Los gatos son con mucha frecuencia un misterio, incluso para quienes los conocen bien. ¿Por qué duermen tanto? ¿Por qué quieren toda tu atención un minuto y ninguna al siguiente? ¿Cómo pueden encontrar el camino de regreso a casa después de estar varados a muchos kilómetros durante años? Haruki Murakami, un escritor conocido por incluir gatos en sus novelas y ensayos, alguna vez confesó no saber por qué hace eso; dijo que un gato “de una manera natural se infiltra”.
Otro misterio: ¿por qué a los gatos les encanta la hierba gatera (“catnip”, en inglés)? Cuando se encuentran con la planta, que está emparentada con la familia de las mentas, la mayoría de los gatos domésticos la lamerán, se frotarán contra ella, la masticarán y rodarán sobre ella. Rebosan de euforia, al “drogarse” con la planta. También se vuelven locos con otras plantas, en particular la Actinidia polygama, que no tiene relación cercana con la hierba gatera, pero provoca la misma respuesta de los felinos, incluyendo a los grandes como los jaguares y los tigres.
Durante años, este comportamiento era tan solo otro enigma relacionado con los gatos. Sin embargo, un estudio nuevo publicado el pasado martes en la revista iScience indica que la reacción a la hierba gatera y a la Actinidia polygama podría ser explicada con el efecto repelente de bichos de los iridoides, los químicos en las plantas que inducen la narcosis.
Investigadores liderados por Masao Miyazaki, un científico de comportamiento animal en la Universidad Iwate en Japón, descubrieron que la cantidad de estos iridoides liberados por la planta incrementaban en más del 2000 por ciento cuando la planta era dañada por los gatos. Así que, tal vez, la narcosis de los gatitos confiere una ventaja evolutiva: mantener alejados a los insectos hematófagos.
Kristyn Vitale, una experta en comportamiento felino en Unity College que no está vinculada con la investigación, destacó que el estudio se fundamentó en trabajo anterior sólido. El año pasado, el mismo laboratorio publicó un estudio que halló que los gatos harían su mayor esfuerzo para cubrirse en iridoides que funcionan como DEET (el nombre común de la N,N-dietil-m-toluamida), ya sea rodando sobre los químicos o parándose para acariciarlos con el hocico. Vitale comentó: “Esto indica que podría haber un beneficio a que los gatos coloquen de manera física los compuestos en su cuerpo”.
Carlo Siracusa, un científico de comportamiento animal de la Universidad de Pensilvania que tampoco tuvo nexos con la investigación, estuvo de acuerdo. Siracusa mencionó: “La evidencia muestra que quieren impregnar su cuerpo con el olor”. No obstante, agregó: “Hay que tener en cuenta que una gran parte de los gatos no exhiben este comportamiento. Así que, ¿por qué habrían sido seleccionados de esta manera?”.
Como una adaptación evolutiva, es probable que los iridoides que repelen a los bichos hagan más para proteger a las plantas de los insectos herbívoros que para ayudar a los gatos a evitar picaduras. Las plantas a menudo liberan irritantes cuando reciben daño, lo cual contribuye a alejar a atacantes, y emiten otros químicos que comunican que hay peligro a sus vecinos. “Las plantas son maestras de la guerra química”, señaló Marco Gallio, un neurobiólogo en la Universidad Northwestern que no participó en el nuevo estudio.
El año pasado, Gallio y sus colegas publicaron un informe que asociaba el repelente de bichos principal presente en la hierba gatera, nepetalactona, a una proteína receptora que genera irritación en mosquitos e insectos relacionados. El receptor, que también está presente en humanos y gatos, puede ser detonado por el gas lacrimógeno. Sin embargo, Gallió descubrió que aunque la nepetalactona no tuvo un efecto negativo en los humanos y provocó espasmos de éxtasis en los felinos, activó este receptor particular (llamado TRPA1) en numerosos insectos (un beneficio adicional para que los gatos den vueltas en su droga favorita).
En su estudio más reciente, Miyazaki y su equipo midieron la composición química del aire en la parte ubicada sobre las hojas (cuando estaban intactas y dañadas) de hierba gatera y de Actinidia polygama. Después, midieron los niveles de iridoides en las propias hojas. Descubrieron que las hojas de hierba gatera magulladas por los gatos liberaron al menos veinte veces más nepetalactona de lo que lo hicieron las hojas que estaban intactas, mientras que las hojas de Actinidia polygama maltratadas liberaron al menos ocho veces la cantidad de iridoides similares de lo que lo hicieron las hojas intactas. Las interacciones de los gatos con la Actinidia polygama también modificaron la composición del coctel repelente de bichos de la planta, al hacerlo incluso más potente.
Tras frotar la cara y el cuerpo contra las plantas, los gatos están seguros de estar cubiertos por una gruesa capa de la fórmula para eliminar bichos. Este hallazgo, en conjunto con la investigación previa de Miyazaki y su equipo, respalda afirmaciones que surgen sobre que al menos parte del beneficio de la manía por la hierba gatera es para alejar a los mosquitos y las moscas. Tal comportamiento, llamado “autounción”, no sería el primero de su tipo en el reino animal. Se sabe que los monos araña mexicanos se untan a ellos mismos con clases diferentes de hojas, es probable que con fines sociales o sexuales, y los pueroespines a menudo frotan toxinas en sus espinas.
Aun así, quedan muchas preguntas por responder, incluyendo por qué al parecer solo los felinos exhiben una respuesta eufórica a la hierba gatera y a la Actinidia polygama, así como por qué solo algunos de esos felinos lo hacen. Gallio, aunque entusiasta sobre el nuevo estudio, indicó que debe haber una aproximación cautelosa. El científico concluyó: “¿Que sé yo? No estaba ahí para ver cómo ocurrió la evolución?”.
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