Los monos araña no suelen vivir más de 40 años, pero hay uno que reside en el zoológico de Boise (Estados Unidos) que acaba de cumplir 60 años y podría tratarse del mono araña más viejo del mundo.
Este mono de ojos azules, llamado Elvis, fue llevado al zoológico en 1973, pero anteriormente fue donado al Zoológico de Denver por una persona individual. Y si bien sus cuidadores no están seguros de la fecha exacta de su nacimiento, lo celebran cada año el 2 de julio.
Jeff Agosta, coordinador de marketing y relaciones públicas de Friends of Zoo Boise, le dijo al Idaho Statesman: “Él es esta anomalía y todavía está increíblemente activo”.
Elvis tiene un pelaje negro, con una pequeña mancha blanca en la frente. Utiliza sus largas extremidades para balancearse entre los árboles y agarrar comida en el camino.
Aunque vivaz, es un poco gruñón con algunos miembros del personal. “A Elvis no le gusta ninguno de los hombres que trabajan en el zoológico”, dijo Agosta. “Específicamente, él me odia”.
Los monos araña se encuentran en México, Panamá y Ecuador y suelen estar en lo alto de las copas de los árboles. Tienen articulaciones de hombro flexibles para ayudarlos a moverse fácilmente de una rama a otra, pero no tienen un pulgar oponible.
Esto los beneficia al darles una mano similar a un gancho que les permite una gran velocidad al balancearse entre los árboles. Tienen una cola prensil, prensil significa “capaz de agarrar” y su cola puede usarse como una quinta extremidad.
La parte inferior de la cola tiene una almohadilla de fricción que permite la máxima destreza y proporciona huellas únicas como las huellas dactilares humanas. Las coloraciones varían entre las especies, pero todos los bebés nacen con la cara y las orejas rosadas.
Los monos araña suelen darse un festín de fruta y un estudio realizado a principios de este año descubrió que la fruta suele tener una concentración de alcohol de entre el uno y el dos por ciento en volumen, creada como subproducto de la fermentación natural.
Robert Dudley, biólogo de la Universidad de California en Berkeley, lleva 25 años estudiando la afición de los humanos por el alcohol, y en 2014 escribió un libro en el que sugería que esto empezó en nuestros antepasados simios y monos, que descubrieron que el olor del alcohol les llevaba a la fruta madura.
El estudio, publicado en marzo, apoya la hipótesis del “mono borracho” y aumenta nuestra comprensión de cómo se formó por primera vez el amor por el alcohol en los cerebros humanos.
Además, los investigadores recogieron orina de estos monos en libertad y descubrieron que la orina contenía metabolitos secundarios del alcohol. Este resultado demuestra que los animales utilizaban realmente el alcohol como fuente de energía, no sólo pasaba por su cuerpo.
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