Numerosas facetas de la biodiversidad comprenden componentes importantes de la contribución de la naturaleza a las personas. Entre estos, el valor estético (o menos formalmente llamado “belleza”) es uno de los vínculos emocionales más directos que los humanos pueden experimentar con la naturaleza. Es probable que las implicaciones del valor estético para la conservación de la biodiversidad sean sustanciales.
Si bien también es aplicable a comunidades y ecosistemas, el valor estético de las especies individuales es la unidad de medida más simple e intuitiva para comprender esta forma de conexión entre los humanos y la naturaleza. Por lo tanto, medir el valor estético de las especies sigue siendo un paso importante para comprender mejor y predecir la voluntad y la motivación de las sociedades para proteger las especies, y las razones detrás del éxito o el fracaso de los esfuerzos de conservación
Para un grupo de científicos franceses, hay muchos peces en el mar, pero los “feos” también merecen amor. Los especialistas detectaron que las especies que las personas califican como más agradables estéticamente también son los que parecen necesitar menos apoyo de conservación, mientras que los que tienen más probabilidades de clasificarse como “feos” son las especies más amenazadas. “Es necesario que nos aseguremos de que nuestros sesgos estéticos naturales no se conviertan en un sesgo del esfuerzo de conservación -señaló Nicolas Mouquet, ecólogo comunitario de la Universidad de Montpellier y uno de los autores principales del estudio que acaba de publicarse en PLOS Biología-. Esta discrepancia entre el valor estético y la vulnerabilidad a la extinción podría tener repercusiones a largo plazo”.
El equipo de Mouquet primero realizó una encuesta en línea en la que 13.000 miembros del público calificaron el atractivo estético de 481 fotografías de peces de arrecife con aletas radiadas.
Los científicos introdujeron los datos en un sistema de inteligencia artificial, lo que les permitió generar predicciones sobre cómo las personas probablemente habrían calificado un total de 2417 de las especies de peces de arrecife más conocidas a partir de 4400 fotografías diferentes. Los resultados combinados sugirieron que los peces más brillantes, coloridos y de cuerpo redondo, como ángel reina y el vaca rayado, se calificaron con mayor frecuencia como más “hermosas”. Pero también eran las especies menos “evolutivamente distintas”, lo que significa que son más similares, genéticamente, a otros peces.
Las especies de peces que ocupaban un lugar más bajo en las clasificaciones estéticas y que el público consideraba “más feas” (“por lo general, peces monótonos -en palabras de Mouquet, con forma de cuerpo alargado y sin patrones de color claramente delineados, como el pez telescopio o el arenque redondo”), también distintas ecológicamente, con mayor riesgo y catalogadas como amenazadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
“Las especies más poco atractivas se han adaptado para verse de esta manera porque a menudo viven en una columna de agua y tienen que esconderse dentro de un hábitat más homogéneo, pero esto también las hace de mayor interés comercial y más propensas a ser sobreexplotadas”, indicaron los especialistas en el documento.
“Nuestro estudio destaca desajustes importantes probables entre el apoyo público potencial para la conservación y las especies que más necesitan este soporte -indicó Mouquet. Se han documentado sesgos en los esfuerzos de conservación para muchos tipos diferentes de especies animales, por ejemplo, los vertebrados están mucho más representados en la investigación que los invertebrados, y el valor estético suele ser un factor subyacente importante en estas preferencias”.
Especies como el pez payaso y los coloridos peces loro son definitivamente las más fáciles de relacionar con las personas y tiene sentido que a menudo se utilicen como figura decorativa de los esfuerzos de conservación. Pero la mayoría de la biodiversidad de peces en realidad está compuesta por especies que no se considerarían estéticamente hermosas.
Si bien la estética se reconoce como un servicio ecosistémico fundamental, a menudo se subestima por su efecto en las decisiones políticas y de conservación. Esta investigación cuantifica vívidamente el poder de la experiencia estética para afectar la ciencia y la gestión. En futuras investigaciones, para evitar la simplificación, sería útil considerar cómo los participantes de la prueba clasificarían los peces en su contexto de paisaje en la naturaleza y en su tamaño natural.
Según Mouquet, hallazgos como estos pueden ayudar a los investigadores a comprender los “aspectos no materiales de la biodiversidad”, que constituyen lo que los académicos llaman “la contribución de la naturaleza a las personas”: los efectos nocivos y beneficiosos del mundo natural en la calidad de vida de las personas. “La investigación adicional en este campo podría ayudar a los científicos a anticipar mejor las consecuencias de la pérdida de especies -concluyó- y desarrollar estrategias de comunicación adecuadas para abordar este tema con el público, los legisladores, las ONG conservacionistas e incluso otros investigadores.
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