Un reciente estudio explica el carácter amigable de los perros y parece ser que todo está basado en determinadas mutaciones de sus genes. Sabemos que el hecho de que los perros sean los mejores amigos de los seres humanos no es mera casualidad.
Más allá de las relaciones históricas y culturales, la ciencia ha insistido en rastrear la evolución propia de este animal y sus cambios a lo largo del devenir de las civilizaciones humanas. La gran pregunta sería, entonces: ¿por qué nos entendemos tan bien con nuestros perros?
El perro es, tal vez, la única especie que nos ha acompañado tan estrechamente ligada y tan ampliamente distribuida, en el vagabundear de nuestra especie humana, tan viajera, tan destructora y tan particular. Ellos son algo más que animales que ladran, corren, olfatean y orinan, sin que por ello sean seres humanos disfrazados. Tienen una rica vida interior, se entristecen, calculan y tienen necesidades complejas, costumbres, esperanzas, temores y fantasías. Esto quiere decir que disponen de sensibilidad y sentimientos, más profundos que los de muchos humanos que se ríen de ellos con tanta suficiencia.
La relación entre ambas especies es, sin duda, un proceso de coevolución en el que las habilidades cognitivas y sociales de los perros se han ido adquiriendo como un subproducto de las mutaciones de su respuesta al estrés. Para determinar los orígenes del vínculo tan estrecho se ha profundizado el estudio de la variación de cuatro genes en el perro, todos ellos involucrados en su respuesta al estrés.
Lo que descubrieron en las primeras fases de la investigación es que los perros con una mutación específica de algunos genes puntuales podían entender mejor y, por ende, usar de manera más efectiva las señales de comunicación humanas. Más tarde, se descubrió que los perros, con otra mutación diferente, miraban a los seres humanos presentes durante más tiempo que los perros que carecían de la misma variante genética.
O sea, algunos buscaban la complicidad humana antes de otros y la diferencia radicaba en su estructura genética.
Se comprobó que los perros portan dos mutaciones del gen que produce la hormona cortisol, el sistema de alarma incorporado por la naturaleza, que se libera durante el miedo o la ansiedad. Este gen es el que interviene, como han comprobado con este nuevo estudio, en su comportamiento con respecto a los humanos. Y es también el que, según hallaron a través de otra investigación reciente, ayuda al ser humano que tiene un perro cerca a reducir su propia ansiedad.
El mejor amigo del hombre le ha acompañado en su aventura por la Tierra desde hace miles de años. Antes se hablaba de una convivencia entre ambos de unos 10.000 a 15.000 años, pero teorías más recientes confirman una relación mucho más antigua que surgió en el paleolítico medio, al menos hace unos 35.000 años.
Los perros son excelentes modelos para estudiar la base genética de comportamientos complejos y para identificar variaciones genéticas que expliquen el vínculo único y asombroso entre los humanos y los animales. Las variantes identificadas en este estudio son otras piezas importantes del rompecabezas biológico que nos ayudarán a comprender mejor los mecanismos biológicos que existen, fundamentando este estrecho vínculo entre especies.
De todos modos, estas investigaciones no sólo beneficiarán la relación que los seres humanos y los perros mantienen desde hace millones de años, sino que también permitirá comprender mejor a los animales que pueden coexistir con los humanos y proporcionará pistas para que los seres humanos convivan de una mejor forma con otras especies.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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