que sorprende gratamente. La experiencia misma va a marcar el camino”.
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